Lun 08.09.2008

EL PAíS  › ENTREVISTA CON EL FISCAL ALFREDO TERRAF, SOBRE EL JUICIO Y LAS CONDENAS A BUSSI Y MENéNDEZ

“No pueden terminar en un country”

El fiscal que acusó a los represores condenados a cadena perpetua anticipa que presentará un recurso para que sea revocada la prisión domiciliaria. Habla de sus experiencias en el juicio y celebra la inclusión de la figura de genocidio en los fundamentos de la condena.

› Por Ramiro Rearte

“La calidad de los delitos cometidos por ambos no amerita que terminen sus días en un country o una dependencia cómoda y confortable, sino en una prisión”, dice el fiscal general federal Alfredo Terraf sobre los represores Antonio Domingo Bussi y Luciano Benjamín Menéndez. Terraf, el hombre que trató de “cobarde, mentiroso y genocida” a Bussi durante el juicio realizado en Tucumán, recibió a Páginai12 en su casa, ubicada a dos cuadras del Tribunal Oral Penal en lo Criminal de la provincia, antes de ir a ver un partido de rugby de su club, Los Tarcos. A los 58 años, el ex diputado provincial por la UCR habló del proceso intelectual y físico que tuvo que afrontar desde que lo designaron frente al juicio, celebró que entre los fundamentos de la condena los jueces hayan incluido “la figura de genocidio” y remarcó que durante esta semana presentará ante el tribunal un recurso de casación para que sea revocada la prisión domiciliaria de Bussi.

–Teniendo en cuenta que los jueces no enviaron a los represores a una cárcel común, ¿qué opina de los fundamentos de la sentencia leída el jueves pasado?

–Fueron muy buenos, porque hicieron lugar a todo que pedimos desde la fiscalía. Incluso incluyeron el delito de genocidio, más allá de que los represores Bussi y Menéndez no fueron condenados por eso, pero fue muy importante sentar ese precedente jurídico.

–¿Cuál será su estrategia de ahora en más para que Bussi termine en el penal de Villa Urquiza?

–En realidad, pretendo que los dos genocidas terminen en una cárcel común. Desde el 5 de septiembre tengo diez días hábiles para presentar un recurso de casación en contra de la prisión domiciliaria de Bussi y Menéndez. La calidad de los delitos cometidos por ambos no amerita que terminen sus días en un country o una dependencia cómoda y confortable, sino en una prisión. De eso no tengo dudas.

–¿Le faltó algo a su alegato para terminar de convencer a los jueces de que Bussi vaya a una cárcel común?

–No, para nada. No me quedó nada para decir. Desde lo personal, lo profesional, desde mi formación intelectual, todo lo que ingresó a mi ser a lo largo de 48 años lo he aprovechado de alguna manera para decir mi alegato. Por supuesto que esto fue la obra cumbre de mi vida pública como abogado.

–¿Cómo pensó o estructuró su alegato?

–Bueno... en realidad, nunca pensé que mis palabras iban a durar dos horas cincuenta. Yo sabía cuál era el final del alegato. Lo fui armando, de a poco y en muchas ocasiones en la madrugada. Me despertaba a las 4 de la mañana, me sentaba y escribía. También tenía resuelta la estructura del medio, el análisis de cada uno de los delitos que cometió Bussi, con las imputaciones, la jurisprudencia. El principio era lo que no sabía cómo hacer. Es más, no supe cómo hacerlo, hasta que me dio la palabra el presidente del Tribunal.

–Creo que usted fue la única persona en Tucumán que trató al represor Bussi, frente a frente, de cobarde, profesional de la mentira, genocida y estafador. ¿Fue por convicción o era una estrategia judicial?

–Para mí fue algo muy fuerte. Me gusta ser directo al hablar. Cuando uno habla en público tiene que hacerlo de tal manera que todos lo entiendan. Yo le dije a Bussi todas verdades. ¿Por qué la voy a disfrazar? Si ése es el concepto que tengo de él.

–¿Cuál fue la respuesta del pueblo tucumano a su intervención en el juicio?

–Me tiene conmocionado el afecto de la gente. Me mandaron regalos, me mandan cartas, postales. Me enternecen los llamados telefónicos de personas que no conozco y de lugares que no conozco. Me habló gente de Europa, de diversos países de América latina. Se comunicó conmigo una tía de 93 años que vive en San Francisco, en Córdoba, para contarme que me veían por la televisión y me hacían barra para darme fuerzas. Yo lo único que quería era cumplir con mi obligación. No tenía una segunda intención, una intención política o algo por el estilo. En mi vida voy a volver a la política, nunca más. Es una etapa que pasó.

–¿Pasó esto porque era un juicio especial con dos genocidas “especiales”?

–Claro. Los personajes siniestros eran especiales. Porque Menéndez y Bussi sintetizan lo que fue la represión en Tucumán. Hay una serie de represores, pero ninguno es tan representativo como estos dos. Ellos representan en el pueblo todo el sufrimiento que ha tenido todo aquel que convivió con ese terror. Muchos están pagando hasta el día de hoy las consecuencias del paso de Bu- ssi como interventor militar.

–¿Cómo fue el día que le comunicaron que sería el acusador de Bussi y Menéndez?

–Me llegó la notificación en febrero de este año. Desde ese momento cambió todo para mí. Comencé a prepararme para el juicio. Porque suponía lo que iba a ser todo el proceso. Mi preparación fue psíquica y física. Estaba muy excedido de peso y fui a un nutricionista. La prueba de que estaba en buen estado de salud es que mi alegato duró dos horas cincuenta minutos con un nivel alto de exigencia y pude resistir tranquilamente. Luego comencé por interiorizarme del expediente. Es fundamental conocer todo. En cualquier juicio oral uno debe asistir con el juicio sabido de memoria, se imaginará en un caso como éste.

–¿Hubo algún tipo de presión desde el sector de los Bussi o de los propios organismos de derechos humanos?

–No para nada. Lo primero que hice fue aislarme por completo. No quise hablar con nadie. Si iba gente a verme, la atendía mi secretario, que en esto me ayudó mucho. Quería concentrarme, no recibir influencias de nadie.

–Los defensores de los represores hubo momentos que parecían no conocer a fondo el expediente, por ejemplo cuando llevaron a un testigo que habló en contra de Bussi.

–Si hay alguien a quien no le envidio el lugar en este juicio es a los defensores de Bussi. Pobres de ellos. Yo no hubiese aceptado, bajo ningún punto de vista. Yo me sentía muy cómodo con lo que hacía. Ellos no.

–Según publicaron diversos medios, los hijos de Bussi mientras más se acercaba el final del juicio, más declaraciones en contra suya realizaban. ¿Sintió esa presión?

–¿Sabe lo que pasa...? (silencio) Son cobardes. Nunca voy a entender que si mi padre está por enfrentar un juicio en donde corre el peligro de ir a la cárcel para toda su vida yo sea ajeno a eso. Yo me pondría a estudiar, además no hay mucho que estudiar, y me sentaría a la par de la defensora oficial para poder decirle a ese fiscal todas las cosas que le quiero decir pero mirándolo a la cara. No terminar cada cuarto intermedio y salir a hablar con los medios. Esa no es la tarea de un hijo. Ellos esgrimieron que no podían defenderlo porque eran legisladores provinciales, ¡pero que renuncien a la banca! ¿Qué, tu viejo no vale la pena que desistas de ella? ¿Una dieta de legislador vale más que eso? Consiguieron ese escaño gracias al apellido que portaban. Esa clase de persona, como son los miedosos, como el padre, por eso dije que son visceralmente cobardes y se transmite genéticamente.

–¿Usted qué estaba haciendo el 24 de marzo de 1976?

–Yo cumplo años el 25 de marzo, así que es una día bastante especial. Esa jornada estaba en mi casa. Hice una reunión con mi padre, mi hermano, mi novia, que es mi actual esposa. Eramos cerca de diez personas, todos familiares. Tuve que pedir permiso en la Comisaría 2ª de Policía para poder festejar mi cumpleaños. Yo era estudiante de la Facultad de Derecho.

–Bussi dijo que usted es vecino de la familia del capitán Humberto Viola. ¿Cuál cree que fue la intención del represor?

–Eso fue tremendo, espantoso. Lo que hizo fue marcarme la casa. ¡Eso es de hijo de puta! ¿Qué tiene que ver con el juicio? Eso demuestra la calaña de Bussi, es un tipo capaz de cualquier cosa. Además, a Viola lo mataron en 1974 y yo vine a vivir acá en 1979. Jugué muchos años al rugby con el hermano en Los Tarcos. Le digo más, el domingo pasado fui a buscarlo a la casa para que vayamos juntos a la cancha. Estuve en el velorio que se hizo en el Comando cuando lo mataron a Viola. Repudio totalmente ese crimen. He compartido muchas cosas con la viuda, la señora Picón, después de la muerte. Si yo tengo que juzgar a los asesinos del militar, lo voy a hacer con la misma fuerza que lo hice con Bussi. Repudio cualquier tipo de violencia. Yo milité en la Franja Morada en la facultad, ¡no servía ni para conseguir minas! Pero este genocida es capaz de cualquier cosa.

–¿De llorar por ejemplo?

–¡Claro! Todos los médicos dijeron que no tiene necesidad de usar oxígeno. En todo el proceso judicial estuvo desaliñado. Cuando él fue militar aquí, en la década del ’70, todos teníamos que estar afeitados y con el pelo corto o te metían preso. Ahora él anda barbudo y con los cabellos largos, para dar lástima.

–Hubo un momento en el juicio muy particular, cuando usted se dio vuelta mientras Bussi hablaba, dándole la espalda...

–Fue una actitud de repudio. No lo podía interrumpir porque el Código Procesal de la Nación le da todas las garantías. Cuando empezó a mentir sobre mi persona, hice la mayor expresión de repudio que una persona pueda hacer, que es darte la espalda. Me salió del alma. Decía todas canalladas. El dijo que yo era militante de izquierda cuando toda mi vida fui radical. ¡Hoy hay que tener huevos para decir que sos de este partido! Lo voté a Alfonsín, a Angeloz, a De la Rúa, después al nuevo radical Lavagna. Siempre fui así. No soy radical K, que quede claro.

–¿Notó un cambio en las políticas de derechos humanos con el actual Gobierno?

–Los argentinos le debemos mucho a Raúl Alfonsín en ese sentido, más allá de que lo critiquen por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Y sin dudas que este Gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández... son dos personas que en el tema de derechos humanos los respeto mucho. Para mí, Alfonsín y Kirchner tienen reservado un lugar en la historia de la Argentina y del mundo.

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