EL PAíS
› QUE PUEDE PASAR AHORA Y QUIEN PUEDE ENOJARSE DESPUES
Las dudas para el ballottage
› Por Martín Granovsky
Desde San Pablo
1 ¿Lula puede
perder en la
segunda vuelta?
Todo puede ser, pero es bien difícil. En la primera vuelta Lula obtuvo el 46 por ciento de los votos válidos, es decir casi la mitad de lo obtenido por el total de cuatro candidatos, incluyéndolo a él mismo y a José Serra, Anthony Garotinho y Ciro Gomes. A su vez, Serra no llegó al 24 por ciento. ¿Es lógico pensar que Lula perderá tantos votos y que todos los electores de Garotinho y Ciro votarán por Serra? Por otra parte, las encuestas previas indicaban que un escenario de ballottage Lula contra Serra marcaría una victoria para el primer de, como mínimo, el 52 por ciento de los votos contra el 38. Si se miden los emitidos válidos, la diferencia sería aún mayor. Conviene recordar que las encuestas previas funcionaron razonablemente bien, sobre todo las de Datafolha, del diario Folha de Sao Paulo. La última le dio a Lula un 48 por ciento con un margen de error del dos por ciento. El resultado final, pues, estuvo dentro de lo previsto por los sondeos.
2 ¿Todos los
votantes de
Garotinho y Ciro
votarán a Lula?
De ninguna manera, y no solo porque jamás ocurre así en ningún ballottage del mundo. También debido a que los votos para ambos reunieron un electorado cualitativamente heterogéneo. Muchos votaron a Ciro, por ejemplo, siguiendo la recomendación de los caciques conservadores como Antonio Carlos Magalhaes, el poderoso jefe de Salvador que volverá al Senado. Otros votaron a Garotinho por su simpatía personal o su imagen de político diferente. Parte del voto de los más pobres se debió al rechazo a la imagen fría de Serra, pero también al temor ante Lula. Al candidato petista le fue mejor entre las capas de trabajadores, sobre todo industriales, y la clase media de las grandes ciudades. Ahora, Lula apuesta a capitalizar el rechazo de parte de los votantes de Ciro y Garotinho al modelo aperturista de la economía, que impidió un crecimiento promedio mayor al 1,75 por ciento en los últimos cuatro años.
3 ¿El PT quedó
desanimado?
No, y no solo por el discurso de Lula. La frase más usada, dicha ayer en tono irónico y a la vez serio, fue “a luta continúa”, la lucha continúa. El PT es una maquinaria partidaria que ya tiene su inercia propia. El asesoramiento de Duda Mendonca es eso, un asesoramiento que Lula valora cada vez más, incluso en público, pero la base de la segunda vuelta serán los militantes y la campaña de los dirigentes locales, sobre todo los 2500 concejales del PT.
4 ¿Lula se
desprenderá
de Alencar para
contentar a
Garotinho?
No. El candidato a vicepresidente no es una elección ideológica para marcar un giro del PT a la derecha sino el fruto de una alianza social. El PT representa a los trabajadores calificados y a parte de los profesionales liberales y los intelectuales de las grandes ciudades. Alcencar, un empresario de Minas Gerais que factura 300 millones de dólares anuales produciendo y exportando remeras y toallas, supone la presencia de la burguesía brasileña que no quiere quedarse sin mercado interno por una apertura externa salvaje.
5 ¿Un gobierno del PT será
como el de la
Alianza?
Es difícil lograr un resultado tan desteñido primero, y catastrófico después, como el de la Alianza encabezada por Fernando de la Rúa y Chacho Alvarez. Por lo pronto, la hegemonía de la coalición que triunfó el domingo y triunfará probablemente el 27 la ejerce la izquierda, a través del propio Lula y el PT. Además, el programa triunfante no plantea la continuidad de la economía de Fernando Henrique Cardoso, como la Alianza proponía el uno a uno casi en términos de fidelidad religiosa. El PT tiene una raíz social que el Frepaso no poseía, y una experiencia de discusión política interna que tampoco existió ni en el Frepaso ni en la Alianza. Un gobierno de Lula bien puede ser un fracaso, pero se puede pronosticar que en todo caso fracasará en la suya. Y la suya no es el socialismo ni la nacionalización de los medios de producción sino la expansión de la frontera agraria ocupando tierras improductivas que deberán ser cedidas por sus propietarios, la generación de empleo por esa vía, el estímulo al mercado interno y una discusión fuerte con el ALCA. Ni Alencar es un conservador vacío como De la Rúa ni Lula cree en la falta de discusión política como base de conducción y el pragmatismo económico que caracterizaron el liderazgo de Chacho.
6 ¿Lula controla
al PT?
Un dato casero impresiona recorriendo San Pablo y hablando con militantes del PT: la cantidad de gente que se autodefine con la frase “yo soy fundador del partido”. Y no son los cuadros famosos, empezando por Lula, sino los que en 1980 optaron por el PT como una alternativa para luchar por los derechos humanos, la salida democrática de la dictadura y los intereses de los trabajadores, en rigor una clase obrera entonces flamante surgida con la expansión industrial de los ‘60 y los ‘70. El PT tiene cada vez más figuras fuertes, e incluso nuevos presidenciables para el futuro: Marta Suplicy, intendenta de San Pablo, o Aloisio Mercadante, elegido senador con 10 millones de votos. Pero no se advierten signos de personalismo ni de política clientelar.
7 ¿Los Estados
Unidos
permitirán un
gobierno de Lula?
Es uno de las preguntas claves. Pero el enigma no se debe, como se cree a veces en la Argentina, a que el PT tenga una bandera roja con una estrella roja de cinco puntas, la misma del Ejército Rojo de Trotsky y Lenin. Eso podría ser hasta folklórico. El verdadero problema será que Lula podría encarnar el gobierno que más discuta desde una posición de fuerza y una economía importante, la décima del mundo, la hegemonía económica norteamericana justo en el área de influencia de Washington, América latina. Y la base de esa discusión no sería sobre todo ideológica sino concreta, de intereses contra intereses. Los Estados Unidos quieren acelerar la formación del Area de Libre Comercio de las Américas como un modo de expandir las exportaciones norteamericanas y a la vez poner un tope a la influencia europea en Sudamérica. Cualquier endurecimiento encabezado por Brasil perjudicaría los intereses norteamericanos. Dilatar el ALCA implicaría negociaciones para que una eventual apertura de fronteras comerciales se fundamentase en la aceptación norteamericana de ampliar la cantidad de productos a importar. Hasta ahora, Washington quiere un ALCA sin ensanchar antes la gama de productos que pueden entrar desde América latina. Por eso, a pesar de que Lula no desplegará un discurso antiimperialista tradicional, de los tiempos del conflicto EsteOeste, sino un programa de relativo nacionalismo económico, toda conspiración Made in USA será posible, aunque nada obliga a pensar que inevitable ni, menos aún, victoriosa.
8 ¿La victoria
de Lula y su
probable triunfo
el 27 de octubre
beneficiarán a la
Argentina?
En los papeles sí. El nuevo gobierno argentino, sea cual sea, podrá encolumnarse detrás de Brasil en la disputa concreta, no retórica, con los Estados Unidos. La tentación es que, como sucedió con Carlos Menem, el presidente que suceda a Eduardo Duhalde elija alinearse tontamente con Washington pensando que así se beneficiará con un mejor trato mientras Brasil recibe el peor. Ese es un riesgo que podría producirse con el populismo de Adolfo Rodríguez Saá, por poner solo un ejemplo, siempre que siga proclive a la política no como un juego institucional sino como una simple cuestión de oportunidad.