Una mención a la Constitución, para variar. Los valores en juego. La necesidad de la urgencia y el riesgo de la improvisación. Los mercados golpean a su modo. El Congreso y el arte de sumar. El ágora y las lecciones de la 125. El tercer regreso de Perón, un mito urbano. El oficialismo, la oposición, los poderes fácticos.
› Por Mario Wainfeld
“El Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, que tendrá carácter de integral e irrenunciable.”
Constitución nacional,
artículo 14 bis.
“Pensé que no hay nada menos material que el dinero, ya que cualquier moneda (...) es, en rigor, un repertorio de futuros posibles. El dinero es abstracto, pensé, el dinero es futuro.”
Jorge Luis Borges, El zahir
“Ya sé que pienso una cosa y al rato lo contrario, con la misma fuerza, es un problema de toda mi vida. Me salvo pensando que a la gente le parece normal ver disentir a dos personas. A eso llaman diálogo. Pero no aceptan que uno disienta consigo mismo: a eso lo llaman contradicción. La gente se equivoca, creo, porque las cosas no son simples.”
Oscar Bracelis.
“Morir en Managua”
El qué sólo puede analizarse sincerando una postura ideológica y agregando el apego a la ley. Retornar al sistema solidario es honrar el dictado de la Constitución nacional, menudencia ignorada por tantos campeones de la “seguridad jurídica” que se ne fregan en los derechos sociales estatuidos en la Carta Magna. A menos que se quiera que el Estado funcione como prestamista bobo de aquellos que optan por la capitalización y se quedan sin protección, por manes de los avatares financieros, por tener poca plata o por manejos taimados de los respectivos brokers.
El sistema legal tiene además un substrato valorativo digno de mención. El sistema de reparto vincula a todos los aportantes, de modo solidario, intergeneracional. La suerte de los retirados se conecta con la de los trabajadores activos. En los hechos, las AFJP descreman ese conjunto, tratando de seducir a los que más cobran para que se corten solos y arreando a los que no cotizan mucho, que ya los salvará el Estado.
El régimen de las AFJP, engendrado por la urgencia de formar un mercado de capitales que jamás se plasmó en serio, nació mal parido. Tuvo resistencias severas desde el vamos, que obligaron al (usualmente arrasador) menemismo a remendar su proyecto original: quedó hecho un zurcido que agravó su perversidad fundante.
En esa lid hubo defensores consecuentes de la ley y de la tradición solidaria del sistema argentino. También hubo quienes defeccionaron, entre ellos varios relevantes miembros de la actual coalición de gobierno quienes podrían argüir la frase del mendocino Bracelis que se menciona en el epígrafe. Pero deberían ser cautos a la hora de aplaudirse, de adjudicarse banderas que enarbolaron tarde. Y, en consecuencia, matizar juicios apodícticos sobre quiénes dan en la tecla y quiénes desafinan.
Como fuera, los alineamientos ulteriores al lanzamiento del proyecto de ley describen dos bloques fáciles de encasillar. El mundo financiero, la banca, las fuerzas de derecha, los medios de derecha eligen un sector. El oficialismo, con sus más y sus menos, la CGT, la CTA, el SI y los precedentes del radicalismo acumulan argumentos del otro lado.
La crisis económica financiera mundial es un acicate para que los Estados metan mano en los sistemas financieros que hacen agua por doquier. Ningún gobierno se priva, con suerte dispar y en promedio escasa hasta ahora. Gordon Brown demostró cintura, George Bush es un fiasco recurrente, Lula da Silva juega fortunas para aminorar la caída del real y pide facultades para que el Estado irrumpa en la banca.
El tablero pide más control, más recursos en manos del Estado, más keynesianismo. Traída para acá la cuestión, el sistema de AFJP naufraga sin garbo y sin viabilidad. Jamás fue bueno, estaba yendo al garete, el rescate suena como inevitable. O es ahora o será en un mañana cercano, seguramente en circunstancias (aun) más catastróficas.
Claro que la burbuja que todavía no explotó permite que los banqueros nativos ejerzan una arrogancia y una capacidad de respuesta vedada a sus colegas que ya están knockout. Y que contragolpeen con un arsenal de argumentos y acciones que el Gobierno debió prever.
Por lo demás, el torbellino general acrecienta los riesgos inherentes a jugadas audaces. Todas las Bolsas del mundo caen, el dólar se aprecia en muy variadas comarcas, esas tendencias se exacerbaron en estos días en la Argentina. El cronista desconfía de los análisis que desmenuzan las causas de cada derrumbe. ¿Los que venden en tropel firman declaraciones juradas que explican sus móviles? Aun si ese dislate ocurriera, no habría por qué creerles.
Pero, desde luego, nadie puede obviar que el color local pesó en una semana agitada en la City. Los movimientos de los depósitos, la atracción por el dólar, hasta el excitado fluir hacia las cajas fuertes lo prueban. Las cifras que divulga el Banco Central sobre su participación, sencillamente, no son verosímiles. Se necesitó mucha agua para apagar tanto fuego.
El cuándo, por tanto, encuentra una brecha de oportunidad sistémica en un contexto internacional peligroso. Y en un momento de tenue credibilidad del Gobierno, de osadía desafiante de sus adversarios, de temores expandidos en la sociedad.
El saldo de esa dialéctica que juega al límite (el ADN del kirchnerismo) no se dejará medir en semanas, cree el cronista. La que pasó fue muy difícil, también por el cómo.
El oficialismo adora la sorpresa, que le permite colocarse en el centro del ring, redefinir a su guisa la agenda. Pero en el mandato de Cristina Kirchner casi nada funciona como en el de su precursor. El gobierno pega el primer golpe, sorprende distraídos a sus contendientes pero luego pierde pie en el ágora y revela flaquezas de implementación en debates que se le hacen peliagudos, en un ciclo de pleamar de su aceptación social.
La sorpresa y la urgencia no tienen irremediable vínculo con la improvisación pero, en la cancha, se emparientan a menudo. El secretismo, la falta de consulta horizontal (flagrantes en el conflicto sobre las retenciones móviles) se notaron también en una acción conocida por pocos funcionarios, que podrían contarse con los dedos de una mano. Varios rebotes, autóctonos e internacionales, fueron soslayados (o subestimados) en el análisis. Se resintió la falta de contacto con el gobierno español, para amortiguar reacciones. Claro que anticiparla era una quimera, cuando el canciller integraba la amplia mayoría de ministros que estaba en ayunas sobre la formidable decisión en cierne.
Las estocadas de los mercados no son espontáneas, ni obedecen a un interés transparente pero sí tienen un grado de previsibilidad. La situación laboral de cientos de empleados de la Superintendencia de AFJP y los de las propias AFJP no fue diseñada de modo previo, lo que motivó la lógica renuncia de Carlos Weitz, titular de aquélla, una vez que se discernió un norte para los trabajadores que se quedaron sin soporte. Se supone que pasarán a la Superintendencia de Riesgos de Trabajo y a la Anses, que, más vale, necesitará expandir sus plantillas. Esos pasajes no son simples, exigen compatibilizar salarios y funciones, impactan en derechos de los “inmigrantes” y de los que ya están, menuda labor.
Las cifras deben tomarse con pinzas en estas pampas y hasta ahora ni el Gobierno ni las AFJP proveyeron datos certeros. En cualquier caso es un deber peliagudo arbitrar la reinserción de miles de empleados de las AFJP. Hay algunos especializados en tareas muy congruentes con la Anses (quizá el 30 por ciento) adonde podrían encontrar razonablemente su nueva fuente de trabajo. Pero hay numerosos promotores, seguramente muchos en condiciones laborales precarias, difíciles de reconvertir y de proteger. La preocupación por la conservación del empleo, legítima en el Gobierno, asume un reto concreto, adicional.
Vale repetirlo: acciones de esta magnitud deben implementarse a alta velocidad. Las transiciones, las zonas ambiguas agravan la inseguridad. En el tema que nos entretiene hay una coalición temible enfrente, bastante desaprensiva en la elección de los medios para defender sus posiciones. En la City, tras los muros se oyeron sordos ruidos típicos de los golpes de mercado. Desde el espantajo de la apertura de las cajas de seguridad, hasta el rumoreo de renuncia del titular del Banco Central. Hubo medios que difundieron imprudentemente una noticia no chequeada y no producida. Ayer, en este diario, el periodista Roberto Guareschi opinó acerca del quid pro quo entre periodistas irresponsables y un público que les da pábulo. Como nota al pie de esa lúcida columna, este cronista destaca que en el caso de las pseudo primicias, el público tiene derecho a alegar inocencia: obsesionan a los medios y a los periodistas. No les cambian la vida a los jubilados, a los aportantes, a Doña Rosa o a Gaspar el Revolú enterarse “una hora antes” de un hecho de proyecciones vastas. La competencia induce a deslices de baja profesionalidad, que son dignos de mención y que son atizados por jugadores taimados y fuertes.
La premura del caso, que debe ornarse con trabajo concienzudo contrarreloj, es innegable. “Este limbo es complicante” explicó a este diario un integrante del equipo económico del Gobierno. Se refería al lapso de irresolución parlamentaria pero también a una decisión judicial que fue un búmeran para la preservación del interés público. La medida de no innovar del juez Claudio Bonadío acrecentó la indefinición y privó a las AFJP de cumplir tareas imprescindibles. Si hubiera durado la enormidad de siete días hábiles (casi una semana y media) los efectos podían haber sido graves. El magistrado la suspendió ante tempus. La anécdota es interesante porque la medida de Bonadío fue (por imaginar lo menos) vista con buenos ojos desde la Casa Rosada.
Así las cosas, relucen la falta de seriedad y compromiso de las bancadas radicales. Tras repetir su encendida defensa del sistema estatal desde los ’90 hasta ahora, giraron 180 grados y parecen ir en tren bala a mantenerse hostiles al proyecto de ley, así sea con cambios. Y su argumento de tomarse todo el tiempo necesario conspira contra la propia sustentabilidad del cambio. Esa premura, más que detalles sobre eventuales modificaciones al proyecto escrito por Carlos Zannini, Sergio Massa y Amado Boudou, fue el núcleo de las directivas que dio la Presidenta a sus principales espadas legislativas en la reunión que tuvo lugar en Olivos.
En algo tienen razón los radicales, el proyecto es demasiado escueto. Es de dudosa técnica normativa dejar vigente la ley original, lo que complicará la ulterior interpretación. Es dable suponer que, a la luz del torrentoso flujo de recursos que entra a la Anses, deba repasarse la ley de jubilaciones móviles, incluido el coeficiente de actualización.
El oficialismo confía en conseguir una mayoría holgada en Diputados. El término de referencia son los 149 legisladores que aprobaron el Presupuesto nacional. La ambición política es conformar una coalición “como la de Aerolíneas” y es compartida por el bloque del SI. Para eso sería necesario limitar la discrecionalidad del Ejecutivo para mover los fondos de la ciclópea Anses. La polémica pública derrapa a medios irrealizables: fondos de afectación intangibles, autarquía plena. Esas ideas naufragan en el maremoto del sistema financiero, la plata no se puede encanutar como haría un particular. Y, además, las necesidades estatales son aleatorias y complejas. Si se permite un ejemplo extremo, si el día de mañana se desata una epidemia de peste bubónica nadie podría objetar que se “desviaran” fondos previsionales para evitar daños en la salud de ciudadanos de cualquier edad.
En el Senado, por esas artes inextricables de la política, el oficialismo viene teniendo más dificultades, que hicieron pus en el debate sobre la Resolución 125. Habrá que ver con qué destreza y transigencia se mueven, si han capitalizado la lección. El discurso de presentación de la Presidenta no fue auspicioso en ese sentido: no convocó a terceros, no los exhortó a sumarse, no les abrió una puerta. Un modo de sumar es reconocer eminencia al otro, jugar siempre a traccionarlo para que se ponga a la cola en la cinchada es una táctica que abortó en el conflicto con “el campo”.
La oposición que ansia acompañar el proyecto (el SI y los socialistas) pugna por mejorar el cuidado de los fondos y los mecanismos de control. Son, así expuestas, correcciones funcionales a la finalidad de la ley. El oficialismo dispone de margen para otorgarlas, si efectivamente quiere construir una mayoría significativa, necesaria para una norma que es un cambio de época.
El martes el ministro Carlos Tomada y el titular de la Anses, Amado Boudou, darán explicaciones y (se huele) abrirán el juego en Diputados. El miércoles irán los representantes de la AFJP, que han hecho triste papel en los medios: son impresentables, deberán elegir otros mecanismos: camuflarse detrás de los trabajadores, invocar a los jubilados, redoblar la pauta publicitaria en medios afines. El jueves será el turno de Eugenio Semino, Ombudsman de la tercera edad, un consistente defensor del régimen solidario.
Demos un vistazo al ágora. El oficialismo primereó para ir luego cediendo terreno. Boudou es, por lejos, mejor expositor que la Armada Brancaleone que defendió las retenciones móviles, conoce la temática, tiene un look y un modo clasemediero congruente con la estética de los medios dominantes. Pero su condición de orador exclusivo es un límite. La sobreexposición de la presidenta Cristina es un recurso contraproducente. En Olivos se comenta que habrá más paladines en los próximos días. A cuenta, se reparó una falencia cometida meses atrás: los integrantes más altos del Gabinete, los legisladores y los gobernadores recibieron una carpeta razonablemente frondosa conteniendo data y explicaciones sobre la medida. Antaño, ese recaudo básico tardó meses y se redujo a un Power Point diseñado por Alberto Fernández.
El politólogo sueco que hace su tesis de postgrado sobre Argentina salta de gozo leyendo un correo electrónico enviado por su padrino de tesis, el decano de Sociales de Estocolmo. “Retracto mi propuesta de traerlo a Islandia, profesor. Ese país sigue siendo un enigma para los europeos. Ahora me enteré que Perón intervino en la polémica sobre las AFJP y que se hizo liberal, como Menem. Lo conmino a que me envíe un paper sobre ese prodigio, no menos de 20 páginas. Un abrazo privatista”. El politólogo empieza a urdir planes para ir dilatando una respuesta tajante mientras perpetúa su estadía en este suelo de buenos bifes y mejores mujeres.
Un video que circuló por ahí, citado hasta el hartazgo por peronistas y contreras, es un brutal bullshit. El blog “Un día peronista” lo explica en detalle, el decano no tiene por qué desayunarse. Perón fue el promotor del más extendido estado benefactor que se haya conocido en toda América latina, lo que incluía un sistema jubilatorio estatal y solidario. Que los gorilas lo citen como argumento de autoridad es banal, que lo saquen de contexto a más de 30 años de su deceso, una prueba de su honestidad intelectual.
Pero el politólogo no esclarecerá a su decano: no hay apuro para revelar tan obvia verdad, si la beca se mantiene.
A contracorriente del cosmos, de oficialistas y opositores, el cronista cree que es un objetivo plausible mejorar la caja fiscal, máxime en un estadio de la historia humana en que todos se desesperan por hacerlo. La jugada, formidable en su dimensión, que se comenta, persigue robustecer las arcas estatales, que se abren a distintos futuros, como la moneda de Borges. Desde luego, nada autoriza a desfondar esas arcas o a violar derechos adquiridos de los jubilados. Pero arrimar al conjunto miles de millones de dólares no es cosa baladí. No para malversarlos sino para tener solidez para conjurar esta y otras crisis.
El objetivo previsional es encomiable, una reparación de desvaríos cometidos por un gobierno popular y (¡ay!) en su momento relegitimado. Pero objetivos tan ambiciosos exigen instrumentación a la altura. La política de Estado no consiste sólo en invocar principios edificantes, sino especialmente en generar las condiciones para sustentarlos. La sensación térmica de la calle, el fracaso de los cacerolazos VIP (más patéticos aún que el segundo “paro del campo”), las encuestas muestran un clima de opinión bien diferente a los vividos entre marzo y julio. Pero el poder del dinero no sólo se expresa en la calle, ni por medios lícitos. En esta semana algo se atisbó y el episodio no está cerrado. Una puja de intereses enorme recién comienza, en el parlamento, en el ágora, en los “mercados”, en los medios. Al cronista no le cabe más que hablar de final abierto y pedir un cierre transitorio de telón.
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