EL PAíS › OPINION
› Por José Luis Di Lorenzo *
Desde hace una década y media, los especialistas en seguridad social advertimos que la creación de las AFJP constituía un asalto al futuro del pueblo argentino. Que la reforma era inviable, inconstitucional y nula (violatoria de la voluntad individual). Que su resultado era aleatorio. Que no constituía un sistema de seguridad social. Que la renta prometida, 5 por ciento por encima de la inflación, era falsa. Que la experiencia en el mundo acreditaba que en países con estabilidad económica y monedas fuertes la tasa de interés en el largo plazo tendía a ser neutra, oscilando entre un dos por ciento negativo a un uno por ciento positivo. Que con esas tasas los haberes futuros serían paupérrimos.
Que se desfinanciaría el Estado, generando un exorbitante costo de transición.
Con el apoyo del Consejo Federal de Previsión y la sapiencia de Amancio López y Jorge Urriza, aportamos un proyecto alternativo (Cofepres) hecho propio por el entonces diputado Juan González Gaviola. Respaldado por proyecciones actuariales que nos llevaron a advertir que la reforma privatizadora, insólitamente, se proponía ¡rebajar! las futuras jubilaciones del sistema público (lo que hizo).
Discutimos, participamos, convocamos a expertos y dijimos –como también sostiene Dominique Plihon– que estos fondos de pensión eran lo que son: la savia que alimenta el capital especulativo global (Dominique Plihon), nudo gordiano de la especulación. Sin embargo, la pauta publicitaria pudo más, la propaganda silenció a la verdad y nos sumergimos en una aventura financiera que a los únicos que benefició fue a los bancos disfrazados de AFJP.
La reforma de los noventa fue exitosa: las AFJP embolsaron 12.000 millones de dólares por comisiones y el FMI incrementó nuestro endeudamiento externo en 100 mil millones de dólares, demuestra Gerardo Gentile. Tengámoslo claro, los que defienden la intangibilidad del negocio asumen el ideario de la “dependencia inteligente” (como si fuera de inteligentes ser dependientes). Y pretenden que no debemos poner “nervioso” al (dios) mercado, que ya se sabe, de vez en cuando inmola a los ahorristas no devolviéndoles sus dólares o sus pesos. Son los voceros de la sumisión incondicionada al imperialismo mundial del dinero, quienes persisten en quebrarnos la voluntad apelando al sistemático fraude comunicacional con el que desde el golpe de 1976 como pueblo nos vienen sometiendo. Metodología sobre la que vale la pena detenerse un momento.
Arranca simbólicamente en el golpe de Estado que se autodenomina de “reorganización” nacional, cuando en realidad viene a de-sorganizarnos para someternos. La aplica Martínez de Hoz cuando nos dice que viene a liberar las fuerzas productivas cuando en realidad consolida las especulativas. Continúa en democracia cuando para justificar la privatización del sistema previsional arguye que el déficit de 200 millones de pesos mensuales es impagable, suma que en realidad transfiere a las AFJP que simultáneamente crea. Es la que llama ley de “solidaridad” previsional, a la que conculca (insolidariamente) los derechos de los jubilados. Es la que pretende que las que otorgan las AFJP son “jubilaciones seguras”, ocultando que su monto futuro depende de la timba financiera. La misma que llega al paroxismo al defender que los bancos se apropien de lo que es de todos para “protegernos” de presuntos malos funcionarios.
Frente a la iniciativa enviada al Congreso para cortar el saqueo y la depredación de los recursos sociales, los sofismas se renuevan. Ahora agregan que las críticas al sistema de capitalización son ideológicas, que Chile es un modelo a imitar, que no se puede hacer un cambio tan profundo sin un debate de expertos, como en Chile se hizo, llegando hasta afirmar que se trata de un proyecto de ley de pocos artículos comparado con la magnitud de lo que se pretende cambiar. Veamos si es cierto.
Sin duda que la visión de la seguridad social es ideológica, pero no menos que la de la cuenta individual. La primera cree en la solidaridad; la segunda, como en el siglo XIX, que cada uno debe resolver por sí sus necesidades. Las referencias a la realidad en Chile, por su parte, aprovechan la desinformación y el desconocimiento. En el país hermano es cierto que hace poco se debatió con expertos la reforma de su sistema de AFP, los que, tras un debate llevado a cabo en idioma extranjero (inglés), recomendaron una reforma cosmética, cuyo objetivo central fue que el Estado se hiciera cargo de todo lo que el negocio de pensiones no atiende.
Que en Argentina no hubo debate es falso. Hubo innumerables y en ámbitos diversos, el Congreso es testigo. Hace poco se concluyó el propiciado desde el Ministerio de Trabajo, cuando convocó, en la anterior gestión, a debatir el denominado “Libro Blanco de la Previsión Social”. También los hubo en la Universidad de Buenos Aires, en el Grupo Fénix, etcétera.
Sin poner en duda la mejor intención de quienes pretenden más cantidad de artículos en el proyecto de ley (espada) que corta el nudo de la dependencia, es tiempo de alertar y recordar a dónde nos llevó el formalismo cuando cuestionó la reforma constitucional del año 1949. Por entonces se partió también de una cuestión formal (si el quórum era de dos tercios del Congreso o dos tercios de los presentes), constatándose casi 60 años después que se terminó desprotegiendo a tres tercios de los argentinos, dejando a merced de los saqueadores lo que aquella Norma Suprema protegía: los servicios públicos, los derechos sociales, etc. Nuevamente estamos ante el dilema: liberación o dependencia. Cortar el nudo gordiano es el punto de inicio de un nuevo tiempo, de un nuevo modelo. Es tiempo de abandonar el facilismo de la discusión banal y formal, el descrédito como herramienta de destrucción de la otredad, el sofisma para engañar. Porque en este tema de las AFJP, como siempre, la verdad es la única realidad, no nos olvidemos.
* Abogado, profesor de Derecho de la Seguridad Social (UBA); presidente del Instituto para el Modelo Argentino.
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