EL PAíS › MADRES, HIJOS E INDEPENDIENTES DEBATIERON SOBRE UN PROGRAMA SOLIDARIO EN VILLA 31
Las jornadas ensayaron un balance del Proyecto 30, que desde hace tres años sostienen un grupo de jóvenes y las Madres de Plaza de Mayo. “Es gratificante ver cómo las nuevas generaciones resignifican la militancia de nuestros hijos”, dijo Taty Almeida.
“La lucha contra la marginalidad y la exclusión” es “parte esencial de la lucha por los derechos humanos”, dice Paula Marone, integrante de HIJOS y creadora del Proyecto 30, un programa social que desde hace tres años un grupo de jóvenes lleva adelante en la Villa 31, junto a las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Durante dos días, las Madres realizaron un balance sobre esa tarea, un proceso de reflexión que incluyó actividades compartidas con distintos referentes de la militancia y la asistencia social en la villa ubicada en Retiro. Las jornadas giraron alrededor de un eje común, explicitado en el título de la convocatoria: “solidaridad y compromiso social”.
En el Centro Cultural de la Cooperación se percibía alegría y emoción por la intensa experiencia de trabajo social desarrollada por militantes de HIJOS y activistas independientes. “Es profundamente gratificante ver cómo las nuevas generaciones recuperan y resignifican la militancia social de nuestros hijos desaparecidos –dice a PáginaI12 Taty Almeida, de Línea Fundadora–. Nos da esperanzas pensando en el día que debamos pasar la posta en la lucha por la memoria y la justicia.” Con el recuerdo siempre presente de su hijo Alejandro, militante y poeta, Taty resaltó que “los chicos se llevaron una gran sorpresa porque pensaban que ellos iban a ayudar y a enseñar a los humildes y resulta que terminaron aprendiendo muchísimo de ellos. Es fantástico el intercambio y la reciprocidad que han construido y las herramientas que se aportaron mutuamente”.
A lo largo del encuentro, que comenzó el martes y concluyó ayer, la reflexión particular se nutrió de charlas y debates con profesionales de distintos campos que analizaron las acciones realizadas y la actividad social, en general, en la Villa 31 y 31 bis. Con el auspicio de las Madres se discutió a partir de una experiencia compartida: la situación actual del trabajo social en el paradigmático asentamiento que surgió tras la crisis económica de 1929.
Proyecto 30 se constituyó desde su origen como una iniciativa plagada de talleres de distinto tipo: juegos, artesanías, salud, artes visuales y audiovisuales, entre otros. Como un espejo de la multifacética experiencia, durante las jornadas abundaron abordajes y exposiciones que profundizaron en las distintas aristas de la militancia social en el barrio donde, a principios de los ’70, trabajaba el sacerdote tercermundista Carlos Mugica. Concurrieron especialistas en recreación, salud mental, atención primaria y alfabetizadores. También antropólogos y arquitectos de la UBA que disertaron junto a delegados y vecinos de la villa sobre el “Derecho a la vivienda digna”. Se proyectaron películas sobre la historia de las organizaciones de derechos humanos y sobre el funcionamiento de los centros clandestinos de detención durante la dictadura militar.
Como un modo de comprender la militancia social a contrapelo de la mera filantropía, la tarea comenzó en 2006. Ya desde entonces ese nadar contra la corriente se manifestó en el objetivo central del Proyecto 30: la reconstrucción de los lazos sociales como vía hacia la organización y la lucha de los sectores populares. Según los organizadores, esto se concretó “a partir de pensar a los diferentes talleres como propuestas destinadas a generar y estimular la experiencia del vínculo con el otro, reforzando y concretando aspiraciones colectivas”.
Paula Marone cuenta que Proyecto 30 “surgió a partir de la necesidad de que se incluyan en el concepto de derechos humanos las atrocidades que se viven hoy día, que se interprete la lucha contra la marginalidad y la exclusión como parte esencial de la lucha por los derechos humanos”. El nombre nació de una confusión: “Las Madres vieron que el nombre figuraba como XXX y pensaron que le habíamos puesto 30 al proyecto, en números romanos. Pero esas equis eran el nombre-sin nombre, hasta que se nos ocurriera uno. Al final resultó que ellas lo interpretaron como treinta y todo cerró: treinta mil desaparecidos y la idea comenzó a plasmarse a 30 años del golpe”.
Informe: Tomás Forster.
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