Todo indica que a fin de año, junto con el fin del mandato de Carlos “Chacho” Alvarez, también dejará de existir el cargo de titular de la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur. En eso no tendrán nada que ver los recientes problemas de salud de Chacho, sino las dificultades del gobierno de Luiz Inácio “Lula” da Silva para encontrar un reemplazante de jerarquía. Ahora hay dos alternativas en estudio y en ambas se le otorga el manejo del Mercosur a una secretaría de perfil mucho más técnico que político.

La Comisión de Representantes Permanentes se creó en 2003 con el objetivo de dar una respuesta a la siempre reclamada mayor “institucionalidad” del bloque. Se conformó con un embajador de cada país más un presidente elegido por consenso entre los jefes de Estado de los países del Mercosur. El puesto estaría reservado para una “personalidad destacada” y sería electo por un año, con posibilidad de reelegir por otro período. El elegido trabajaría en conjunto con el presidente pro témpore del bloque, que rota cada seis meses entre los cuatro presidentes de los países miembro plenos.

El primer titular de la comisión fue Eduardo Duhalde, un candidato pintado para el puesto. Duhalde salía de una experiencia relativamente exitosa como presidente provisional argentino y a Néstor Kirchner también le venía al pelo remitirlo a los asuntos de la política exterior. En 2005, también por insistencia de Kirchner, la elección recayó en otro argentino, el ex vicepresidente Chacho Alvarez. Kirchner, que siempre reconoció su admiración intelectual por Chacho, quería de alguna manera reincorporarlo a la actividad pública. Desde su fundación, Alvarez se había dedicado a estudiar los temas de la región. Primero, Kirchner quiso colocarlo al frente de la Cepal y se enojó mucho cuando el entonces titular de la ONU, Kofi Annan, se inclinó por el ex ministro de Economía de la Alianza, el radical José Luis Machinea. Chacho quedó entonces como sucesor natural para el Mercosur.

Por lógica, luego de cuatro años de mandatos de argentinos, el cetro le correspondería esta vez a un brasileño. Pero el problema de Lula, compartido por el gobierno uruguayo que también fue sondeado, es que no cuenta con una “personalidad destacada” del nivel de Duhalde o Chacho Alvarez en las filas del oficialismo. “Seguramente podría llegar a encontrarlo en Brasil, pero sería un dirigente de la oposición y no desea ofrecerles esa tribuna”, explicaba un funcionario de la Cancillería argentina.

La solución que ofreció Itamaraty al intríngulis fue la de mantener la Comisión de Representantes Permanentes con sus cinco miembros funcionando en su sede de Montevideo pero eliminar el cargo de presidente. La presidencia, entonces –igual que ocurre con los jefes de Estado con la presidencia pro témpore–, pasará a ser ocupada rotativamente por el representante de cada país. A esta altura vale una acotación: el país que tiene la presidencia corre con los gastos que requiere el cargo.

A la propuesta brasileña, la Cancillería argentina realizó una contraoferta. Crear una secretaría general que a la vez cuente con varias secretarías divididas por áreas, un poco a la manera de la Unión Europea. La propuesta, explican, tiene que ver con las necesidades cada vez más complejas del bloque que, entre otras cosas, obligó a incrementar el número de los funcionarios en Montevideo, que pasaron de 20 a 32.

La idea, ya conversada informalmente entre funcionarios argentinos y brasileños, tiene posibilidades de avanzar. Será uno de los temas que tratarán en la próxima cumbre del bloque, que se realizará a partir del 15 de diciembre en Salvador, Brasil. Al menos en lo que hay consenso, tanto en la propuesta brasileña como en la argentina, es que quien se haga cargo de las cuestiones del Mercosur será más un técnico que un político, con lo que ex presidentes y vices de la región se quedarán sin un apetecible puente de plata.