EL PAíS › LA ARGENTINA EXPULSA A WILLIAMSON
La presidente CFK dispuso que el obispo negacionista Richard Williamson deje el país en diez días por sus “despreciables declaraciones antisemitas”. El antisemitismo es una aberración y la negación del Holocausto agrede a la comunidad judía y a toda la sociedad, dice la resolución.
› Por Horacio Verbitsky
La presidente CFK ordenó revocar la visa del obispo católico apostólico romano Richard Williamson y le dio diez días para dejar el país. El ex director del seminario lefebvrista de La Reja ingresó al país en 2004 sin declarar su condición sacerdotal. La permanencia de Williamson en la Argentina con una visa que no corresponde a su investidura eclesiástica fue detectada por el secretario de Culto de la Cancillería, Guillermo Oliveri, y verificada por el director de Migraciones Martín Arias Duval. La presidente instruyó al ministro de Interior Florencio Randazzo que adoptara las medidas necesarias para que el líder integrista que niega la existencia del Holocausto saliera del territorio nacional. Los considerandos de la resolución mencionan el engaño con la visa y el repudio del Estado Nacional a sus “despreciables declaraciones antisemitas”, que la Argentina deplora y condena porque “agreden el sentir más profundo de la comunidad judía y de toda nuestra sociedad”. Esta es una “oportunidad de reafirmar que el antisemitismo es una aberración ideológica que a lo largo de la historia ha costado la vida a millones de seres humanos y que la negación de la Shoá implica el desconocimiento de una verdad histórica comprobada”. Recuerda que en 2007 la Asamblea General de las Naciones Unidas condenó la negación del Holocausto e instó a todos los estados a rechazarla sin reservas. La resolución del director de Migraciones dice que Williamson renovó cada año el mismo tipo de visa, hasta que en 2008 obtuvo la residencia permanente. En cada trámite de renovación justificó su presencia en el país con recibos de haberes que acreditaban su relación laboral con la Asociación Civil “La Tradición”, de la que además presentaba una nota acreditando la relación laboral fraguada. El artículo 62 de la ley de Migraciones contempla la cancelación del permiso de residencia, “cualquiera fuese su antigüedad y categoría, cuando el extranjero haya desnaturalizado las razones que motivaron su concesión” y el 63 explica que en ese caso será conminado a salir del país en el plazo que se le fije o será expulsado.
Durante una entrevista concedida en Alemania a la televisión sueca, Williamson dijo que no habían existido las cámaras de gas durante el nazismo y que no habían sido asesinadas seis millones de personas por ser judías, sino 200 o 300 mil. A raíz de ello la fiscalía de Ratisbona le inició una causa penal, ya que en Alemania el negacionismo es un delito. En la Argentina, el INADI prepara un proyecto similar, que penaría con un mínimo de un mes y un máximo de dos años de prisión la negación del holocausto, del genocidio armenio y del terrorismo de Estado en el país. Ese texto, que instituye el delito de opinión y limita la libertad de expresión, no fue ordenado por el Poder Ejecutivo.
Williamson nació en Gran Bretaña, era pastor anglicano y se convirtió al catolicismo. Después del Concilio se integró a la corriente conducida por el arzobispo francés Marcel Lefébvre, quien lo ordenó obispo en 1989. Dirigió el seminario de la Fraternidad San Pío X, en Winona, Estados Unidos, y en 2004 llegó a la Argentina. Para radicarse en el país tramitó una visa como personal de servicio y administrativo de la Asociación Civil “La Tradición”, creada por el sacerdote francés Hervé Le Lay, para realizar seminarios y cursos culturales y ejercer su profesorado de Literatura de Oxford. De ese modo fraguó el verdadero motivo de su presencia en el país. Lefébvre trabó una estrecha relación con la Iglesia Católica argentina durante el Concilio Vaticano II. Su impugnación a las reformas conciliares se concentró en el esquema de libertad religiosa Dignitatis Humanae y en la Declaración Nostra Aetate. Con la primera se hundió el pilar central de la intolerancia católica: el concepto de que no hay derechos para el error, es decir para las otras confesiones. La segunda rechazó como contraria al espíritu de Cristo toda discriminación por motivos de raza o de color, de condición o de religión. También rechazó la misa en los idiomas nacionales y con el sacerdote de cara al pueblo. Su resistencia encontró eco en el conservador episcopado argentino, presidido entonces por el cardenal Antonio Caggiano. El propio Lefébvre dijo que Caggiano y dos cardenales italianos lo apoyaban, pero que no lo manifestaron en forma abierta porque temían “perder sus posiciones, que consideraban podían ser útiles más adelante”. Caggiano, que además era vicario general castrense, favoreció la penetración de los lefebvristas en las filas de las Fuerzas Armadas, donde el discurso tradicionalista y antimoderno era hegemónico desde las primeras décadas del siglo XX y tuvo incidencia decisiva en los sucesivos golpes de Estado. Organizaciones vinculadas con el lefebvrismo, como Ciudad Católica, formaron a oficiales de las tres Fuerzas Armadas en la doctrina de la guerra contrarrevolucionaria, que distorsiona citas de Santo Tomás para autorizar secuestros, torturas y ejecuciones clandestinas. Cuando Caggiano dejó la conducción episcopal y el vicariato castrense, fue reemplazado en ambos cargos por el arzobispo de Paraná, Adolfo Servando Tortolo, quien también compartía las posiciones de Lefébvre. De este modo, en el cuarto de siglo que va desde el derrocamiento de Perón en 1955 hasta la conclusión de la última dictadura, el lefebvrismo fue la fuerza hegemónica en la modelación de la conducta y los valores de los militares argentinos. En 1976, luego de una misa en Lille, Francia, Lefébvre propuso como ejemplo a la dictadura argentina, “un gobierno de orden, que tiene principios” y con el cual “la economía se recupera”. Al año siguiente visitó Buenos Aires y se reunió por primera vez con el dictador Jorge Rafael Videla. Esas visitas se repitieron cada año y Lefébvre decidió que la Argentina era el país ideal para instalar su organización. Además de aportes de empresarios locales vinculados con la Iglesia, la Fraternidad recibe aportes internacionales. Según afirman obispos católicos, uno de los donantes es el actor Mel Gibson, quien filmó una versión antisemita de la pasión de Cristo. Cuando Lefébvre sintió que su salud declinaba decidió desobedecer las advertencias del papa Juan Pablo II y ordenó a cuatro obispos, con el propósito de que la Fraternidad no se extinguiera. Uno de ellos fue Williamson y otro el argentino Adolfo de Galarreta. A raíz de esa decisión, Wojtyla excomulgó a Lefébvre y a los cuatro sucesores. En 1981, cuando Tortolo agonizaba, Lefébvre dijo que por “su fidelidad al rito tradicional” no pudo ser cardenal ni primado de la Argentina.
En los últimos años del reinado de Juan Pablo II, el cardenal Joseph Ratzinger inició contactos tendientes a la reintegración de la logia integrista a la comunión con la Iglesia. Esos contactos se continuaron desde su elevación al trono de Pedro, en 2005 y quedaron a cargo del cardenal Darío Castrillón, encargado de la comisión Ecclesia Dei. El perdón fue precedido por una larga sucesión de signos acerca del regreso del Vaticano al tradicionalismo. En junio de 2007, Benedicto XVI aprobó el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe Respuestas a algunas preguntas acerca de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia. Ante “interpretaciones erradas”, reinterpreta la constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II y sostiene que la única Iglesia de Cristo es la Católica Apostólica Romana. El 7 de julio de 2007 reimplantó con el motu proprio Summorum Pontificum la antigua misa en latín, y con ella la plegaria por la conversión de los judíos instituida en el Concilio de Trento de 1570. Cada Viernes Santo se oraba “por los pérfidos judíos para que Dios quite el velo de sus corazones, a fin de que reconozcan con nosotros a Jesucristo Nuestro Señor”. Recién cuando Dios les curara la ceguera, la luz de la Verdad de Cristo les permitiría salir “de sus tinieblas”. En 1962 Juan XXIII suprimió esa oración porque era ofensiva y fomentaba el odio y las persecuciones antisemitas. Por mandato del Concilio, Pablo VI aprobó en 1969 un nuevo misal en el que se oraba a Dios para “que el pueblo de la primera alianza llegue a conseguir en plenitud la redención”. Es decir, ya no pérfido, ni ciego, ni necesitado de Cristo para salir de las tinieblas. Benedicto XVI restauró la oración tridentina, con la sola exclusión de la referencia a la perfidia judía. El perdón a los lefebvristas llegó en un momento cargado de simbolismo: en el día en que se conmemoraba el Holocausto y al cumplirse cincuenta años de la convocatoria al Concilio Vaticano Segundo. Todo parece indicar que Ratzinger no era consciente de que Williamson acababa de negar una vez más el Holocausto, como ya había hecho años atrás en Canadá. La propia Fraternidad San Pío X pidió a Williamson que se retractara pero el obispo se limitó a pedir perdón al Vaticano por las molestias que había causado. Cuando el propio Benedicto XVI dijo que la negación del holocausto era inadmisible, Williamson respondió en forma desafiante que para modificar su opinión debería estudiar el tema y contó que había encargado el libro de un ex negacionista que investigó los campos de concentración y se convenció de la existencia de las cámaras de gas. En este momento se realiza en Alemania una exposición de los planos de Auschwitz, encontrados en un domicilio particular y adquiridos por el magnate de la prensa Axel Springer, principal accionista del diario Bild. En ellos se observan las cámaras de gas y los hornos crematorios.
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