EL PAíS › OPINION
Lole y el campo marcaron la agenda. La luz que puso fin a las tratativas, cómo leyeron esa señal. Cambios en un año, las retenciones pasaron a ser un tema más. El rédito de no arreglar y el darwinismo entre productores. Poca gente en Leones. De las rutas a las urnas.
› Por Mario Wainfeld
Los rankings semanales cunden, en el fútbol y en la política. La prensa dinamiza esa tendencia que puede darle un Oscar por siete días al Ogro Fabbiani o a Carlos Reutemann. Vaya a saberse cuál será la cartelera de los días siguientes, cuando cambie la pantalla.
Los períodos son tan arbitrarios cuan breves, lo que permite la variación, tan preciada en los medios. Todos los protagonistas (de la pasión de multitudes o de la política) compulsan el semanómetro, reavivando el fenómeno. Así que ahí vamos: la semana del viaje a España fue pum para arriba para el oficialismo. En la que termina hoy, por el contrario, retrocedió varios casilleros. Otros marcaron los principales ítem de la agenda, movieron ficha primero, lo colocaron a la defensiva, replicando sobre un terreno predispuesto por la contra.
Reutemann centralizó (y tuvo la iniciativa en) el debate político, de lo que se habla más en nota aparte. Anticipó que la disputa con las entidades agropecuarias entraba en un nuevo estadio, muy incordiante para el oficialismo, que es el responsable de la paz social.
La negociación con las corporaciones agropecuarias parecía dar cuenta de algún aprendizaje, respecto de 2008. En reemplazo de ampulosos encuentros entre decenas de personas, asediadas por cámaras y micrófonos, se pasó a reuniones reservadas entre Julio De Vido, Hugo Biolcati y algún circunstante más. Ninguna tratativa densa soporta la transmisión en vivo, requiere procesos de elaboración, intercambio, cabildeos y regateos a los que una luz muy potente puede aniquilar. “Escarmentamos –evaluaba antes del miércoles un kirchnerista pura cepa y fiel–, ahora no nos exponemos sin tramar acuerdos previos. Y Julio tiene las facultades que no se le otorgaron a Alberto Fernández.” Debió callar pocas horas después.
El sigilo, funcional y hasta imprescindible, no impidió que se fueran difundiendo las reuniones. Horacio Verbitsky las detalló en este diario el domingo pasado, otros medios las mencionaron. No eran sólo comidilla de iniciados: en blogs de adeptos a la Federación Agraria de hace varios días se discutía la pertinencia de la gestión, primaba la sospecha contra el presidente de la Sociedad Rural. Alfredo De Angeli estaba on line con Biolcati. Así que la frase de Eduardo Buzzi “no-
sotros sólo hablamos con los Granaderos” es apenas una nueva falacia de un protagonista afecto a victimizarse y a tergiversar los hechos. Un actor protagónico, muy subsidiado por los medios que subsidian Expoagro.
Todos los implicados (que, además, leen los diarios con fruición) conocían los encuentros entre De Vido y Biolcati. No recibieron una revelación cuando el vocero presidencial Miguel Núñez las describió el miércoles a la noche, pero sí una señal: la negociación quedaba, oficialmente, difunta. Y, lo que quizá no meditaron quienes promovieron el anuncio, también se sepultó cualquier hipótesis de diálogo reservado ulterior.
Es verosímil que el fracaso fuera previo, como explican allegados de Palacio y que quisiera probarse ante “la sociedad” que el Gobierno tenía voluntad negocial. Al cronista le parece que la comunicación oficial, en tal caso, volvió a fallar.
La audiencia de la palabra oficial no es uniforme ni crédula: es variopinta y bastante suspicaz. Todas las interpretaciones computan un dato sellado que el Gobierno no termina de digerir: su derrota en el conflicto por las retenciones móviles. Así las cosas, su credibilidad (y su muñeca) están en cuestión. Arriesgó mucho desnudando una negociación confidencial y culpando a su contraparte de haberla frustrado de antemano. Lo más visible no es eso y las credenciales previas del oficialismo le complican la vida.
Confidentes de Palacio agregan que De Vido no estaba anoticiado del anuncio, del que se enteró casi en directo. Ese dato es difícil de corroborar, pero es seguro que el ministro de Planificación por esas horas departía, sin tribuna ni alharaca, con otros funcionarios y con representantes sindicales y empresarios sobre el proyecto de Consejo Económico y Social. El proyecto avanza, el sigilo preserva la construcción. Pero los empresarios que dialogan con De Vido pusieron las barbas en remojo cuando escucharon a Núñez. “Tenemos nuestras internas, nos perjudicaría mucho que hicieran lo mismo con nuestras charlas”, señala un dirigente industrial.
La remake del conflicto tiene como humus su resultado de 2008, muchas otras variables cambiaron. Las retenciones a la soja, coinciden con matices desde las dos trincheras, ya no son la contradicción principal. La producción y los precios no han caído tanto. Según los emisores, los sojeros no perderán mucho o ganarán, en cualquier lectura estarán lejos de ser las principales víctimas del cambio de escenario. El yuyito se la banca, máxime en la segunda cosecha, menos castigada por la sequía.
Un ruralista de los duros se lo confesó a un diputado oficialista en uno de sus tantos encuentros en un set de tevé: “Cacareamos por las retenciones pero nos interesa arreglar carne y leche”. Nuevamente, los dos bandos concuerdan: son esos sectores los más comprometidos. Débora Giorgi podría proponer una apertura de exportaciones el martes, si cierran los números de algunos compañeros del gabinete, versados en la materia. Varios creen que, en las condiciones actuales del mercado, mayores exportaciones de carnes podrían impactar poco sobre los precios domésticos. “Podríamos invertir la ecuación –dice una espada racional del Gobierno–, bajar las restricciones, habilitar las exportaciones y, desde luego, revertir la medida si la carne sube en las góndolas.” Curiosamente, quizá no tanto, los productores creen que esa salida es una quimera, predican el credo de Alfredo De Angeli, con otras palabras: “Debe haber reacomodamiento de los precios relativos”, recitan con ternura. Cuando se escucha esa frase, el argentino medio achica su ración.
Los productores de leche piden un peso por litro, el Estado podría poner diez centavos para arrimar a esa cifra. El punto es que el abanico de precios de los tamberos es muy amplio, nada sencillo, pues las empresas bonifican la leche de mejor calidad. Hay productores que orillan esa cifra, otros que le pasan bastante lejos.
Todo es difícil, máxime si escasea el ingrediente de la voluntad.
“¿Qué incentivo tienen ustedes para arreglar ahora? ¿No es más rentable mantenerse hostiles este año, esperar una victoria electoral e imponer una política propia a futuro? Algunas medidas saldrán igual y con el nuevo Congreso tendrían revancha.” Página/12 conversa de modo informal con líderes agropecuarios e imagina un horizonte duro, pero pleno de racionalidad instrumental. Su pregunta es su sospecha. En la informalidad del off the record, los interlocutores reconocen que aborrecen al oficialismo pero explican que muchos de sus representados no pueden esperar. Pequeños productores ganaderos, asentados en gran proporción en provincias y pueblos pobres de Chaco y Formosa no pueden especular. “Para los chicos el problema este año es subsistir. Para los medianos, tener recursos para el 2010. Para los más grandes, ver cuánto guardan, cuándo venden y si pueden comprarles los campos a los chicos y a los medianos”, se pone darwinista un contertulio de este narrador.
Si se resume lo dicho hasta acá, se infiere una lógica inercial hacia mayor concentración y mayor sojización, si no median intervenciones exitosas del Estado.
Las perspectivas de la reunión del martes son no positivas. Consuelo parcial: es difícil que las discrepancias escalen como hace un año. El clima social no es el mismo, muchos estamentos están en apuros, no serán tan transigentes con medidas de fuerza brutales del “campo”.
La convocatoria de la Mesa de Enlace aparenta ser menor. El acto en Leones de anteayer fue un fiasco. Los organizadores auguraban 10.000 concurrentes, hubo 2000 según coinciden Página/12, Clarín y Crítica. Claro que las barras bravas aguantan los trapos: contra toda evidencia La Nación vio 4000, tendrá su Indec propio. Incluso en ese delirante caso, sería menos de la mitad de lo esperado y una diferencia sideral con Rosario.
Menos potentes en la ruta, desgastados por su evidente gula electoral, los ruralistas son empero la base social más codiciada por una pléyade de fuerzas políticas. Ocupan el sitial que le cupo alguna vez a la CGT, con dos salvedades. La primera es que a los muchachos sólo los interpelaban los peronistas. La segunda es que trabajadores y patrones del campo no son lo mismo, ni aun en este mondo cane. Impresiona el sesgo clasista que podría arrojar el veredicto electoral.
Los postores para representar al campo (aun a costa de una llamativa ausencia de atención a otros sectores, salvo alusiones de rigor a “los pobres”) sobreabundan. Tanta oferta, ¿no baja el precio?, ¿no atiborra el mercado? El tiempo dirá.
Más allá de la semana, el Gobierno conserva el control de la situación económica. Pilares de su gestión le dan relativa solidez: reservas altas, liquidez en el Banco Central, emisión sólo para comprar dólares. El año real está por comenzar, el interludio de las vacaciones sirvió para achicar el pánico y acicatear el consumo.
Las paritarias docentes serán un precedente de la puja distributiva, del peso de las demandas de los trabajadores estatales, de la capacidad financiera de las provincias, de su relación con la Nación.
Poco o nada se habla de temas importantes en el ágora. El obispo Williamson fue expulsado, el premier Berlusconi afrentó a la conciencia de los argentinos. Casi ningún dirigente de los partidos más viables de la oposición aventuró palabra al respecto. Es lógico que no lo hagan Macri, De Narváez y Solá: pelearse con gentes de derechas no es PRO. Pero choca la retracción de la UCR, de la Coalición Cívica, del socialismo. Eran temas vinculados a hondas tradiciones en materia de derechos humanos. Lo que no enfrenta al Gobierno no existe, minga de cuestionar a cualquier poder establecido por salvaje o decadente que sea, he ahí dos reglas de oro.
Para el debate político es también un año de vacas flacas.
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