EL PAíS › VíCTOR REI ADMITIó QUE EL CHICO QUE CRIó COMO PROPIO NO ES SU HIJO BIOLóGICO
El gendarme reconoció la apropiación, pero no contó el modo en que el hijo de Pedro Sandoval y Liliana Fontana llegó a sus manos. “Lo único que quiero es paz”, dijo el joven, quien declaró como testigo de su apropiador.
› Por Diego Martínez
El gendarme Víctor Enrique Rei confesó que el joven que crió como propio no es su hijo biológico. “Adopté a un huérfano”, dijo. Pero en lugar de contar quién lo convirtió en huérfano y cómo se apoderó del hijo de los desaparecidos Pedro Sandoval y Liliana Fontana, anticipó que “sobre ese tema” iba a hablar “después que Alejandro”, como lo rebautizó, y le pasó toda la presión a la víctima. Obligado a exponer su tragedia por voluntad del apropiador, que lo ofreció como testigo, Alejandro le extendió la mano con lástima y dijo “es mi padre” cuando le preguntaron qué relación tenía con el imputado. Intentó ayudarlo, dijo que el cepillo de dientes que le devolvió la identidad no era suyo, hizo un esfuerzo sobrehumano para no quebrarse al advertir sus contradicciones. “Lo único que quiero es paz”, confesó. Cuando salía no pudo contener el llanto y abrazó al hombre que lo crió. De inmediato Rei y su defensor se dieron vuelta, aplaudieron blíndex mediante frente a Abuelas de Plaza de Mayo y familiares, y el abogado Alejandro María Macedo Rumi gritó: “¡Aplaudan! ¡Ustedes son los hijos de puta que le dicen al pibe que es quien no es!”. En ese instante Alejandro se estrechaba en un abrazo con su abuela Clelia D’Harbe de Fontana, de 77 años, que antes había detallado el secuestro de Liliana y había confesado que aún conserva “la ropita que mi hija le había comprado”.
Rei arrancó en rol de víctima, dijo estar “privado ilegalmente de mi libertad” y aseguró que “no existe antecedente ni en la Rusia de Stalín (sic) de que alguien sea juzgado 30 años después por criar a un huérfano”.
–No entiendo –confesó el juez José Martínez Sobrino.
–Es el primer caso –respondió Rei, que hasta ayer decía ser padre biológico de Alejandro.
–¿Cómo sabe que era huérfano? –preguntó Luciano Hazán, abogado de Abuelas.
–No dije que adopté a un huérfano –se desdijo en vano.
Rei reflexionó sobre las tragedias que provoca el ejército de Estados Unidos, del que es miembro honorario, y sobre la impunidad de la que gozan allí quienes cometen delitos como los que se le imputan. “Si se procesara a todos los oficiales que trajeron huérfanos de Corea, Irán e Irak deberían triplicar las cárceles norteamericanas”, admitió.
Diagnosticó que la Justicia “está afectada”, advirtió que se la controla con “la doctrina gramsciana” y comparó a los jueces actuales con los de la dictadura. “En los ’70 respondieron 6836 hábeas corpus en forma negativa. ¿Cómo es posible que un juez responda 200 y no se dé cuenta de que algo pasa?”, planteó. Cuando comenzaron las preguntas se le encogió la lengua. Durante el Operativo Independencia estuvo encerrado en el aeropuerto de Tucumán, dijo. En 1976 y 1977 se dedicó “full time” al curso de oficial de Estado Mayor. Cuando Hazán comenzó a marcarle sinsentidos pidió no responder preguntas.
Chela Deharbe de Fontana contó que los secuestradores usaban pelucas, “robaron todo” y sintetizó la última imagen de Liliana: “Se paró en la puerta y nos miró a todos”. Dos años después un cura entrerriano “le dijo a mi marido ‘sos abuelo de un varón, no te puedo decir nada’ y salió corriendo”. Al final clavó sus ojos en el apropiador:
–¿Qué hizo de mi hija? No era un pedazo de ladrillo.
–¿Le puedo contestar? –dijo Rei. La jueza María del Carmen Roqueta le explicó que podría hacerlo más adelante.
–¿Por qué cree que algunos fueron liberados y su hija no? –preguntó el inefable Macedo Rumi.
–¿Usted estuvo presente en el parto? ¿Cómo sabe que tuvo un hijo? –la provocó.
Chela cerró manifestando su orgullo de ser madre de Liliana y reclamó justicia y memoria. La sala la abrazó con un aplauso.
Alejandro entró nervioso y le extendió la mano a Rei. Hasta las preguntas formales eran difíciles. Dijo que tiene “treinta años” en base a la partida falsa fechada el 5 de abril de 1978. A Liliana la sacaron del Club Atlético el 27 de diciembre de 1977. El imputado “es mi padre”, dijo. ¿Las Abuelas? “Soy amigo de la casa”.
Macedo Rumi simuló ignorar la confesión de su cliente y avasalló a la víctima. Alejandro dijo que “mis padres me dieron alimentación, salud y amor”. Declaró tenso que, “previendo el allanamiento, no tenía cepillo de dientes en esa casa”, que el secuestrado “era de Víctor” y él lo había tomado “de Campo de Mayo”, donde estaba detenido el gendarme. Por compasión nadie le preguntó cómo el ADN de Rei podía ser compatible en un 99,9999996 por ciento con la pareja Sandoval-Fontana.
El joven relató que durante la instrucción un secretario de la jueza María Servini de Cubría le pidió 250.000 pesos “para perder el expediente” y que en 2006, tras la confirmación, la jueza le dijo “aceptá a esta familia aunque sepamos que no son”. Los abogados de Abuelas y el fiscal Martín Niklison le marcaron contradicciones con un par de actas que había firmado, pero evitaron presionarlo con más pruebas. Cuando el fiscal le preguntó si tras el ADN positivo Rei le había contado la verdad, Alejandro explicó que “no tuve necesidad de contarle nada, sólo quiero ayudarlo, contenerlo”.
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