EL PAíS › PANORAMA POLíTICO
› Por Luis Bruschtein
Como la Esfinge de Edipo, la realidad argentina retenida en el diálogo entre el Gobierno y la Mesa de Enlace se expresa con la opacidad de los oráculos: no hubo confrontación, pero tampoco acuerdo. Tampoco es una tregua si es que el Gobierno concreta y ejecuta las medidas que se anunciaron. Es un fenómeno de trasvasamiento de una problemática gremial que unificaba a los productores rurales, no sólo al ámbito de la política, sino al más conflictivo de lo electoral, donde las aguas se dividen para ellos. En la mesa de negociación, los ruralistas aceptan las medidas del Gobierno, pero después corren el arco y vuelven a generar un clima de tensión con declaraciones furibundas. Y así sucesivamente. La negociación gremial está cada vez más atravesada por lo electoral, pero ése tampoco es un camino fácil para la Mesa de Enlace.
Lo que parecía un paseo se le puede poner tan difícil como se lo puso al Gobierno. Porque la política argentina no es tan clara y precisa como el posicionamiento de los medios o como una reivindicación sectorial que unifica. Pasar de la reivindicación sectorial a lo electoral puede tener costos en los que no habían pensado. Ya les generó problemas en Córdoba y Santa Fe, las dos provincias más sensibilizadas por el conflicto rural. Durante el acto en Leones se ganaron la antipatía de la mayoría de los intendentes cordobeses del PJ y a varios del radicalismo y perdieron fuerza de convocatoria entre los pobladores de esas localidades. En Santa Fe, la irrupción de Reutemann les restó protagonismo.
Tanto en Córdoba como en Santa Fe los más afectados fueron Luis Juez y Hermes Binner, o sea la oposición. Cuando, en Leones, Buzzi exhortó a la unidad de Juez con el radicalismo, confrontó con los intendentes –los que están con Schiaretti y los radicales que rechazan la alianza con Juez, que en conjunto son mayoría en la provincia–, los obligó a salir de su timidez y ellos saben juntar votos. En Santa Fe, Reutemann salió a hablar prácticamente como vocero de los productores, compitiendo con Binner en ese espacio.
Resulta ilustrativo que el desarrollo de este conflicto tienda a debilitar las posiciones progresistas del Gobierno y también a los sectores progresistas de la oposición y empuje para transitar por los costados más conservadores del PJ. Para un espectro bastante amplio de los productores rurales, Felipe Solá-Francisco de Narváez, Schiaretti y Reutemann pasarían a ser interlocutores en la política, más que el resto de la oposición que se reunió con la Mesa de Enlace en el Congreso. Esa tendencia es más clara en Santa Fe y Córdoba, porque el voto rural bonaerense siempre ha sido más radical que peronista.
En Córdoba los radicales ganaron la última elección presidencial y necesitan consolidar ese avance, por lo que muchos no quieren la alianza con Juez. Pero las encuestas dan a Juez muy parejo con Schiaretti y necesita a los radicales para ganarle, aunque gran parte de esa base es también refractaria a una alianza con la UCR. La metida de pata de los dirigentes ruralistas en el acto de Leones afianzó la posición de Schiaretti y la de los radicales que resisten la alianza con Juez.
En Santa Fe, el voto socialista es fuerte en Rosario; el del PJ en el campo. En las encuestas, los productores rurales prefieren a Reutemann, dentro del PJ, pero criticando al Gobierno. Reutemann es productor rural, habla desde un lugar que a Binner le resulta hasta incómodo. Juez y Binner representan un voto más urbano y Schiaretti y Reutemann uno más rural.
Resulta más irónico todavía que ninguno de los dirigentes de la Mesa de Enlace esté relacionado con el justicialismo. Varios de ellos, en cambio, no han ocultado su inclinación por la Coalición Cívica, López Murphy o el macrismo, que seguramente compartirán parte de ese espacio.
Si el Gobierno concreta las medidas que fueron anunciadas, la beligerancia del conflicto gremial será atenuada. Y en el trasvasamiento a la política, la beligerancia de la Mesa de Enlace también será mellada en un espacio que deberá compartir, y en gran medida, con esos sectores del justicialismo.
Podría decirse que los primeros pasos de la Mesa de Enlace en política fueron desacertados, básicamente porque no tuvieron en cuenta al justicialismo. No les interesó explorar un territorio que ellos, personalmente, rechazan. Y entre los dedos de ese desinterés se les puede escurrir la representatividad que estaban buscando trasladar a la política.
Siempre es arriesgado hacer equiparaciones históricas, y a veces injusto, pero esa conformación ideológica de la Mesa de Enlace es tan particular para la Argentina del siglo XXI, no solamente por la ausencia de peronistas, sino por la afinidad con expresiones que lo aborrecen, que parece una caricatura de algo salido de otra época. Es de suponer que esa conformación les impidió ver algo tan evidente como la gravitación jupiteriana que tiene el justicialismo en todas sus versiones en el plano de la política, el terreno al cual están llevando la problemática del campo.
Esta situación no favorece al Gobierno sino a sectores del justicialismo que también lo enfrentarán en la medida en que se fortalezcan. Pero lo harán con la lógica partidaria de ganar el partido para convertirlo en su herramienta de sustento, y no con la de destruirlo ni debilitarlo. La poca visión política de la Mesa de Enlace puede llevar la problemática rural a convertirse en un factor más de la interna peronista, donde ellos no cortan ni pinchan, por lo menos por ahora. Seguramente, en algún momento darán un golpe de timón para tratar de intervenir en esa interna, que puede definir el futuro poder político.
En las provincias de Juez y Binner, que llevaban su pasar con bastante sosiego, el conflicto rural despertó a Schiaretti y a Reutemann cuando parecía que ya estaban fuera de juego. Juez y Binner son opositores claros, aunque desde su progresismo, en algún momento tuvieron expectativas de acercamiento con el Gobierno. Schiaretti y Reutemann son sus oponentes directos. Exactamente al revés que Juez y Binner, no son opositores al Gobierno sino que han sido oficialistas a regañadientes, con expectativas de disputarle en algún momento al kirchnerismo. Unos están fuera del PJ y los otros dentro. Los que están fuera –Binner y Juez–- ideológicamente están más cerca del Gobierno que los otros, que están dentro. Es un tablero de jugadores cruzados. Pero es claro que el componente más fuerte del voto rural, tanto en Córdoba como en Santa Fe, es justicialista. Hay una extraña asintonía en ese punto entre los dirigentes ruralistas y los productores rurales.
La técnica del conflicto permanente de la Mesa de Enlace no parece haber cambiado. La artillería de declaraciones furibundas que lanzaron sus dirigentes después de la primera ronda de negociaciones da a entender que apuestan a recalentar un ambiente que tiene la mecha corta.
La versión sobre una inesperada estatización del comercio exterior de granos impactó en el tren de la negociación y provocó la reacción amenazante de la Rural y la Bolsa de Cereales. En realidad, los medios que la difundieron distorsionaron el proyecto que analiza el oficialismo. La Federación Agraria fue más cauta y dijo que el monopolio estatal no es bueno, pero que el Estado tendría que intervenir como un operador más en el mercado. Hacía referencia a un proyecto del organismo, sobre el que se basaron también proyectos de los diputados Alberto Cantero, del kirchnerismo, y Eduardo Macaluse, del SI, y que forman parte de las ideas que impulsaría el oficialismo. La medida favorecería sin duda a los pequeños y medianos productores, que hoy sólo pueden negociar los precios con los grandes comercializadores, que resistirán cualquier iniciativa en ese terreno.
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