Jue 07.05.2009

EL PAíS  › OPINIóN

Otra decisión maniquea

› Por Andrés Cisneros *

Como bien dice la nota publicada en Página/12 el lunes 27 de abril, firmada por Fernando Cibeira, el interés nuclear argentino pasa por “asegurar que la energía atómica se utilice con fines pacíficos y no militares”. Que se sepa, este gobierno no ha cambiado esa larga política de Estado de todos nuestros gobiernos constitucionales, coincidente con el consenso dentro del OIEA. Irán lleva años violando todas las normas al respecto, pero en esa nota se cita a un convenientemente ignoto “diplomático K” que aconseja no molestar a Irán. ¿Qué pasó? ¿Cambiamos de política nuclear y no nos avisaron? ¿Ya no combatimos la proliferación? Curioso argumento para un país que, por otro lado, persigue con Interpol a funcionarios del régimen iraní porque su Justicia los considera muy probables autores de los crímenes de la AMIA y la embajada israelí. ¿Es a ese régimen que queremos ayudar?

A nuestro país no le hace falta subordinarse a Washington para combatir la proliferación: basta con aplicar las políticas nacionales argentinas en la materia. Incluso las que recita este gobierno. Con los imperios a veces se coincide y a veces se confronta. Enfrentarlos para proteger al desarrollo bélico iraní no parece responder al interés nacional argentino.

No tengo espacio aquí, pero conste que las bombas de fósforo en el conflicto de Gaza, horribles como son, y que Irán también tiene, no entran en la competencia de la OPAQ. La dicotomía “OIEA versus FAO” es falsa. Chile, país más chico, dirige a la OEA y la OIT al mismo tiempo. La FAO será recién en 2011, y las posiciones de nuestro gobierno son abiertamente contrarias al consenso ampliamente mayoritario en ese organismo.

Es también falso que se trate “de un conflicto entre países emergentes y desarrollados”: en el OIEA la cosa es entre proliferantes y no proliferantes. No es cierto, sino todo lo contrario, que “varias naciones emergentes hicieron llegar sus reticencias” sobre Pfirter. Fue solamente Venezuela, en la reunión de Puerto España. Con lo que a Ahmadinejad le sumamos a Chávez. Chévere.

No se entiende cuando en el artículo se vincula al Cóndor II “con el desarrollo tecnológico y nuclear para uso pacífico”. Se trataba de un arma de guerra proliferante, un delirio de la dictadura militar, que supongo que Página/12 no reivindica hoy como una nostalgia para contar con misiles y armas nucleares. En los noventa lo reemplazamos por la Conae, que ya puso seis satélites en el espacio con fines pacíficos, comerciales, la pesca y el transporte.

Cuando Néstor Kirchner se autocandidatea para Unasur, se lo presenta como un servicio patriótico, pero si Rogelio Pfirter, que no se autocandidatea, surge para el OIEA, se trata de una oscura maniobra del imperialismo que apenas enmascara “el interés personal de un diplomático por coronar su carrera”: el espíritu de facción nos alivia de la molestia de aceptar que quien no piensa como nosotros también pueda expresar una opinión legítima. Sus motivaciones tienen que ser, necesariamente, bastardas. Manes maniqueo acude en nuestro auxilio y todo queda bien claro: de un lado los malos y del otro los buenos, esto es, los míos. Las razones por las cuales no se respalda a un argentino en el OIEA no surgen del interés nacional argentino. Surgen del espíritu de facción del Gobierno. Lo más probable es que a ese puesto lo termine ocupando Brasil: son inteligentes, su patriotismo se expresa no despreciando una posición protagónica para recitar slogans antiimperialistas como en una asamblea universitaria adolescente. Vamos fenómeno.

* Ex vicecanciller

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