Lun 11.05.2009

EL PAíS  › LOS INCIDENTES DE LOS GASTRONóMICOS CON LA POLICíA Y EL MODUS OPERANDI DE LA UTHGRA

En la cocina de Barrionuevo

Al frente de la reciente manifestación del sindicato estaba Walter Avalos, que responde al líder de la CGT disidente. Trabajadores en conflicto critican su actuación y describen las maniobras con que el gremio intenta tomar el control de comercios con problemas.

› Por Gustavo Veiga

El exabrupto de Luis Barrionuevo pasó inadvertido el lunes pasado, pero su discriminación perdura. “Son todos trabajadores, no había gente de las villas...”, clamó en defensa de su tropa durante la conferencia de prensa posterior al enfrentamiento entre gastronómicos y policías en Barrio Norte. Nadie tomó nota. Los trabajadores, es cierto, eran de su gremio, y él, un dirigente lanzado a ganar la calle. Al frente de sus huestes movilizadas estaba Walter Avalos, el secretario de prensa de la seccional porteña. Un hombre alto, morocho, que alguna vez fue mozo, delegado paritario y hasta ofició de veedor sindical en un restaurante de raigambre peronista, El General, donde dejó opiniones divididas. La historia reciente de este soldado del secretario general de la CGT Azul y Blanca permite ver de qué modo se mueve una organización como la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos (Uthgra), en tiempos electorales y no tanto.

En el estatuto social del gremio se lee la ratificación de “luchar por el logro de un orden social justo que asegure a todos los trabajadores una existencia superior en el orden material y moral, y que destierre privilegios absurdos fundados en la explotación y la miseria”. Romina Collazo, una ex moza de El General, lejos está de creer que esa premisa se cumpla. Al menos si la lucha es liderada por Avalos en el nombre de la Uthgra.

“Cuando nos consideramos despedidos nos cortó la obra social, no nos atendió más el teléfono ni nos defendió”, dice con la voz crispada por la indignación y movilizada por una razón tan atendible como el 27 por ciento de aumento que pedían los gastronómicos ante la cámara empresaria del sector, a unos pasos de la avenida Santa Fe. Collazo tiene dos hijos muy pequeños, de uno y tres años, no recuperó su trabajo e inició un juicio laboral contra los ex dueños del restaurante ubicado en la avenida Belgrano 561, con quienes Avalos se entendía muy bien.

Uno de los miembros de la cooperativa que mantuvo abierto el restaurante después de que se retiraron sus propietarios, piensa un tanto distinto: “No estuvo mal el chabón”, señala. Aunque coincide con Collazo en que el objetivo no declarado de la veeduría gremial pasaba por apoderarse del comercio. Una maniobra que los adversarios a la conducción de Barrionuevo y su cuñado Dante Camaño (el diputado nacional que le debe su banca al comisario Luis Patti, su aliado del Paufe) describen como un clásico modus operandi.

La operación consistiría en lo siguiente: cuando una sociedad está en problemas, el sindicato designa a un representante que se constituye en su local, acerca a las partes y monitorea la posibilidad de hacerse cargo si quedara acéfalo. “Avalos venía y pretendía permanecer en el restaurante; nosotros queríamos trabajar y punto”, comenta la joven madre que no llegó a trabajar un año en El General, entre agosto de 2007 y junio de 2008. La demanda que inició Collazo es la más alta entre diez juicios que le hicieron a LBP SRL (la razón social del restaurante) otros tantos empleados. Sus primeros dueños, Jorge y Darío Biondo, Segundo Loza y Héctor Ladrido, inauguraron en 2005. Hoy los reemplaza una cooperativa formada por un grupo de empleados que quedaron en sus puestos.

Los restantes casi se van a las manos con Avalos, disconformes por el papel que jugó la Uthgra en el local. Al secretario de prensa de la seccional porteña que encabeza Camaño, hay quienes lo conocen de mucho antes. Recuerdan que militó junto a María Ester, la hermana de Barrionuevo, en la zona oeste del Gran Buenos Aires. Por esas alquimias curiosas de la política, la concejal de Hurlingham ahora está en la vereda opuesta del líder gastronómico y se encolumna en el Frente para la Victoria. Aunque sí tuvieron un pasado común. Ella fue ultramenemista en la década del ’90 y él se autodefinió “recontraalcahuete” del ex presidente.

La adhesión sostenida de Avalos a Luis Barrionuevo y Camaño llevó a que los acompañara en los últimos años por dos caminos: las discusiones paritarias que ambos reclaman, como la filosofía de la disuasión por los puños. En la Uthgra vienen dando muestras muy claras de ello desde el 10 de octubre del ’89 hasta ahora. En aquel congreso realizado en el Teatro General San Martín, donde la CGT se partió en dos, el locuaz catamarqueño acuñó una de sus máximas: “No estamos eligiendo a la cúpula de la Iglesia, así que hubo algunos sopapos”.

Hace veinte años tenía una aliada que se movía al compás de sus prebendas: la barra brava de Chacarita. Hoy ya no la puede contar; perdió el club en el invierno de 2005. Como fuere, la semilla de la patota prendió. “Un día nos dijo Avalos que, si se armaba quilombo, traía cuarenta monos a la puerta”, le confió otro afiliado gastronómico a Página/12 con expreso pedido de no mencionar su nombre. Es notable la coincidencia.

El lunes de los palos y golpes de la Policía Federal y su correspondiente devolución de gentilezas por los militantes de la Uthgra, Avalos, en un cambio de roles, se erigió en vocero de los reprimidos: “Estamos haciendo un reclamo por un aumento salarial del 30 por ciento. Fuimos en caminata a Puerto Madero y confluimos en el Sheraton y después vinimos a la Cámara a reclamar, pero nos encontramos con un vallado cien metros antes y no sé por qué la policía empezó a agitarse”, lo citaron algunos medios en declaraciones formuladas en aquel día violento.

Otro compañero gastronómico, Humberto Balhorst, denunció que “nos recibieron a balazos” y que el operativo policial, de unos 500 efectivos, pareció transformarlos en “delincuentes”.

Cara y ceca del sindicato: los militantes que llegaron hasta la porteña esquina de Larrea y Beruti al grito de “queremo’ aumento, la puta que lo parió” y con pancartas que decían “aumento ya”, no eran mozos o lavacopas de restoranes que contratan mano de obra precarizada ni de varios tenedores. Salieron desde sus puestos de trabajo en las sedes gremiales de Salta 1301 y Avenida de Mayo 930 movidos por el aparato de la dupla Barrionuevo-Camaño. El segundo explotó con calculado método la intervención policial que se dio horas después. Y pidió el juicio político del ministro de Justicia y Seguridad, Aníbal Fernández, y la renuncia del jefe de la Policía Federal Néstor Valleca.

Un trabajador gastronómico gana en promedio 2400 pesos por mes, sin contar las cada vez más magras propinas. La industria del sector es una de las que más creció y que blanquea mayores capitales. Los restoranes que amagan cerrar sus puertas, como El General, quedan a merced de dirigentes como Avalos que no representan a sus empleados como ellos esperan. Los que protestan contra el gremio son ignorados como la moza Collazo y abandonados sin un peso de indemnización. Los patrones y dirigentes se ponen de acuerdo en negocios poco claros y, mientras tanto, Barrionuevo sale a la calle en su pelea de fondo con la CGT de Hugo Moyano. Hoy hará una demostración de fuerza frente al Ministerio de Trabajo. No podía ser menos que el dirigente camionero.

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