Dom 31.05.2009

EL PAíS  › OPINION

Leones resucitados

Las delirantes propuestas de la UIA y su lógica doméstica. Una fábula de un CEO sobre leones desdentados y resucitados. Las ansias empresariales, de nuevo reyes de la selva domesticando al Gobierno. Chávez, un amigo que no ayuda. La OEA en Honduras y en honduras. Y algo sobre los teros, también.

› Por Mario Wainfeld

Venezuela tiene el tercer PBI de América del Sur. Su intercambio comercial con Argentina es, por mucho, el más alto de la historia común, con balanza muy favorable a nuestro país. Como puntualizó José Natanson en este mismo diario, la composición de esa relación comercial es la más deseable, vista desde acá: Argentina vende especialmente manufacturas con valor agregado y compra materias primas. Muchas empresas gauchitas, varias de ellas pequeñas y medianas, se han afincado en Venezuela. El país hermano es un importante productor de gas y ha financiado al nuestro en varias ocasiones. El ingreso de Venezuela como socio pleno a Mercosur es una política de Estado pautada entre Argentina y Brasil. Brasil mantiene con la República bolivariana una relación intensa, aunque no exenta de conflictos de intereses y discrepancias políticas. El Parlamento argentino ya concedió la necesaria aprobación, el brasileño le da largas. Mutilar de sopetón ese proceso es frenar la integración regional, un disparate. Promover la medida por un entredicho entre Venezuela y Techint, una exorbitancia carente de sentido estratégico.

Hugo Chávez es uno de los cucos de América del Sur, junto a Evo Morales y Rafael Correa. Se apuntan sus defectos, quizá se reniegue de sus virtudes. Son presidentes muy votados, plebiscitados por mayorías abrumadoras, con fortísima base en los sectores populares. Las corporaciones empresarias argentinas (que se hincaron ante los dictadores autóctonos) los tildan de dictadores, mientras gritan que es imposible comerciar con Venezuela..., aunque lo hicieron hasta ayer. Sus argumentos son remanidos: la inseguridad jurídica, el carácter expulsivo del socialismo del siglo XXI. Sin embargo, las inversiones extranjeras crecen en esos parajes supuestamente aborrecibles. Un reciente informe de la Cepal que analiza la Inversión extranjera directa (IED) en América latina y el Caribe provee datos que contradicen la Vulgata hueca de las elites argentinas y de los medios que les sirven de claque. Según las confiables cifras de la Cepal, los cuatro países que registraron mayor crecimiento de la IED en 2008 fueron Ecuador, Venezuela, Uruguay y Bolivia, en ese orden. Tres de los chicos malos del barrio, junto a uno de los vecinos más templados. Es que, contra lo que se arguye por allí, los capitalistas no buscan calidad institucional suprema sino rindes altos. A veces, obtenerlos implica tomar riesgos, de eso se trata si se es schumpeteriano. La guita tira más que una yunta de bueyes, así venga uncida de “seguridad jurídica”.

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Leones resucitados: El activismo estatal no molestó al gran capital privado cuando se dedicó a favorecerlo. Así fue cuando la estatización de la deuda privada dispuesta por el “Cavallo joven” en los ’80 o con las privatizaciones a precio de ganga o con la piadosamente apodada “pesificación asimétrica”. Techint, sin ir más lejos, recogió beneficios pingües en todos esos casos, cuando licuó pasivos a lo pavote, cuando se quedó con Somisa por chirolas. El sindicalista amarillo Jorge Triaca tuvo un rol protagónico en ese trámite que acabó con muchos puestos de trabajo y fue un quiebre en la historia de vida de numerosos trabajadores.

La expropiación de Sidor alertó a la multinacional argentina pero su reacción fue mucho más sosegada que la de estos días. La dimensión de los activos en juego no justifica la asimetría, al contrario: las tres filiales de Techint recién estatizadas valen mucho menos que Sidor, cuyo precio ya se está pagando.

Lo que cambió es la actitud de Techint y de las corporaciones argentinas a su vera, no ya (o no exclusivamente) con el régimen bolivariano sino con el gobierno argentino.

Hay aires de innovación, olor a menta en el escenario político. La química entre la Unión Industrial y el oficialismo ha mutado cualitativamente. El colapso económico mundial cambia el contexto, en los próximos dos años se irá esbozando un nuevo paradigma. Las corporaciones quieren fijar nuevas reglas para la distribución social de los costos de la crisis tanto como para la relación entre Estado y mercado. Y, más en detalle, para la correlación de fuerzas y distribución de competencias entre poder político y corporaciones.

Néstor Kirchner subvirtió, en sus inicios, varias costumbres en ese terreno. No consultaba a popes del empresariado para tomar decisiones, como hacía por ejemplo Eduardo Duhalde con Oscar Vicente. Ni compartía con ellos diversión, francachelas y confidencias como Carlos Menem. Ni se les subordinaba sin más limitación que la que le imponían los organismos internacionales de crédito como Fernando de la Rúa. El poder político recobró (si no engendró) espacios de autonomía inusuales; para las corporaciones llegó la hora de interferir en esa lógica.

Como en tantas otras materias, el kirchnerismo no fue plenamente coherente con sus premisas y sus líneas directrices. Tuvo abdicaciones, contradicciones, pasos en falso o hacia atrás. Y seguramente se estancó en su élan vital hace dos o tres años. Pero mantuvo el norte: como regla, no se dejó designar ministros o secretarios de Estado ni supeditó sus medidas al escrutinio previo de los poderes fácticos. Sería formidable que hubiera partidos políticos con perspectivas ciertas de ganar la presidencia en 2011 proponiendo superar esos standards, aligerarlos de debilidades y agachadas. Pero esa oferta sólo existe en fuerzas de centroizquierda con limitada virtualidad electoral. En la liga de potenciales presidenciables el paradigma es otro, una regresión.

Paolo Rocca es, según quienes frecuentan su trato, un empresario inusualmente culto para la media argentina. Es doctor en Ciencia política, pasable jugador de ajedrez, buen lector, le gusta dar sutiles descripciones de la realidad. En eso se diferencia de la mayoría de sus pares, que suelen ser de saberes tan limitados como Mauricio Macri o Francisco de Narváez, dos emergentes políticos de esa devaluada élite. Rocca acuñó tiempo atrás una suerte de parábola sobre el poder de Kirchner. Dice que el ex presidente reinó en una selva que acababa de atravesar una catástrofe. Las fieras no eran tales, estaban débiles, subalimentadas, sin dientes. Kirchner las domesticó sin mayor esfuerzo y así comandó el país, con éxito. Tanto que las fieras recuperaron el peso, la fuerza, las garras. Querer regirlas ahora como antes, concluye el CEO ilustrado, es una quimera. La parábola es extensiva a los gobernadores, al PJ, a los sindicatos. Pero, a los efectos de esta crónica, esos leones resucitados (redondea el cronista a su guisa) son Techint, la UIA y la AEA, que pugnan por volver a ser los reyes de la selva. De eso se trata, no ya de las andanzas de Chávez o de la indemnización por las expropiaciones, que ya llegará.

La demanda de defensa ante el Estado venezolano (accesible) o la exorbitancia del reclamo sobre Mercosur son gritos engañosos del tero. Las campanas doblan por tener voz, voto y si es posible representación corporativa en un virtual nuevo gabinete. Por una ley de ART que licue la responsabilidad social empresaria vía alivio de sus costos. Por un nuevo esquema fiscal y por el reingreso de las corporaciones a la Casa Rosada y a Olivos, como en el segundo tramo del alfonsinismo, como durante el menemismo, el duhaldismo o bajo la Alianza.

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Sin ayudita de los amigos: Los leones recuperados se manejan como teros: ponen los huevos en un sitio, gritan en otro. Toda la vindicta sobre el chavismo es en realidad un ensayo para adoctrinar al oficialismo. El consiguiente despliegue político, corporativo y mediático es asombroso. Canales de la televisión argentina cubren un seminario de cuarta categoría en Caracas, por primera vez en su historia, tampoco muy pródiga en dar cabida a encuentros de mayor calidad, en latitudes más cercanas. Mario Vargas Llosa y su hijo Alvaro se transforman en mártires de la libertad, merced a unas horas de retención en la aduana de Caracas. El papá es un gran escritor y un gorila de rústico pensamiento; el vástago sólo hereda una de esas características. Ya que de primates hablamos, el descendiente parece desmentir las teorías de Darwin sobre el mejoramiento de las especies. Claro que la desmesura de Chávez les granjea repercusión y prestigio.

El presidente venezolano les complicó la existencia a sus aliados argentinos. No lo hace adrede, pero los perjudica tanto como si quisiera hacerlo. Todo indica que la versión del gobierno argentino es cierta: nada les avisó en El Calafate. Los tomó de sorpresa, como cuando estatizó Sidor. Para colmo, sus otras irrupciones en la semana dejaron mal parada a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Chávez dijo que las empresas brasileñas estaban exentas de la ola de nacionalizaciones, un desdén para la Argentina. Luego comentó que se trataba de una broma íntima. Ni la aseveración ni la retractación sonaron convincentes, mucho menos serias. En ambos casos, el gobierno argentino quedó de garpe. Confidentes de Palacio chimentan que la pareja presidencial está embroncada con Chávez. No les faltan motivos, pero deberían repensar mejor cómo anduvieron sus reflejos ante la sorpresa.

Como suele pasarle, el Gobierno tiene un caso razonable a su favor, pero su discurso y sus operaciones políticas no están a la altura. Quizá se apresuró demasiado a cerrar el entuerto con el argumento de la decisión soberana de Venezuela. Debió dejarse un resquicio para marcar distancia, la carencia se hizo chocante a medida que Chávez acumuló inoportunidades y jugadas inconsultas. Con un socio tan tropical y lanzado en sus modos, es aconsejable guardarse una baraja. Los minués diplomáticos (llamar al embajador, protestas protocolares sin estridencia) cumplen esa función, es poco atinado privarse de ellas. Desde Olivos y la Casa Rosada renunciaron de movida a esos recursos, cerraron filas demasiado pronto con Chávez, aun antes de consensuar los pasos futuros.

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La OEA en Honduras: El lunes asume Mauricio Funes como presidente de El Salvador. La llegada de la izquierda al poder, tras casi dos décadas de gobiernos de rancia derecha, contradice el tufillo de giro conservador que prima en la coyuntura de la región.

En esta misma semana, la primera asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA) de la era Obama, a celebrarse en Honduras, deberá abocarse a tratar el caso cubano. La exclusión de Cuba del sistema interamericano se engendró en un contexto ya inexistente, el de la Guerra Fría. Aun en ese trance, fue una injusticia histórica que clama por reparación. Ese punto casi no está en discusión, salvo para la cerril derecha norteamericana y ciertas estribaciones que tiene más al Sur. Pero Barack Obama tiene complicaciones para implementar un viraje y para muchos gobiernos latinoamericanos es prioritario no complicarle el frente interno. Página/12 habló con especialistas de varios países hermanos, que coinciden en ese diagnóstico inédito: debe conservarse el clima de convivencia inaugurado en la Cumbre de Trinidad-Tobago, debe ahorrarse a Obama un desafío frontal, que podría costarle un traspié en su política doméstica.

El punto es que tampoco puede proseguir la discriminación contra Cuba. En términos formales, la isla no fue expulsada de la OEA. Se la suspendió, tan es así que su bandera sigue flameando en el lujoso asentamiento del organismo en Washington. Para algunos gobiernos “moderados” de este Sur eso abriría un resquicio formal: se levanta la suspensión y se deja pendiente (sujeto a discusiones legales seguramente largas y muy poco erotizantes) el alcance exacto de la medida. Para muchos otros países esa chicana es una pobre resolución, un menoscabo a la importancia de la reparación pendiente. Argentina y Brasil seguramente buscarán un camino más explícito, quizá no estén en mayoría.

Algunos presidentes irán al encuentro, para elevar su nivel (que suele llegar a cancilleres) y radicalizar los planteos. El nicaragüense Daniel Ortega primereó, tal parece que Evo, Correa y quizá Chávez sean de la partida. “Son más castristas que Fidel”, describen baqueanos de la Cancillería argentina. Cuba no demuestra ningún interés en volver a la OEA, muy maltratada en una reciente aparición de Raúl Castro.

La reconstrucción del sistema interamericano o la definitiva clausura de la OEA, reemplazada por el Grupo Río como instancia regional sin la presencia de Estados Unidos son alternativas en danza.

La OEA, ente anquilosado si los hay, también es teatro de cambios de época trabajosos, pero inexorables.

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Epílogo que no es tal: La crisis económica global no toca piso, acá ya se pulsea para determinar qué sectores pagarán los platos rotos. La campaña electoral continúa, hay mucho en disputa aunque no parezca. De momento, priman la judicialización y la farandulización. Falta menos de un mes para que hablen las urnas y se sigue discutiendo acerca de la residencia de Néstor Kirchner y de Claudia Rucci. Los poderes reales, en tanto, mueven sus piezas.

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