EL PAíS › INVESTIGACIóN SOBRE LAS VíCTIMAS DEL BOMBARDEO DE 1955
› Por Alejandra Dandan
“A la larga, los muertos en realidad van a ascender a unos mil. Hubo cinco mil heridos y, en realidad, la reticencia que aún existe para abrir archivos o conseguir los nombres nos muestra que todavía vivimos en una época en la que cuesta decir la verdad.” A las 12.40 de hoy, Liliana Bacalja estará detrás de la Casa de Gobierno, ante el nuevo monumento a las víctimas del bombardeo a la Plaza de Mayo, ejecutado por la Marina el 16 de junio de 1955. La primera bomba que cayó aquel día a esa misma hora mató también a su padre.
Desde el mediodía y hasta las 18, los familiares de los muertos y heridos por el bombardeo, que preludiaría el derrocamiento de Juan Perón, rendirán homenaje ante el monumento que recuerda a las víctimas en la Plaza Colón, en la explanada posterior de la Rosada. A las 18, Eduardo Luis Duhalde, secretario de Derechos Humanos de la Nación, junto a familiares e integrantes del Equipo Especial de Investigaciones del Archivo Nacional de la Memoria, presentará los resultados de una investigación que, durante los dos últimos años, buscó reconstruir y documentar la lista de muertos y de heridos recorriendo morgues, hospitales y cementerios.
Bacalja es una de las personas que participó de la investigación. La primera bomba que cayó en la plaza, sobre la boca del subte, frente al Ministerio de Economía, mató a su padre cuando ella tenía un año. Bacalja impulsó la reconstrucción completa de la lista que, en 2006, después de un primer trabajo de depuración, reunía a 321 víctimas, de las cuales 84 eran NN. En ese camino –dice–, se encontró por ejemplo con datos de quienes hasta ahora ni siquiera figuraban entre las víctimas.
Uno de los casos es la hija de una de las víctimas, que la llamó desde Francia. El padre de esa mujer –explica Bacalja– voló por los aires por la onda expansiva de una bomba que cayó contra un trolebús. El hombre terminó carbonizado en el coche en el que viajaba. Al tiempo, su mujer se casó con un francés y toda la familia se radicó en Francia. “La hija quiso hablar conmigo –dice Bacalja–, y la cité en el Archivo Histórico, donde hacemos parte de la investigación, ese día me habían dado la partida de defunción de su padre, que hasta ahora no figuraba en la lista de muertos del monumento. Yo le entregué la partida y ella, que nunca más había podido pisar la Plaza de Mayo, pudo ver el monumento.”
Duhalde dará a conocer algunos de los resultados alcanzados por primera vez en 54 años. El Equipo Especial que depende de la S ecretaría será el encargado de informar las conclusiones con el número de fallecidos y sus identidades. Entre otros relevamientos, parte de la Comisión viajó a Santiago del Estero. El 16 de junio de 1955 el bombardeo alcanzó un micro con niños que, de acuerdo con las noticias de la época, había salido desde esa provincia para un encuentro con el presidente Perón. “Ese viaje no es un mito”, dice Bacalja. En un documental, entrevistaron por ejemplo al que entonces era intendente de Avellaneda, Laurentino García. “El nos dijo que les iban cruzando las manos a los cuerpos y poniéndoles un librito entre las manos, también hubo enfermeras que dieron testimonio, pero los niños todavía no están identificados, faltan partidas de nacimiento porque en Santiago del Estero no pudimos encontrar ningún dato.”
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