EL PAíS
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La misma sintonía
› Por Washington Uranga
Eduardo Mirás participó como vicepresidente segundo y después primero durante los dos períodos en los que Estanislao Karlic encabezó la Conferencia Episcopal Argentina y, dentro de su propio estilo, colaboró y ayudó a modelar la estrategia de compromiso con lo social y de mayor autonomía del poder político que la cúpula eclesiástica fue construyendo para dejar atrás la etapa liderada por el fallecido cardenal Antonio Quarracino, un hombre de grandes afinidades con el menemismo. En ese sentido no son muchas las diferencias que, al menos en lo inmediato, podrán percibirse entre la gestión encabezada por Karlic y la que ahora se inicia. Sobre todo si se toma en cuenta que tres de los cuatro miembros de la Comisión Ejecutiva ya estuvieron en el período anterior y que quien ingresa en ese cuerpo, el arzobispo Castagna, se alinea en la misma tónica de sus colegas y cultiva además bajo perfil.
Mirás al igual que Bergoglio, y –por lo menos en este nivel– con más firmeza y grado de exposición pública que Karlic, es un crítico severo del modelo económico y de sus consecuencias sociales. En muchas ocasiones ha criticado la pobreza extrema, pero también con la misma dureza a todos los niveles dirigenciales, especialmente a los políticos. Varios de los pronunciamientos de los obispos en los últimos años surgieron de la pluma del propio Mirás. El arzobispo rosarino no es de la personas que suela ahorrar observaciones y señalamientos cuando se trata de apuntar los errores de quienes están en el gobierno. Fiel a la línea que ha trazado Juan Pablo II –y en la cual se alinea muy claramente el Episcopado argentino– el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal combina su preocupación social con una gran ortodoxia doctrinal en cuanto a los temas propios de la Iglesia y en cuestiones tan candentes como la enseñanza católica sobre la familia, el aborto y el celibato sacerdotal, para mencionar sólo algunos temas.
No habrá que esperar, en consecuencia, variaciones muy importantes en la orientación del Episcopado en los próximos tres años. Tampoco en relación con el Diálogo Argentino, una de las iniciativas que aún reconociendo sus limitaciones, Karlic ponderó como un logro de su gestión en su homilía de balance y despedida. Sin embargo, es posible que con Mirás a la cabeza –y con el apoyo de Rodríguez Melgarejo como secretario general– lo que termine por profundizarse sea la toma de distancia entre la Iglesia y el Gobierno. Esto significaría orientar el Diálogo hacia una herramienta cada vez más autónoma, considerada importante para la vida de la sociedad argentina en la medida en que sean las organizaciones intermedias las que se hagan cargo de su desarrollo.