EL PAíS › OPINIóN
› Por Horacio Verbitsky
El bloque agrario parecía haber conseguido en las elecciones de ayer una victoria de alcance nacional, que implicaría una regresión profunda en el panorama político del país. El condicional depende de la estrechez de los márgenes en algunas provincias clave, como Buenos Aires y Santa Fe, cuya heterogeneidad social y política impide sacar conclusiones definitivas si la carga de datos no es representativa de sus distintas regiones. En casos similares varias veces los números de la noche cambiaron al alba. En esas dos provincias se define el liderazgo futuro del justicialismo gobernante. Es obvio que de los datos finales que obtengan Reutemann y Kirchner dependerán los alineamientos futuros de ese partido.
Pero con independencia de ese balance, que el lector ya conoce pero que era incógnita al escribirse esta columna, los datos parciales del escrutinio provisorio a la hora de cierre muestran el fracaso oficial y sobre todo el éxito del bloque agrario para convertir sus intereses en el sentido común de la sociedad. El rasgo más notable es el rechazo al gobierno nacional, continuación de la escalada que comenzó con el conflicto planteado por las cámaras patronales del campo en marzo del año pasado. Con algo más de la mitad de los votos escrutados, el ex presidente Néstor Kirchner estaba 2,4 puntos detrás en la provincia de Buenos Aires, aunque faltaban datos de municipios del conurbano que tal vez podían revertir ese desequilibrio, aunque también los de La Plata, que se presumían adversos. Pero ya no había dudas de que habían perdido los candidatos oficiales en un distrito tan significativo como Santa Cruz, la provincia de Kirchner. A esto se suma la paridad en Entre Ríos, la reducción de los márgenes de ventaja en varias provincias y los buenos desempeños de los líderes que desde distintas fuerzas políticas, de derecha a izquierda, enfrentaron con mayor decisión al gobierno de la presidente CFK en la batalla de las retenciones: Francisco De Narváez y Felipe Solá (apoyados por el sindicalista de los peones rurales Gerónimo Venegas) en la provincia de Buenos Aires, Julio Cobos en Mendoza, Luis Juez en Córdoba, Fernando Solanas en la Capital. Al cierre de esta edición no era claro el de-senlace de Santa Fe entre Carlos Reutemann y Rubén Giustiniani, ya que las cifras de la capital y del interior provincial daban ventaja a Reutemann, pero a medida que se iban contando los votos de Rosario esa diferencia se reducía a un punto y el Frente Progresista, que se iba imponiendo en diputados, tenía datos propios que lo daban ganador también para el Senado. En todo caso, tanto uno como otro militaron a favor de las cámaras agropecuarias y en contra del gobierno nacional.
Los hechos objetivos de la economía dicen que con los costos y los precios actuales de los principales cultivos del país, los pequeños productores de hasta 300 toneladas anuales tendrían una situación mucho más conveniente si la resolución 125 y sus modificatorias hubieran sido aprobadas por el Senado. Los márgenes brutos promedio son superiores este año a los del último quinquenio. Pero esta es la mejor medida del fiasco oficial en esta lucha, que para la Sociedad Rural y sus aliados no es por un punto más o menos de rentabilidad sino por la imposición de una hegemonía, que implica un proyecto que va mucho más allá de una u otra medida económica. Esa ofensiva se reforzará a partir de hoy. La debilidad del Gobierno se acentuará después del escrutinio, por los previsibles corrimientos de propios y ajenos, tanto en la dirigencia política como en las cámaras patronales y las grandes corporaciones. Las bancadas oficiales en ambas Cámaras del Congreso se han encogido en forma significativa, así como han crecido las del Acuerdo Cívico y Social, que abrió sus filas a los candidatos de las cámaras patronales agropecuarias. Nadie percibió antes que Elisa Carrió la importancia de ese bloque, al que se plegó aun antes del último conflicto. Ayer obtuvieron una docena de bancas agropecuarias.
El justicialismo comienza la búsqueda de un nuevo liderazgo, para el que ayer se ofreció también Maurizio Macri y del que tampoco se debería descartar a Daniel Scioli. El Grupo Clarín se propone sepultar el anteproyecto de ley de servicios audiovisuales. La Unión Industrial, que habla por Techint, entiende que una megadevaluación es la mejor prenda de unidad con la oligarquía agropecuaria, a expensas del salario de los trabajadores, que son los grandes derrotados de ayer. Tantos intereses y tan poderosos fueron demasiado para un gobierno que no supo organizar una fuerza política que respaldara las audaces medidas que adoptó para invertir una tendencia de tres décadas, que degradó a la sociedad. Tal vez eso ayude a entender cómo el voto popular pudo favorecer en porcentajes significativos a un candidato como De Narváez, de quien lo poco que se conoce es inquietante. Sólo la aversión irracional al Gobierno explica que los votantes hayan decidido ignorar la misteriosa trama de intereses que sostienen al hombre que ni siquiera se preocupó por negar las cuatro llamadas desde uno de sus celulares a un detenido al que la prensa bautizó como El Rey de la Efedrina.
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