EL PAíS › CóMO ANALIZó EL GOBIERNO LA DERROTA EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
Anticipan cambios en el gabinete y también en el estilo. En la primera línea del entorno presidencial creían que los votos no fueron, en gran medida, contra el modelo, sino contra las formas. Hubo reproches hacia algunos intendentes.
› Por Daniel Miguez
El golpe para el Gobierno fue durísimo y le dolió más por lo inesperado. Encuestas que fallaron, sondeos a boca de urna que le generaron una ilusión que se fue desvaneciendo mientras la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, su esposo Néstor Kirchner, el gobernador Daniel Scioli y algunos ministros miraban mudos los números que transmitían los canales de televisión hundidos en los sillones de una habitación del piso 19 del hotel Intercontinental. Ya entrado el día de hoy y cuando todavía no había reacción para salir a enfrentar al periodismo y admitir el resultado de la elección, había una certeza unívoca en el oficialismo: muchos votantes se expresaron contra el Gobierno y hay que entender eso para cambiar. La primera expresión del cambio será en el Gabinete, ya que, según sabe Página/12, la Presidenta removerá varios ministros para encarar los dos años que le quedan de gestión. Y los cambios serán casi inmediatos, tanto que algunos pronosticaban que el anuncio será antes del fin de semana.
Había cambios que se venían perfilando más allá del resultado de ayer, como el del jefe de Gabinete, Sergio Massa, y la ministra de Salud, Graciela Ocaña. Pero, aseguran, habrá varios más. Cuál será el sentido de esos cambios, dependerá de la lectura que haga la Presidenta del mensaje de la sociedad con su voto. Más de una primera figura del Gobierno casi rogaba que la interpretación de Cristina Fernández sea que los votos en contra no fueron en su mayoría contra el modelo, sino contra las formas, es decir el modo de reaccionar ante los problemas y, sobre todo, de tomarse mucho más seriamente la comunicación. Las fuentes coinciden en explicar esto en el hecho de que Kirchner, con este mismo modelo económico, dejó la presidencia con un 70 por ciento de imagen positiva. Pero que no hubo un adecuado registro de las nuevas demandas sociales que le esperaban a CFK.
Todo eso se decía anoche en el bunker oficialista, especialmente en los pisos 17 y 18. En el primero estaban todos los candidatos de la Capital Federal y la mayoría de los ministros del gobierno nacional. En el 18 se reunían los candidatos bonaerenses, funcionarios de Scioli y algunos sindicalistas, entre ellos Hugo Moyano.
En el restringido piso 19, junto a la Presidenta, Kirchner y Scioli durante varias horas sólo tuvieron acceso el ministro del Interior, Florencio Randazzo, Massa, el secretario de Inteligencia, Héctor Icazuriaga, el titular de la AFIP, Ricardo Etchegaray, el vocero presidencial Miguel Núñez, el secretario de Medios Enrique Albistur, el subsecretario de Medios, Alfredo Scocimarro, y el hermano del gobernador, José Scioli. Recién a las 23 se sumó el canciller Jorge Taiana y poco después el resto de los ministros y el vicegobernador Alberto Balestrini.
Cerca de la 0.30 Kirchner se levantó y se encerró en una habitación con Scioli y Balestrini, la diferencia de casi tres puntos a favor de Francisco De Narváez se iba a achicando décima a décima y querían analizar fríamente si había alguna posibilidad de que la derrota se revirtiera, porque faltaba escrutar el 30 por ciento de las mesas. La conclusión no fue siquiera un “quizás”. Fue más bien un “ojalá”.
La desazón casi no dejaba lugar para el enojo. Sí había quejas hacia los opositores que esparcieron el temor al fraude en los días previos. “Hasta ahora no escuché a nadie de los que dijo que íbamos a hacer fraude que pidiera disculpas”, se quejó amargamente Kirchner en un momento. También deslizó reproches hacia algunos intendentes que, de acuerdo a los números que le llegaban, lo habían traicionado. Son aquellos que invitaban a recortar boletas o sólo repartían por las casas la boleta de candidatos a concejales con su nombre testimonial al tope, obviando la que encabezaba Kirchner.
Así, rezando para que un milagro los acercara al milagroso triunfo durante la madrugada, terminaban el día los principales dirigentes del oficialismo que se habían despertado el domingo llenos de optimismo. Después de las dos de la mañana, saldría a reconocer públicamente la derrota.
Kirchner había pasado el día en Olivos, acompañado sólo por Scocimarro, recibía las encuestas a boca de urna, hablaba por teléfono con intendentes y algunos gobernadores y todos le auguraban una noche feliz. A las cinco de la tarde, cuando la Presidenta volvió de votar en Río Gallegos, fue bien recibida con los últimos datos de las bocas de urna: entre 4 y 8 puntos arriba en la provincia de Buenos Aires. Mientras, Randazzo, que al mediodía se subió al helicóptero para ir a votar en su Chivilcoy natal, apenas regresó a la Casa Rosada hizo puntillosamente todo el recorrido telefónico de Jujuy a Tierra del Fuego. En Jujuy, Eduardo Fellner le daba buenas noticias, también Juan Manuel Urtubey en Salta, Jorge Capitanich en Chaco y Lucía Corpacci en Catamarca.
Los sorpresivos resultados a favor en Catamarca (inesperadamente segundo), Río Negro y en Tierra del Fuego (donde el kirchnerismo salió primeros desplazando a los partidos gobernantes en ambos casos), no alcanzaban a calmar su preocupación por el resultado en Santa Cruz: las bocas de urna daban un empate técnico en la tierra de la Presidenta. Algo increíble y que terminó de la peor manera. Después llegó también la sorpresa de la derrota en Entre Ríos
Pero el impacto de Santa Cruz no podía equipararse a un triunfo en Buenos Aires, que se descontaba. Por eso a las 1.30 de la mañana nadie del oficialismo había salido a decir una palabra a los periodistas que esperaban en el hotel Intercontinental. Los platos con sandwichs y otras cosas para comer seguir repletos, síntoma de estómagos cerrados. El clima era tal que una moza le ofreció a la Presidenta: “¿Prefiere agua o Gatorade?”. Ella respondió: “No sé, lo que vos quieras”.
Para esa hora iba tomando forma la idea de cambios drásticos en el Gobierno, de nombres y de estilo, lago que madurará entre hoy y mañana cuando el resultado de la elección bonaerense esté bien digerido.
Sin embargo, junto a las duras críticas y autocríticas que se esbozaban, también surgía un consuelo que partió de un primer análisis de Kirchner, aún cuando creía en la victoria en Buenos Aires. Se trata de algo que no varió con la derrota: nadie tuvo un triunfo tan contundente como aparecer como el gran ganador, salvo Julio Cobos en Mendoza, donde ganó holgadamente la lista que él apadrinaba. El razonamiento era que Francisco De Narváez y Carlos Reutemann ganaron ajustadamente. Lo mismo que Luis Juez en Córdoba. Y el PRO en Capital obtuvo mucho menos de lo que esperaba.
De allí, Kirchner pasó al escalón siguiente de análisis: fue un voto contra el Gobierno y no a favor de posturas neoliberales que encarnan varios de los candidatos gobernadores. Si fuera así, no habría que tocar el modelo sino los modales. Algo que teóricamente debería ser más sencillo.
Una incógnita de más corto alcance, pero que dará una pista de futuras posturas del Gobierno es el discurso que impere para reconocer el resultado de la elección en la provincia de Buenos Aires. Al parecer Scioli no tiene dudas: dirá que hay que escuchar la voz del pueblo, lo que la gente quiso expresar a través del voto y hacer las correcciones que haya que hacer en el sentido de escuchar los reclamos quejan de esa interpretación. Varios ministros consultados por este diario, creían lo mismo, y apostaban que una vez superado el mal trago la Presidenta y Kirchner seguirán el mismo camino. Así, a las dos de la mañana de hoy, dejaron la sensación de que comenzó una nueva etapa en el kirchnerismo.
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