Dom 05.07.2009

EL PAíS  › OPINION

¿Cómo hacer política?

› Por Washington Uranga

El trabajo del observatorio político y electoral integrado por investigadores y docentes de la UBA pone en evidencia, una vez más, que las decisiones electorales no están vinculadas mayormente con convicciones profundas y con el análisis de trayectorias, sino más bien con una serie de circunstancias, muchas de ellas coyunturales y, en buena parte de los casos, no directamente ligadas a lo que se pone en juego. En este caso: la elección de legisladores. Un dato no menor, también resultado del estudio, es que el 15 por ciento de los encuestados dice haber inclinado su voto por alguno de los candidatos el mismo día del acto electoral. Y en ese sentido no hay mayor contraste entre los diferentes candidatos (15 por ciento de los que votaron por Michetti, 15,4 de los que lo hicieron a favor de Heller, 15,7 de los que se inclinaron por Prat Gay y 15,2 de los que se decidieron por Pino Solanas).

Si se observa que el 76,2 por ciento de los votantes de Claudio Lozano en el 2007 se volcó ahora por Pino Solanas, se podría decir que, al menos en ese grupo, hay una manifestación de cierta coherencia para sostener las convicciones políticas. Más difícil de explicar es que más del 15 por ciento de los que votaron a Macri en el 2007 ahora lo hayan hecho por Pino Solanas. El trabajo del equipo coordinado por De Angelis deja a las claras que en la mayoría de los casos el voto es un bien volátil, sobre todo en el electorado de clase media. Pero podría decirse lo mismo de los resultados de zonas del conurbano que otrora se consideraban “cautivas” del voto justicialista y que ahora emigraron hacia otros horizontes.

La política contemporánea tiene razones que la razón política no puede explicar. Las preferencias electorales están marcadas más que por las convicciones profundas (esas que podríamos llamar ideológicas para entendernos) apenas por los intereses personales (aquello que favorece a mi bolsillo, por ejemplo), las circunstancias recientes o, tan sólo, por los humores pasajeros, tal como lo podría revelar el hecho de la cantidad de personas que decidieron el sentido de su sufragio el mismo día de la elección. Vale la pena preguntarse cuál es el sentido de la política hoy. O cómo consolidar propuestas políticas que se apoyen en convicciones fuertes y alimenten procesos de mediano y largo plazo. Esta debería ser la respuesta a buscar, si es que no queremos quedar sometidos simplemente al manejo de los creativos y estrategas del marketing siempre contratados por los que más dinero y poder tienen. Sin perder de vista, claro está, que el voto es apenas una expresión de la política y que la democracia se construye todos los días a través de múltiples herramientas. Pero, para bien o para mal, en el sistema democrático el voto determina los gobernantes y con ellos la orientación que se le quiere dar a la sociedad.

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