Sáb 11.07.2009

EL PAíS  › PANORAMA POLíTICO

Horizontes

› Por J. M. Pasquini Durán

A veces como una brisa, otras como un vendaval, las turbulencias nunca dejan quieto al paisaje político. Han pasado dos semanas cortas desde el 28 de junio y la atención volvió a concentrarse en los movimientos del Gobierno. A su manera, con motivos para el debate más que para la conformidad, la presidenta Cristina comenzó a retomar la iniciativa política al iniciar la segunda mitad de su período. En los últimos días hizo cambios en el gabinete con la mezcla que a ella le gusta: veteranos entreverados con jóvenes de formación intensiva, de manera que Aníbal Fernández, como jefe del Gabinete de Ministros, peronista bonaerense, discípulo de Duhalde, tendrá que armonizar ideas y tareas con Amado Boudou, exitoso ejecutivo joven, formado en escuelas liberales pero adherente al modelo desarrollista de los Kirchner, quien ocupará la cartera de Economía. Hay varios ejemplos del mismo estilo.

En Tucumán, en su mensaje del 9 de Julio, la Presidenta avanzó sobre los objetivos de esta etapa: diálogo con todos los sectores económico-sociales (los interpartidarios en el Congreso, por ahora) y reforma política, a la manera de Santa Fe con primarias abiertas, que promueva la participación popular en los partidos y mejore la calidad del sistema de representación. Para la oposición, que rechaza cualquier iniciativa gubernamental, nada de lo que proponga el Poder Ejecutivo será bienvenido. Sin embargo, los que miran sin prejuicios reconocen que la Casa Rosada comenzó a moverse hacia contenidos que pueden reconocerse en la agenda implícita de las urnas del 28 de junio.

Habrá que darle algún tiempo al nuevo equipo para juzgar el plan entero de esta segunda etapa. Algunos temas vienen de antes de los comicios, pero pasaron a primer plano después del escrutinio, como ocurrió con la epidemia de la gripe. Las pestes y la política vienen entremezcladas desde tiempos inmemoriales. Cinco siglos antes de Cristo, Tucídides, en su Historia de la guerra del Peloponeso, dio cuenta de la peste que asoló Atenas y cuatro siglos después Lucrecio volvió sobre el tema en su Rerum natura. Comentaristas de este texto han interpretado que el autor quiso exponer la idea de que la organización política fracasa ante la contingencia natural. En los días presentes, hay quienes especulan que la epidemia se llevó puesta la planificación estatal en sus primeras semanas debido a intereses políticos cruzados con las urgencias electorales.

Además de las víctimas fatales, la porca gripe tendrá efectos negativos en la economía, en primer lugar en el turismo, pero también en una serie de rubros que, por las buenas o a la fuerza, tuvieron que suspender actividades en una época en la que el consumo tiende a subir debido a las vacaciones invernales, pero no con chicos aislados en sus casas. Compensar estas pérdidas es apenas una de las tareas menores del ministro Boudou, teniendo en cuenta que las calderas del proyecto oficial funcionan a base de dinero, local y extranjero, y esa materia prima, abundante en los años pasados, se ha vuelto esquiva y escasa.

No es el único que enfrenta problemas que son como una tachuela en el asiento oficial. La ministra Georgi tiene pendiente cita con la Mesa de Enlace, porque hace un mes postergó los encuentros hasta después de las elecciones. Según Buzzi, de la Federación Agraria, “con plata (subsidios) todo se arregla”, a lo que el Gobierno le podría contestar “con plata, cualquiera”.

Este es un asunto que trae malos recuerdos a la Casa Rosada, pero la ciudadanía considera que requiere una vía de salida consentida por las partes, debido a que una inteligente y maciza propaganda convenció a la población de que parte de los problemas económicos –incluido el aumento de precios de los alimentos– se debe a la situación del “campo”. Es una batalla que el Gobierno perdió con mayor daño en su línea de flotación. A lo mejor el método adecuado para recuperar alguna chance de solución consentida sería una mezcla de citas ministeriales y debates en el Congreso para que la oposición también se vea comprometida en los acuerdos.

No será fácil, por razones políticas antes que económicas. Los principales dirigentes de la “mesa” no han disimulado su adhesión a la derecha antiperonista –una línea histórica de conducta de la Sociedad Rural– que prefiere que el Gobierno fracase una y otra vez hasta que tenga que dimitir a la manera de De la Rúa, desalojado, como a estos opositores les gustaría ver partir a los Kirchner. En lugar de apaciguarlos, los resultados del 28 de junio excitaron la imaginación de esta clase de hostigadores, tan dogmáticos que tienen pocos puntos de contacto con la derecha, como el PRO, que nucleada en diversas alianzas eligió el método civilizado de competir por el voto mayoritario.

Para la derecha “destituyente” el Gobierno está más débil que nunca, frágil como una rama seca, listo para ser partido. Lo único que ni ellos ni nadie sabe es cuál será la actitud popular si la democracia es amenazada, para volver al pasado, a una sucesión de administraciones civiles y militares, empinadas en sus poderes “de facto” mientras el pueblo carga con la parte del sometido. Ni el peor día de los Kirchner sería equivalente al mejor día de esos gobiernos elegidos por nadie. Estos grupos, poderosos pero minúsculos, intentan forjar en el país “la línea Honduras”, pese a su aislamiento ya que hoy en día no cuentan tampoco con la simpatía del presidente Obama que prefiere respetar las decisiones de las urnas, aunque el elegido sea Hugo Chávez de Venezuela, lo que es una novedad porque rompe una antigua alianza entre las oligarquías y el Hermano Mayor.

No parece casual la tajante posición que asumió el Departamento de Estado frente a los golpistas hondureños, porque forma parte de una visión del mundo diferente a la de sus predecesores, como lo acaba de probar con los acuerdos de cooperación pacífica que firmó en Moscú.

De a poco, como si la debacle financiera hubiera sido un huracán, el día comienza a abrirse y nuevas ideas emergen, todavía con timidez, para la reorganización del sistema en el planeta. Brasil, el socio de Argentina en el Mercosur, es un activo promotor junto con Francia y otros gobiernos de los cambios (al propio Lula se lo menciona como presidente del Banco Mundial) y una sigla hace soñar a los poderes brasileños: “BRIC” (Brasil, Rusia, India y China), el cuarteto de poderes que surgen en ese imaginado nuevo mundo.

La política criolla se mantiene alejada de esas corrientes internacionales, como si Argentina no fuera parte del mundo. Si alguien repasa los discursos de campaña, rara vez encontrará alguna mención al resto del planeta y las reacciones adversas al viaje de la presidenta Cristina a Washington y El Salvador –“la gripe es más importante”– confirman esa tendencia de mantenerse al margen, con la nación ensimismada en sus agendas domésticas. Luego, la oposición acusa al Gobierno de haber aislado al país del mundo, pero cuando ellos se refieren al planeta por lo general sólo aluden a los centros internacionales de crédito, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), uno de los peores administradores del dinero ajeno ya que las últimas crisis, hasta la más grande inclusive, sorprendieron a sus directivos en la luna de Valencia y, lo que es peor, a la hora de hacer sus propuestas para el futuro las diferencias fueron mínimas con respecto al pasado.

Los empresarios argentinos sueñan con los inversores extranjeros, pero a la hora de la realidad lo que anhelan, casi todos, es un comprador para sus propiedades. Viven quejándose de las dificultades de sus tareas cotidianas, olvidados ya de que el capitalismo es riesgo, y de los obstáculos que les ofrece el libre mercado, del que dicen ser devotos. Acuden al Estado en busca de créditos sin retorno, pero se encrespan cada vez que la administración estatal quiere intervenir para orientar los negocios en el mejor interés nacional o pretende redistribuir los ingresos para que todos, empresarios y trabajadores, tengan la mejor oportunidad.

Si los líderes políticos se interesaran más por lo que sucede en la geografía universal, sin duda ganarían en flexibilidad, creatividad y nuevas dimensiones para concebir el poder. Ahora, por iniciativa de la presidenta Cristina, se reiniciará un ciclo de encuentros en principio con los sectores económico-sociales, si bien aún no hay agenda conocida. Sería deseable que la idea involucre a los partidos de la oposición, una vez que se aclare para qué quiere cada interlocutor el diálogo. Por lo general, a la hora del encuentro cada uno sólo tiene para decir la repetición de lo que se le escucha en público a través de la TV. El objetivo que buscan es que el Gobierno los reconozca por nombre y apellido en algún lugar de la oposición que ellos se encargarán de elevar al primer rango. Suelen ser estos encuentros, como no sea en la reserva absoluta, un festival de vanidades, un paseo de pavos reales. A lo mejor el Gobierno, obligado por las demandas de la gestión, tiene un temario concreto para tratar, en asuntos que el ciudadano común pueda reconocer, los horizontes verdaderos del país en el mundo.

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