EL PAíS › OPINION
› Por María Vásquez Ocampo *
La presencia argentina en Haití se funda en una decisión que nuestro país tomó juntamente con Brasil, Chile, Ecuador, Guatemala, Perú y Uruguay. El propósito inicial fue el de acompañar a un país hermano en la senda de la reconstrucción de su Estado de derecho y de las condiciones para su desarrollo. Nuestra presencia responde también a un pedido de las Naciones Unidas para que la Argentina contribuya a la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah).
Resulta imprescindible, antes de repasar los logros alcanzados y los desafíos actuales, recordar que la Minustah es una operación multidimensional y, en tanto tal, sus principales objetivos, además de los relacionados con la seguridad, son facilitar el desarrollo, la normalización del proceso político, apoyar la reconstrucción del Estado nacional y de los poderes descentralizados, colaborar con la reforma de la Policía Nacional de Haití, de la Justicia y del sistema penitenciario e impulsar el respeto de los derechos humanos.
La presencia de la Minustah tuvo como resultado fundamental contribuir a la reconstrucción de un clima pacífico y la realización de elecciones libres en 2006, con la participación del 60 por ciento del electorado y una transparencia reconocida internacionalmente. De esta manera, pudimos hacer un aporte claro a la recuperación de la democracia y de un ambiente creciente de libertades individuales, de expresión y opinión.
Haití se encuentra hoy ante una etapa especialmente importante y delicada. Las circunstancias actuales sugieren un verdadero momento de inflexión: el desarrollo autosustentado a nivel institucional, social y económico es la prioridad. De la calidad de las respuestas de todos los actores depende el buen suceso de esta experiencia de reconstrucción, cuyo objetivo es eliminar las causas estructurales del subdesarrollo.
En los criterios de la participación argentina, el desarrollo ocupa un lugar central y en este sentido creo fundamental subrayar que nuestro país organizó y ejecutó varios programas de cooperación para el desarrollo con Haití, que se correspondieron desde el inicio con el lema “a las personas no hay que ofrecerles el pescado, hay que enseñarles a pescar”. Es importante mencionar al programa Pro-Huerta desarrollado por nuestro INTA. Se trata de un proyecto de seguridad alimentaria dirigido a los sectores más pobres de la sociedad para fomentar la autoproducción y el autoconsumo de alimentos frescos y, así, ayudar en la mejora de su calidad de vida.
El programa ya tiene un impacto concreto para las familias y pequeñas asociaciones rurales en seis de diez departamentos (provincias), beneficiando a 36 mil personas. En 2013 se espera alcanzar los 220 mil beneficiarios, con la colaboración de Canadá, España, y el IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura). Sobre esta red ahora se abre un nuevo desafío, colaborar en la construcción de una Red de Protección Social.
Los otros dos programas, instrumentos desarrollados por el Ministerio de Economía de nuestro país, son el Bapin, una base de datos para orientar y controlar la inversión pública, y una metodología para el manejo del gasto público, destinados a fortalecer capacidades del Estado haitiano.
Resulta por último fundamental recordar que la Argentina, Brasil y Chile participan de manera rotativa de las Conferencias de Donantes organizadas por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), impulsando de esta manera un mayor compromiso de la comunidad internacional con Haití, compromiso que se está reflejando en acciones concretas y que debe ser fortalecido aún más mediante el esquema de la Cooperación Sur-Sur y Triangular. Esta valiosa modalidad permite asociar a países desarrollados con países de desarrollo intermedio como los nuestros, para contribuir al crecimiento de países de menor desarrollo relativo, como es el caso de Haití.
Me gustaría subrayar que Latinoamérica ha tenido en Haití la oportunidad de demostrar su capacidad estratégica de colaborar eficazmente en la superación de problemas históricos y estructurales de seguridad e institucionalización democrática y que la Argentina, en tal contexto, con sus programas está contribuyendo con la reconstrucción de capacidades que faciliten el destino propio de la sociedad y el Estado, ello desde la compleja construcción democrática y el apego a los derechos humanos y sobre la base de criterios de solidaridad, hermandad y cooperación.
* Embajador argentino en Haití.
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