EL PAíS › LA RELACIóN QUE BUSCA MANTENER EL GOBERNADOR ENTRE EL GOBIERNO NACIONAL Y LOS INTENDENTES
Cerca del gobernador bonaerense están quienes sostienen que debe mantenerse junto al gobierno nacional y quienes pugnan por una diferenciación. El papel de Eduardo Camaño y el acercamiento a los intendentes.
› Por Alejandra Dandan
El hombre, un conocedor del territorio peronista, avanza en una ruta de los suburbios del conurbano. ¿The Gardener?, se pregunta cuando escucha el nombre de Daniel Scioli. “No”, explica. “Todo gobierno tiene alas duras, conservadoras y otras más rupturistas: Scioli está siempre en el equilibro. Se para en el medio de la pelea con Kirchner, en el medio de la pelea con los intendentes, pero no es un medio neutral: en algunos juegos ésa es la posición ganadora.”
Las últimas semanas del gobernador de Buenos Aires terminaron con la expulsión de Emilio Monzó de la Secretaría de Agricultura (ver recuadro) y un nuevo gesto de alineamiento con Néstor Kirchner coronado con una foto en La Plata. Pese al esfuerzo, el estado de paz entre el jefe bonaerense y el ex presidente parece siempre en situación delicada. Algunos viejos conocedores del territorio bonaerense arriesgan algunas hipótesis, que tienen que ver con los distintos modos de construcción del poder.
Desde el comienzo de su mandato, Scioli tuvo el gobierno estructurado en dos ejes, en ocasiones contradictorios. De un lado están Alberto Pérez, su jefe de Gabinete, su hombre político y quien siempre busca que se mantenga cerca del kirchnerismo. Del otro, José “Pepe” Scioli, su hermano, secretario general de la Gobernación y representante de la línea que, según algunos, tiende a alejarlo de la Casa Rosada. “Pero los dos expresan lo que el propio Scioli debe pensar”, indica el hombre del peronismo. “Scioli piensa que por momentos es mejor apoyar el modelo nacional porque la Nación es la que tiene la caja y que por momentos hay que desmarcarse porque el Gobierno vive confrontando con distintos sectores del poder que, finalmente, son las corporaciones que a él siempre lo mimaron.”
Alberto Pérez siempre fue la cabeza política de Scioli y, según algunos, hasta su único cuadro de verdad. Pepe, en cambio, es un Scioli. Y Scioli es un político capaz de sacarse fotos con Sandro, con los Pimpinela o sentarse a comer en el programa de Mirtha. Pero sus críticos no le objetan eso sino los fines: “A mí también –insiste la voz– puede encantarme Sandro, pero el problema es cuando eso no es la excepción sino la regla, y las fotos son la única herramienta política”.
Poco antes de las elecciones de junio algo de ese esquema cambió. Scioli tomó nota de una de las críticas más recurrentes a su gobierno: la excesiva presencia de porteños.
Esos cambios también explican lo que está pasando ahora mismo en el corazón del “sciolismo”. Uno de los movimientos más importantes del gobernador bonaerense fue –antes de las elecciones– la incorporación de Eduardo Camaño, ex presidente de la Cámara de Diputados, presidente por dos días durante la crisis de 2001 y una de las viejas caras del duhaldismo que se reconvirtió. Camaño asumió como ministro de Gobierno, uno de los dos cargos que cedió Alberto Pérez. Camaño es la persona que ahora maneja la relación con los intendentes de Buenos Aires. Tras las elecciones, también llegó el ex intendente de Avellaneda Baldomero “Cacho” Alvarez para reemplazar a Daniel Arroyo en el Ministerio de Desarrollo Social, también en ese esquema de desporteñización.
En ese nuevo esquema, en el que Camaño aparece como el poseedor de las llaves del contacto con los jefes territoriales, puede estar una de las claves de la relación con el gobierno nacional: a algunos les pesa todavía su pasado duhaldista. A otros no: dicen que Camaño es el hombre que le dejó el municipio de Quilmes a su ahijado político Francisco “Barba” Gutiérrez, uno de los intendentes peronistas más cercanos al kirchnerismo.
Todos los consultados coinciden en un punto: Scioli tuvo varios cortocircuitos con el gobierno nacional. Es cierto que Néstor Kirchner volvió a aparecer por el conurbano y que ambos se mostraron juntos para las fotos, pero nada parece suficiente para alejar los fantasmas.
Un ex funcionario bonaerense lo dice en estos términos: el problema más importante de Scioli no son las diferencias políticas con el Gobierno, sino que cada vez que Scioli intenta diferenciarse se choca con el problema de los recursos.
Desde el kirchnerismo admiten que la tensión existe, que en la Rosada molestaron los encuentros de Scioli con la Iglesia, con Eduardo Duhalde y con el agro. “Pero ojo que a mí no me parece mal que se vea con Duhalde”, dice el K con espíritu analista. “Lo que me parece mal es que se vea a escondidas, porque entonces parece conspirando; o que vaya a la Rural y que Llambías termine degollándolo frente a las cámaras o que se reúna con la Iglesia justo cuando la Presidenta anuncia un plan de viviendas.”
Pero, insiste la fuente, Scioli no se va a desmarcar porque siempre dice lo mismo: cuando le preguntan por su proyecto explica que nunca hubo provincia de Buenos Aires sin Nación. Así, como si fuera parte de una idea que no deja, Scioli lo repitió a Página/12 durante la entrevista publicada el domingo: “Cada vez que hubo ruptura, tensiones, distanciamientos o problemas entre la provincia de Buenos Aires y el gobierno nacional, perdió la provincia y perdió el país. Yo no voy a prestarme a eso, por más que me provoquen, por más que quieran sacarme de las casillas”.
Por el lado de la Nación, el análisis es parecido. “El problema de los fondos viene de hace diez o quince años”, dice el informante K. “Se agravó con la crisis, el Gobierno tiene un parate y entonces evalúa más cómo distribuir el dinero. La tensión existe, pero el gobierno nacional no va a dejar a la provincia en banda porque sabe que el quilombo le explota a la Nación: el Estado o la residencia de Olivos no están en medio de una isla.”
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