EL PAíS › OPINIóN
› Por Paula Español y Germán Herrera *
El resonante debate sobre la regulación de los medios ha sacado a la luz, además de las cuestiones referidas a las posiciones cuasi monopólicas en el mercado respectivo, el espinoso tema de los potenciales “sesgos” en los mensajes difundidos por la prensa. Frente a la zoncera que reza que los medios sólo nos cuentan lo que ocurre, vale la pena decir que no se requiere ser un especialista en comunicación para intuir que muchas veces las noticias, más que suceder, se construyen. Por su parte, la economía en tanto profesión tampoco se encuentra ajena a la controversia sobre la objetividad. La disciplina se debate entre quienes pregonan una cientificidad independiente de toda apreciación valorativa, y quienes la entendemos inseparable de la dimensión política, sin proponer una forzada distinción entre leyes “naturales” (las del mercado) y leyes “artificiales” (las de la política). En este marco, la política impositiva ha estado siempre entre las intervenciones que han despertado más polvareda dentro de la profesión. En la visión más ortodoxa, los impuestos son vistos como un mal necesario y, en tanto tal, se insiste en potenciar su “neutralidad” y evitar que devengan “distorsivos”, lo cual en la práctica se traduce en reclamos por una menor carga impositiva.
Semanas atrás se conoció un reporte del Banco Mundial con un ranking que procura sintetizar la facilidad para hacer negocios (entendida como la ausencia de “trabas” o regulaciones públicas) en unos 180 países. Un componente del informe es el denominado Paying Taxes, donde se pretende estandarizar la carga impositiva de una empresa representativa, unidad hipotética con características comunes en las economías investigadas. Para ello, se crea un indicador que mide la proporción de los impuestos totales que la empresa en cuestión debe afrontar en relación con el beneficio obtenido. Sorprendentemente, el indicador para la Argentina arrojó un resultado de 108 por ciento, lo cual implicaría que la masa tributaria pagada por esa hipotética empresa superó las utilidades obtenidas. La sorpresa se torna aún más grande cuando se observa que el análisis corresponde a 2007, período previo al freno de la actividad por la crisis internacional: ese año la economía creció un 9 por ciento y la actividad y el empleo del sector industrial al que pertenece la empresa representativa del informe, más de un 6 por ciento. Por su parte, de acuerdo con los datos de la AFIP, la utilidad neta en relación con las ventas fue del 8 por ciento para el total de la industria y del 12 por ciento para el sector en cuestión. Pero lo más asombroso es que el reporte Paying Taxes no es nuevo sino que –apoyado en las respuestas de “informantes calificados” no explicitados– se viene elaborando desde hace años y siempre se repite la misma historia, dejando planteado el interrogante sobre por qué las empresas argentinas insisten en su afán de sobrevivir frente a una estructura tributaria que las dejaría con pérdidas período tras período.
Previsiblemente, los actores vinculados con los intereses de las grandes empresas se regodean con este tipo de reportes “técnicos”, materia prima de sus discursos corporativos. Así, por ejemplo, la consultora Ieral (Fundación Mediterránea) distribuyó recientemente entre sus clientes un informe-proclama titulado “¿Cómo competir con estos impuestos?” donde, a partir del ranking del Paying Taxes, afirma que “la carga fiscal de Argentina soportada por una empresa sólo es superada por la de países como Congo, Sierra Leona, Burundi y Gambia”. Pero más interesante aún resulta observar cómo los medios gráficos masivos recogen acríticamente la información del Paying Taxes y, en una suerte de eterno retorno, nos ofrecen el mismo título año tras año. Por caso, en 2007 se anunciaba: “El sistema tributario, de los peores del mundo” y se contaba que “la carga fiscal total ubica a nuestro país entre los peores del planeta, ya que aplica un equivalente al 112 por ciento de las utilidades de una empresa” (La Nación 21/12/2007). En 2008 la historia se repetía: “Argentina: negocios más trabados” (Clarín 14/9/2008) y el domingo pasado, el mismo diario, insistía: “Argentina sigue con mala nota para hacer negocios” y concluía que “a la luz de esta estadística, si alguien dice ‘pierdo plata’ habría que creerle”. ¿Habrá que creerles?
* Economistas de la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA).
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