EL PAíS › PANORAMA POLíTICO
› Por J. M. Pasquini Durán
¿Será posible que Moyano y D’Elía hayan avanzado con la idea de la movilización para el próximo viernes sin consulta previa con el alto mando del oficialismo? Como sea, a pedido de la presidenta Cristina, cancelaron la iniciativa, aunque haya tenido una primera venia, después que varios ministros analizaron las posibles derivaciones de una movida semejante en el clima crispado de la actualidad. De todos modos, ofrecieron la oportunidad para que la jefa del Estado muestre criterios sensatos y apacigüe los fervores de sus partidarios en momentos tan difíciles como los que está viviendo la sociedad argentina. Para elevar la tensión actual hasta niveles insoportables, lo único que faltaría es una agresión callejera provocada por un grupete de sicarios, que termine con sangre derramada. A fin de evitar esa mala sangre, el Gobierno está pagando el costo político de permitir el uso y abuso de los cortes, más de uno comprensible como un recurso legítimo, aunque no legal, de la protesta, pero tantos otros sin justificación ninguna. La propia Presidenta ha dicho que ella aprecia el orden social “pero nunca a palos”, otra definición sensata y a la vez democrática.
Conviene señalar que las mayores dificultades del presente, esas que intoxican el humor de las clases medias, son casi todas de manufactura política. Un ejemplo clásico es el de la inseguridad ciudadana, una consigna mediática que retumba a toda hora en las audiencias populares y a la que le hacen eco las voces más altas de la oposición. Sin embargo, los que siguen de cerca la labor parlamentaria destacan la ausencia de proyectos legislativos que atiendan a una situación que se menciona como de máximas gravedad y urgencia, aun entre aquellos que piensan que a partir del 10 de diciembre, con los relevos en el Congreso, se iniciará un período imaginario de gobierno parlamentario.
La oferta de Macri de una policía metropolitana se descalificó antes de empezar, cuando sus críticos pudieron ofrecer evidencias de que la nueva fuerza es un aparato de Inteligencia, una SIDE porteña que espía a gente variada, y tropas de represión contra las movilizaciones sindicales y populares. Macri, como buen conservador, es de los que prefieren el orden así sea a palos.
Dada la informalidad de los caciques políticos para atender al asunto más allá de alguna frase rimbombante por TV, algunos particulares, todos de centroderecha, decidieron tomar el toro por las astas. El falso ingeniero Juan Carlos Blumberg fue el primero en convocar multitudes porteñas y apestillar al Congreso para que apruebe algunos proyectos de su producción, pero todo terminó en un gran fiasco. El rabino Bergman también hizo su convocatoria en el norte del Gran Buenos Aires, pero no pasó de las fronteras del mitin, y esta semana tres imágenes del olimpo televisivo –Mirtha Legrand, Susana Giménez y Marcelo Tinelli–, amistosos anfitriones de Carlos Menem y algún otro presidente, echaron a rodar la idea de una convocatoria, un saludo a la bandera. La primera en advertir que se había metido en un pantanal de la política fue Legrand, que a toda velocidad se bajó de tanto empeño. Habrá que ver, si persisten, a quien terminarán sirviendo las otras dos estrellas del entretenimiento.
Sería interesante que la gente del espectáculo, mucha con experiencias de autocensura, propusiera un ayuno voluntario de noticias policiales durante una semana, un período de desintoxicación, para medir después las sensaciones dominantes. Es absurdo negar los delitos que se cometen a diario, como en cualquier otro país acosado por dificultades de todo tipo, con millones de pobres y hambrientos, con la corrupción extendida en las capas medias y altas como si fuera un mérito, pero esa realidad hay que despegarla de las versiones amplificadas que suelen ocupar buena parte de los noticieros. Nada se podrá resolver en materia de seguridad si toda la cooperación cívica consiste en repetir de manera incansable las malas noticias de cada día. Es difícil en Buenos Aires enterarse por los medios de lo que pasa en Montevideo con la campaña electoral para la sucesión presidencial, pese a que también tiene ribetes escandalosos, pero cualquier televidente puede recitar la biografía de “El Angel”, un adolescente con sesenta capturas que nació en la cárcel y se extravió en la vida.
Extraña subcultura que caló hondo a fuerza de tormentos y muertes durante la dictadura y por la confusión del discurso modernista neoconservador de los años ’90, pero el vaciamiento de los liderazgos y la pérdida de valores morales y éticos dio por resultado que ahora una traición en política al compromiso empeñado es una gesta heroica que amerita convertirse en la esperanza blanca para la sucesión presidencial. Sobre esos principios en ruinas se empina la candidatura eventual de Julio Cleto Cobos, vicepresidente de un gobierno al que abandonó en el primer derrape serio, pero sin largar el puesto.
Los partidarios de Cobos y sus posibles competidores en la oposición han construido un mito alrededor de diciembre próximo, cuando asuman el turno los elegidos del 28 de junio, entre ellos Néstor Kirchner. Según la leyenda, los partidos opositores ocuparán la presidencia de Diputados y de las principales comisiones legislativas, porque será el Congreso el que dicte las políticas públicas para el Poder Ejecutivo. O sea, que de facto será abolido el sistema presidencialista de la Constitución y de los hábitos de la política criolla, para “europeizarnos” con un régimen parlamentario. Por ese camino, tal vez en 2011 haya que elegir primer ministro. Mientras tanto, si los bloques de la oposición continúan divididos, por el número el oficialismo sigue siendo primera minoría, con todos los atributos que le corresponden. De más está decir que tampoco se ha cerrado el libro de pases y la probabilidad de acuerdos como los que le permitieron, después del 28 de junio, aprobar leyes tan controvertidas como las de comunicación audiovisual, el presupuesto del próximo año y otras iniciativas de la Casa Rosada.
Lo único cierto, a esta altura, es que diciembre será de forcejeos en la política, y para completar la animación, a mitad de ese mes, Moyano festejará a los camioneros en algún estadio de la Capital y hasta podría darse que asista doña Cristina. Sería deseable que mucho antes encuentren una solución para la legítima y legal demanda de los trabajadores de subterráneos y Premetro. Por el momento, una ocurrencia consiste en devolverles a esos trabajadores el monto de la cuota sindical que descuentan de sus sueldos para la UTA, o sea el sindicato al que quieren renunciar, con retroactividad a convenir. Es parte de la negociación que se iniciará el lunes en el Ministerio de Trabajo, con bases sindicales impacientes y una CGT empeñada en evitar el precedente de una fractura de este porte. La consigna oficial, por ahora, es conseguir tiempo antes que nuevos cortes del servicio aumenten el mal humor de millones de usuarios y los mismos huelguistas, por muchas razones que los asistan, tampoco deberían permitirse perder la simpatía popular que necesitan cultivar.
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