Mar 03.12.2002

EL PAíS  › UN TIRO LO DEJO PARAPLEJICO EL 20 DE DICIEMBRE

“Fueron dos fogonazos y caí al suelo”

Jorge “Tuly” Portillo tiene 20 años y fue herido en la espalda por la policía a pocas cuadras de su casa, en Barrio Mitre, en la madrugada del 20 de diciembre de 2001. Su caso podría incorporarse a la investigación que realiza la Justicia federal sobre la represión que se produjo ese día.

› Por Adriana Meyer

Soñaba con salir del Barrio Mitre y vivir bien en Italia como jugador profesional de fútbol de salón. A los 20 años, Jorge “Tuly” Portillo sólo aspira a volver a caminar, aunque sea con muletas. “Si te quedás, te quedás en la silla”, dijo a Página/12 con firmeza, tocando su asiento a ruedas. El 20 de diciembre a la madrugada, mientras el gobierno de la Alianza agonizaba y cundían los saqueos y la represión en todo el país, un policía le disparó y lo dejó parapléjico. Su historia podría incorporarse a la investigación sobre la masacre de Plaza de Mayo que realiza la Justicia federal, y evidencia cómo la represión se extendió mucho más allá del microcentro porteño y que el uso de balas de plomo por parte de la policía no fue la excepción sino la regla de esas jornadas.
Aunque sabe que tiene escasas posibilidades de rehabilitarse completamente, cree en su propia voluntad para ir más allá del diagnóstico médico. Y en eso ayudan las “dos mamás” que dice tener, que lo abrazan en medio de la entrevista mientras sirven gaseosas, y los numerosos amigos que entran y salen de su casa todos los fines de semana, lo llevan a bailar, lo contienen. De lunes a viernes permanece en un instituto de rehabilitación, donde empieza a ejercitarse desde las ocho y media. Tras el almuerzo le enseñan a vestirse y a moverse para realizar tareas cotidianas. En los ratos libres puede hacer básquet y natación, o quedarse jugando a las cartas y charlando con los compañeros. Tuly Portillo empezó dos veces primer año del secundario, pero dejó. “La cumbia villera no me va mucho”, aclara sobre sus gustos musicales. Le gustan los Redonditos de Ricota, pero también escucha a Los Nocheros o a Los Manseros Santiagueños.
“Lo mío es el fútbol, en el colegio atajaba y estuve en Platense. Entrenaba en cancha de once y estuve seis años jugando fútbol de salón. Hay cuatro compañeros que se fueron a Italia porque allá es profesional, se gana buena plata, te dan casa y coche y un buen sueldo.”
–¿Tuvo un ofrecimiento concreto?
–Estaba en una lista, iba a venir un chabón a mirarnos para ver a quién se llevaba para allá. Estaba entre los elegidos.
–¿Es lo que más extraña?
–Sí, me mata. Es más, hay noches que sueño que juego a la pelota.
–¿Qué pasó esa madrugada del 20?
–Eran más de las doce cuando dejé a la que era mi novia. Por ahí había quilombo en un supermercado chino que hay del otro lado del barrio. Cuando doblé por Ruiz Huidobro para Melián para volver a mi casa, aparecieron dos patrulleros y un auto particular. La gente se les fue encima, y ellos ya venían tirando balazos de goma. Quedé en medio de la calle y los piedrazos. Cuando voy a meterme atrás de un árbol, vi a un policía uniformado que se paró sobre la ventana del auto. Fueron dos fogonazos y cuando me di cuenta estaba en el piso, todo aturdido. Me quise parar, me quemaba la panza, gritaba que me levanten, no sabía lo que me pasaba. Unos pibes me llevaron a la casa de mi prima, que está a la vuelta. Yo no sabía dónde tenía el tiro porque no sangraba, pensé que lo tenía en el pecho. Preguntaba si era un balazo de goma o qué, porque tanto no me podía hacer. Lo sentía en el pecho y los pibes me decían que lo tenía en el brazo.
–¿Qué ocurrió después?
–Como tenía los pulmones perforados, sentía que cuando respiraba el aire seguía de largo, como si tuviera algo roto adentro. No movía las piernas y me volvía más loco... Me subieron a un auto y como estaba todo cerrado por los quilombos no podíamos llegar al Pirovano. Fuimos al Hospital Belgrano. Después no recuerdo nada más. Cuando volví a abrir los ojos estaba en terapia intensiva con tubos en la nariz, respirador. La bala me había entrado por el hombro, perforó los pulmones, me rompió una vértebra, me rozó la médula y la arteria del brazo, por eso no podía moverlo. Cuando estaba acostado sentía algo que me molestaba, y era labala que quedó en la espalda. Pasé las fiestas en el hospital y cuando escuchaba los cohetes me asustaba pensando que eran tiros. Me puso bien que vinieran a verme mi familia y amigos, pero no estaba consciente de lo que venía después. Salí de ahí en silla de ruedas. Estaba muy flaco, me dolía todo, no entendía. Pensaba que en un par de días se me volvían a mover las piernas. Después me fueron explicando que tenía que hacer la rehabilitación. Nunca pensás que vas a terminar en una silla de ruedas...
–¿En qué consiste la rehabilitación?
–Fue lento. Primero tenía lastimados los tobillos, tenía escaras ahí y en la cola, y me dijeron que tenían que operarme el brazo. Ahora aprendí que cuando uno anda en una silla de ruedas tiene que levantarse un minuto cada media hora con los brazos para que circule la sangre. Pensaba que era más fácil... Me costó acostumbrarme a dormir y a comer boca abajo, sufrí como un perro. En el Inarep estuvieron un mes curándome. Hubo un fin de semana que pensé que me moría, la cara se me ponía dura... cuando vino mi vieja se me caían las lágrimas. Después veía que mis compañeros de sala iban al gimnasio, podían hacer pis solos y yo andaba con la bolsa... Hasta que me tocó a mí bajar a gimnasia. Pensaba que iba a ser fácil porque siempre hice deporte, pero me costó.
–¿Siente que va mejorando?
–Sí, vas sintiendo que se te despierta algo, que podés mover algo, sentís ganas de ir al baño de nuevo... es una lucha. Aunque hay casos peores que salen bien.
–¿Qué le dicen los médicos sobre volver a caminar?
–No lo pregunté todavía. Pero quizás te dicen que no, y yo sé de gente que camina igual con una sola pierna. Si tenés algo de fuerza en una, te la van trabajando. En algún momento tendré que preguntar, pero yo ya entendí todo como es.
–¿Es una cuestión de voluntad?
–Claro. En el instituto no te tienen más de ocho meses, así que voy a seguir la rehabilitación acá en casa. Si te quedás, te quedás en la silla. Yo a la silla no la puedo ver. Me haré hacer unas muletas y aunque ande a los saltitos... en la silla no me voy a quedar. Cuando empezás a pararte en las paralelas pensás que ya podés dar un paso, pero lleva tiempo.
–¿Cómo cambiaron sus proyectos?
–Y... antes era el fútbol, me iba a ir a Italia para poder comprarme algo acá, mi casa. Ahora hay que esperar. El que me hizo esto a mí tiene que pagar. Tengo fe que voy a ganar el juicio para ponerme algo y aguantar la vida que me queda por delante. En el club (Platense) quizás me dejen dirigir categoría de chicos. Y me gustaría terminar el secundario, aprender algo, computación quizás. Ahora tengo tiempo de sobra. Jugar al básquet en silla de ruedas me gusta.
–¿Cambió algo después del 20?
–No, está todo peor. Ayer estaban de vuelta en los supermercados... Creo que puede pasar algo parecido. No le doy bola a los políticos, pero tampoco tengo resentimiento con la cana. Si lo tuviera enfrente al que me disparó, creo que no le haría nada. Si va preso, mejor. Aunque hay mucho arreglo. Pero no los puedo ver de antes, me salen las puteadas solas. Una vez uno me pegó una patada en los huevos mientras íbamos a bailar con unos amigos.
–¿Es creyente?
–Sí, tengo mucha fe en Dios. Eso me ayudó mucho.

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