Se anunció con bombos y platillos. Involucró a las principales figuras del gobierno nacional y, por supuesto, a la mismísima primera dama Chiche Duhalde. Produjo un inusitado despliegue de personal al que el Ejército no fue ajeno. Sin embargo, apenas una semana después de su lanzamiento, el Gobierno decidió bajarle el perfil al Operativo Rescate. Un funcionario clave de la cruzada oficial contra la mortalidad infantil lo explicó en muy pocas palabras. “Tanta exposición nos está resultando contraproducente política y operativamente ya que nos genera muchísima resistencia”, dijo a Página/12.
Las fotos de los chicos desnutridos en la tapa de los diarios alteró los ánimos de la Casa Rosada. Los funcionarios hubiesen preferido un retrato más apegado a la simbología peronista, con la comitiva dando muestras de asistencialismo.
El golpe de efecto, que colateralmente debía posicionar a Chiche Duhalde en el tablero interno del PJ, resultó un boomerang. Hizo peligrar la estabilidad del gobernador Julio Miranda, quien logró zafar negociando un retiro a plazo fijo del cargo. Hoy su permanencia tiene una sola explicación: a la hora de los bifes, el mandatario tucumano es un aliado del Gobierno. “Buscamos mostrar el perfil social del Gobierno y terminamos convertidos en desestabilizadores de los gobernadores. Hubo funcionarios locales que hasta, solapadamente, nos negaban la colaboración”, señaló a Página/12 un ejecutor del emprendimiento oficial.
Ya el nombre Operativo Rescate había generado cortocircuitos. Todos lo tradujeron como el grupo de salvadores del escarnio local. Si hasta hubo que negociar un encuentro entre Chiche y Miranda para que el desembarco no pareciera una intervención.
Para peor: si bien el megaoperativo hizo foco en Tucumán, no pudo evitar que la luz se explayara por el resto del país, demostrando que el plan jefes y jefas de hogar es apenas un aliciente en un territorio arrasado por las desigualdades. “Esto tomó envergadura por sí sólo. Nosotros tenemos que dar respuesta a lo que pasa. Pero tuvo muchísima repercusión. Ahora lo que vamos a hacer es hablar menos y trabajar, trabajar y trabajar. Y después rendir un informe de gestión”, analizaron muy cerca de Chiche Duhalde.
La primera dama y coordinadora de Políticas Sociales retornó ayer a Tucumán para iniciar la segunda parte del Operativo Rescate. La acompañaron la ministra de Desarrollo Social, Nélida Doga, y el viceministro de Educación, Alberto Biazzi. El lunes esos funcionarios habían participado del encuentro de gabinete social junto al ministro Ginés González García, de Salud; Graciela Camaño, de Trabajo; Graciela Giannettasio, de Educación, y el secretario general de la Presidencia, José Pampuro, tal como adelantó Página/12 el domingo. Allí se decidió seguir con el megaoperativo por el norte argentino, aunque con algunas variantes.
Bajar el perfil no será hacer desaparecer el tema pero sí el pretendido tono de cruzada salvadora que se le intentó imprimir en su lanzamiento. El vuelco se notará también en la mecánica de trabajo. El operativo se presentará como una política de alianzas con las autoridades locales, para no generar esa sensación de verdugos de las gestiones provinciales.
Algo dejó entrever Pampuro en sus declaraciones de ayer. “Vamos a instalarnos en la provincia de Corrientes para trabajar juntamente con el gobernador, el vicegobernador y los intendentes”, dijo el secretario General de la Presidencia sobre el operativo que él mismo supervisará a partir de mañana.
Si bien posee título de médico, Pampuro tiene un rol eminentemente político ya que articula las relaciones de la Nación con las provincias. No parece un papel menor en momentos en que las distintas facciones del justicialismo dirimen su poder.