EL PAíS › LOS LABERINTOS DEL GOBIERNO Y LA OPOSICION
Ni el gobierno ni la oposición se fortalecieron con el tole tole por el Fondo del Bicentenario. Pero mientras el gobierno salió del laberinto por arriba al designar a Marcó del Pont y no a Blejer como presidente del Banco Central, la oposición puso en peligro el acuerdo entre su posible candidato Cobos y la maquinaria radical, que ahora mira al hijo de Alfonsín.
› Por Horacio Verbitsky
El episodio del Banco Central enredó a la oposición en sus propias carencias, lo cual no quiere decir que haya fortalecido al gobierno. Al promediar el mandato de la presidente CFK lo que se advierte es una crisis general del sistema político. Tal como ocurre desde las elecciones de 2009, un gobierno recostado contra las cuerdas logra impedir que le asesten un golpe definitivo y de contragolpe marca puntos ante un rival confundido y sin la fuerza suficiente como para rematar la faena. La novedad de la última semana acabó con una de las pocas certezas previas: la candidatura presidencial de Julio Cobos por el radicalismo ha retrocedido a una mera conjetura, mientras comienzan los deslizamientos hacia el campo del hijo del ex presidente Raúl Alfonsín, de nombre Ricardo, quien ya ha expresado su aspiración a ese mismo cargo. En la Argentina fueron presidentes Luis Sáenz Peña y su hijo Roque, y llegó a la vicepresidencia el hijo homónimo del presidente Julio A. Roca. En el caso de Sáenz Peña fue el padre quien debió el cargo al hijo. Roque Sáenz Peña peleó como voluntario en la guerra del Pacífico. Regresó del Perú convertido en un ídolo popular y fue aclamado como el joven renovador que reclamaba la política argentina. Pero Roca impulsó entonces la candidatura de su padre y el joven Sáenz Peña retiró la suya para no enfrentarlo. Recién llegó a la presidencia dos décadas después y abrió las puertas del sistema político al radicalismo, que había sido proscripto por los autonomistas para asegurar la victoria de su padre. Roca llegó a la política como general victorioso en la campaña de exterminio contra los pueblos originarios, cuyas tierras fueron repartidas para dar nacimiento a la oligarquía pampeana. Medio siglo después su hijo declaró en Londres que desde el punto de vista económico la Argentina era parte del imperio británico, derivación lógica de la acción paterna.
La relación de Cobos con el radicalismo es de suprema ambigüedad y su voto de la semana pasada sobre la remoción de Martín Redrado convocó a todos los fantasmas. Desde su desempeño como secretario académico de la Universidad Tecnológica de Mendoza, Cobos ha seguido una línea de conducta invariable. Ernesto Bustelo era el decano y designó a Cobos como secretario académico, hasta que el jefe del radicalismo mendocino, Roberto Iglesias, gestionó el apoyo de Franja Morada para que Cobos desplazara a Bustelo. Cuando Iglesias interrumpió la sucesión de gobernadores justicialistas, Cobos fue uno de sus ministros, pero luego prefirió volver al decanato universitario. Esto convenció a Iglesias de que Cobos era un académico sin ambiciones políticas, lo cual lo convertía en el candidato ideal a la sucesión, en una provincia donde los gobernadores no pueden ser reelectos. Pero una vez en la gobernación, Cobos se alejó de Iglesias. El primer conflicto fue por una vacante que se produjo en la Suprema Corte provincial. Iglesias impulsaba a Leopoldo Orquín, pero Cobos designó a Alejandro Pérez Hualde, hijo del ex ministro de Educación de la dictadura de Onganía, Dardo Pérez Gilhou. La ruptura se hizo irreversible cuando Cobos se acercó al gobierno nacional de Néstor Kirchner, de donde surgió su candidatura a la vicepresidencia. El resto es historia conocida: el voto no positivo contra la Resolución 125 en el invierno de 2008, el voto no negativo en contra de Redrado en el invierno de 2010, la expulsión vitalicia de la UCR por haberse presentado a elecciones junto con CFK y su anulación pocos meses después cuando Cobos desertó del gobierno en la pugna sobre las retenciones móviles. Para la UCR, la vida pasa en un suspiro. Sin embargo, no se concretó su reafiliación, que le fue prometida para cuando dejara la vicepresidencia. En aplicación de la doctrina GardinerDe la Rúa, Cobos goza de niveles de aceptación pública superiores a los de cualquier correligionario, pero carece de estructura nacional. Lo contrario le sucede a la UCR, una maquinaria sin candidato. Ni aun así Cobos pudo con su genio. Desde su instalación como ícono republicano no había dado pasos en falso, hasta que el mes pasado interrumpió sus vacaciones y volvió a Buenos Aires con la intención de propiciar una autoconvocatoria legislativa para rechazar los decretos de creación del Fondo del Bicentenario (Fobic) y de remoción de Redrado. Algunos juristas dedujeron de los principios generales del derecho constitucional que el Congreso tenía esa facultad, aunque en ningún lado estuviera escrita y nunca la hubiera ejercido.
El gobierno está convencido de que esto había sido concertado por Cobos con el presidente del Central, porque el propio Redrado mencionó al vicepresidente en un diálogo con el jefe de gabinete de ministros, como disuasivo para la intención presidencial de avanzar sobre él. Pero una cosa es el azar que puso en manos del vicepresidente la decisión en el mayor conflicto social y político producido en muchos años y otra la construcción de una base política propia, la negociación con fuerzas aliadas y el diseño y la aplicación de una táctica política, inscripta dentro de una estrategia general. Para lo primero basta una madrugada de lloriqueo; lo segundo no es para cualquiera. El error de cálculo quedó en evidencia cuando a Cobos le faltaron los votos necesarios para la autoconvocatoria. El gobierno no le dio tiempo a reponerse del traspié, con la suspensión del viaje presidencial a China y la descarga de responsabilidad sobre su poco fiable vicepresidente. ¿Se trató de una sobreactuación deliberada para aprovechar la circunstancia o de veras CFK temía que durante un interinato de una semana Cobos pudiera hacer un zafarrancho? El antecedente de la ley de medios audiovisuales sugiere que la inquietud era real: la presidente la promulgó y publicó en el Boletín Oficial un sábado, antes de embarcarse hacia la India, lo cual sólo se explica por el temor a que el vicepresidente vetara la ley. Cobos pesó en su balanza la lógica partidaria, que le reclamaba herir al gobierno con la esperanza de generar una crisis política de proporciones, y su conveniencia propia de flotar sin mayores conflictos hasta la apertura del proceso electoral. Ante el temor de que las clases medias que lo adoraron en 2008 pudieran verlo como un obstructor sistemático, elaboró un voto alambicado por el cual recomienda la destitución de Redrado pero por distintas causas que el gobierno. Un dilema similar, pero resuelto en sentido opuesto, enfrentó la Coalición Cívica Libertadora con su representante en la comisión bicameral, el ex broker del JP Morgan, Alfonso de Prat Gay. Atrabiliario con Redrado, quien al sucederlo en la presidencia del Central aceptó todas las condiciones de Kirchner que él rechazaba, Prat Gay quería aconsejar su despido, pero Elisa Carrió le impuso un voto en contra del gobierno para reforzar su imagen de única opositora inflexible. Tanto, que llegó a denunciar un pacto Binner-Kirchner, lo cual hizo crujir su alianza con los socialistas santafesinos.
El notable dictamen de Cobos procura complacer al mismo tiempo lo que él entiende que son los deseos del electorado al que se dirige, las necesidades del gobierno para no aparecer como un saboteador irresponsable y las recomendaciones del presidente de la UCR, Ernesto Sanz. Por eso en el primer punto de sus conclusiones afirma que en el manejo del decreto de creación del Fobic no encuentra “razón válida para la remoción” de Redrado. En el segundo sostiene que hay “causales distintas y no invocadas en el DNU 18/10 que justificarían su remoción”. Pero como el vicepresidente tiene un “anhelo de contribución plena en lo institucional” cree que “la solución política y jurídica más rápida, integral, de menor posibilidad de controversia y aumento de la judicialización, es la aceptación de la renuncia”, de Redrado, como propuso Sanz. Esto permitiría “normalizar el funcionamiento del Banco Central y dar un claro y rápido mensaje a la economía”, dijo, en su rol de hombre sereno y mesurado que destraba los conflictos que otros crean. Agregó que los gastos superfluos autorizados por Redrado y el sueldo que él mismo se fijó como presidente del directorio “no parecen guardar la austeridad republicana que el cargo requiere”. Cuidadoso de no quedar asociado con un mamarracho, Cobos señaló en su dictamen que Redrado confundió su defensa personal con la del Banco, en vez de “separar su defensa de la entidad que representaba”. Su renuncia al Banco y el desistimiento del recurso judicial le parecen tardíos, “vicisitudes que podrían haberse evitado. La institución Banco Central ha sufrido una exposición pública interna y externa muy importante durante este proceso, para que luego terminara de una forma abrupta y caprichosa, sin esperar que los órganos pertinentes se expidieran”. Su conducta no ha sido la adecuada, por la excesiva impronta mediática “y la imprudencia puesta de manifiesto en el manejo de temas de innegable trascendencia para el país”. Desde un punto de vista anímico esta actitud es entendible, pero “no ha mensurado los efectos dañosos que para el interés general de la Nación podía producir y varias veces ha transgredido los límites de lo que puede considerarse prudente en un funcionario público de su jerarquía e importancia institucional, a más de no haber usado las vías que legalmente debía utilizar”. En un párrafo lapidario, Cobos sostuvo que Redrado dejó que la opinión pública infiriera que él y no el Banco Central era “en persona el defensor de las reservas”.
Ni el gobierno ni la UCR han mejorado por este voto su confianza en Cobos. Queda por ver en qué medida tan sinuoso desempeño ha afectado su sorprendente imagen pública. En el radicalismo el desengaño con Cobos ha vuelto a niveles próximos a los de 2007. Sanz fue electo para presidirlo como parte de una conciliación. Mendocino como Cobos, le debe su apoyo en las últimas elecciones, pero al mismo tiempo formó un tandem solidario en el Senado con Gerardo Morales, el candidato a vicepresidente en la fórmula de Roberto Lavagna derrotado por CFK y Cobos. Sanz fue uno de los hacedores del acuerdo por el que Morales y El Milico Oscar Aguad presiden las bancadas partidarias en el Congreso y Alfonsín (h.) fue designado vicepresidente de la Cámara de Diputados. Eso le asigna más peso a la seca frase de Sanz acerca de que Cobos no es candidato de la UCR, decisión que recién se adoptará en 2011. Como si hubiera estado reflexionando sobre todo lo que en estos años aprendieron Bustelo, Iglesias, el matrimonio Kirchner y Redrado, Sanz también exige que Cobos defina si de ahora en más apoyará o no las decisiones partidarias. Cobos cuenta entre sus partidarios a varios miembros destacados del entorno de Alfonsín, originarios del grupo que se llamó “La Coordinadora”, como Enrique Nosiglia, Leopoldo Moreau, Raúl Baglini y Jesús Rodríguez, y con el ex ministro Rodolfo Terragno. Todos ellos son puentes con el ex senador justicialista Eduardo Duhalde, cuyo proyecto de reconstrucción del bipartidismo se parece demasiado a un club de amigos. Con Duhalde viene también Luis Barrionuevo, un viejo socio de Nosiglia. Alfonsín (h.), quien ocupó su primer cargo electivo como diputado bonaerense recién en 1999, recela de esos dirigentes que acompañaron a su padre y que se permiten llamarlo Ricardito. En 2007 fue candidato a gobernador bonaerense y obtuvo el 5 por ciento de los votos. El año pasado acompañó a Margarita Stolbizer en la boleta para diputados nacionales del Acuerdo Cívico y produjo el mejor resultado para la UCR en años, con el 21,5 por ciento.
En una de sus últimas ediciones, un analista político de la revista Barcelona se preguntó: “¿Si Raúl Alfonsín hubiese muerto un año más tarde, su hijo Ricardo tendría mejores posibilidades en el 2011?”. La agudeza de la pregunta no alcanza para agotar el tema y, sin necesidad de salto cronológico alguno, esa candidatura está en pie. Cada vez son más los radicales que creen que es mejor un buen segundo puesto con el hijo de Alfonsín que una victoria de, con o para Cobos.
En un reportaje que le realizó el 24 de enero en Enfoques su pariente, el periodista Hugo Alconada Mon, Alfonsín (h.) habló sobre su eventual postulación.
–Si tengo que elegir entre Presidente y gobernador, sin perjuicio de que haga lo que me diga el partido, elijo la Presidencia porque desde allí se puede trabajar con mucho más alcance y calado por modificar la sociedad –dijo.
–¿Se imagina al electorado votando, desde el retorno de la democracia, a dos Kirchner y a dos Alfonsín?
–Sí, ¿por qué no? –respondió.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux