El Salón de las Mujeres estaba desbordado. Desde las paredes blancas, las imágenes de Eva Duarte, Tita Merello, Juana Azurduy se resignificaban en el Día Internacional de la Mujer. “Esta Presidenta está dispuesta a enfrentarse con las hordas de opositores salvajes, pero nunca con un hincha de fútbol”, empezó Cristina Fernández de Kirchner al homenajear a sus congéneres (ver página 18) y explicar por qué sus palabras no habían salido en cadena nacional. Chacarita-San Lorenzo ganó la partida. La persuadió, dijo, la posibilidad de tener “miles de militantes contra el voto femenino”. El repaso por la actualidad resurgió en distintos tramos del discurso en el que anunció que Evita será la “Mujer del Bicentenario” y la propuesta para inmortalizar esa decisión: dos inmensas siluetas de Eva flotando sobre la fachada del edificio del Ministerio de Desarrollo Social.

–Un día, hablando con Hugo Moyano, salió el tema de ese edificio y le comenté la idea: “¿Viste, Hugo –le dije–, la imagen del Che Guevara que está en La Habana?’. Yo vi que Moyano se empezó a poner pálido porque pensó –y después lo reconoció– que le iba a decir que iba a poner al Che Guevara en el edificio. Le dije: “No, bueno, no, pero por ahí va a haber más problemas si la pongo a Eva”. Aunque no creo que tendría tampoco nada de malo, porque es otro icono importante y un orgullo de los argentinos –contó al reseñar la primera reacción del líder de la CGT ante esa confusión.

El edificio en cuestión es un icono también de la mitología peronista: ubicado en 9 de Julio y Belgrano, es el lugar donde el 31 de agosto de 1951 Eva Perón renunció, a pesar de la ovación y el ruego de la multitud, a la posibilidad de compartir la fórmula de la reelección de Juan Perón. Su enfermedad era ya una sentencia de muerte que se cumpliría el 26 de julio de 1952. El menemismo vapuleó sin culpa también ese icono y planificó demolerlo para ensanchar la avenida. Cristina Fernández anunció que esta semana se llamará a licitación para remozar la fachada donde funcionan los ministerios de Salud y Desarrollo Social sobre la que se recortarán las dos siluetas de Evita. Una, la imagen de La razón de mi vida, con el cabello al viento, y la otra, con el rodete, el día en que quebrada por la emoción anticipó: “Renuncio a los honores pero no a los puestos de lucha”.” Estoy segura de que esta mujer identifica a cualquier mujer argentina. Nadie puede dejar de reconocer el rol histórico que ha cumplido en este país y en el mundo”, explicó la Presidenta.

Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto, rodeadas de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Milagro Sala, Susana Rinaldi, Ana María Picchio, Andrea Del Boca, Adriana Varela, Marita Perceval, María José Lubertino, Gabriela Alegre y María Socas eran sólo algunas de las mujeres militantes en distintas áreas que se apretujaban escuchando el discurso. Los pimpollos de rosas que cada una había recibido de regalo halagaban e incomodaban entre cada saludo cruzado.

“Sabía que iba a ser mucho más difícil para mí que para otros, por el simple hecho de ser mujer. Para algunos puede ser un planteo meramente feminista, pero los hechos ocurridos desde que asumí demuestran que es así”, dijo la Presidenta y destacó: “Pero tenemos mucha entereza, mucha fuerza, vamos a seguir defendiendo los intereses del país y la gestión de gobierno. La historia ha terminado condenando a los que contribuyeron a que a los argentinos las cosas les vayan mal y yo estoy aquí para tratar de que a los argentinos les vaya bien. Vamos a seguir en el sendero del desendeudamiento del país, de no políticas de ajuste que han causado tanta desolación en la República Argentina y de crecimiento de la economía” y reclamó una “dirigencia responsable y racional” para continuar con esa tarea. Los aplausos fluyeron. El clima dentro de la Rosada parecía inmunizar contra las críticas que se reproducen apenas se cruza la calle Balcarce.