EL PAíS › EL BANCO POPULAR DE LA BUENA FE PARA MICROEMPRENDEDORES
El Ministerio de Desarrollo Social impulsa el programa de microcréditos. En cuatro años llevan otorgados 115 mil para 1400 organizaciones.
En lo que a bancos se refiere, resulta difícil imaginar que exista alguno que preste dinero sin mayores requisitos que la confianza en su acreedor. Pero en Argentina, desde 2006, existe uno en franco crecimiento. El Banco Popular de la Buena Fe es uno de los programas del Ministerio de Desarrollo Social que apunta –mediante microcréditos– a fomentar la economía social en sectores populares, en tanto está destinado a personas que jamás calificarían para recibir préstamos de entidades financieras. Además, mediante vínculos solidarios, se propone crear un compromiso de grupo, que les permita no sólo devolver el dinero, sino apoyarse mutuamente en el proceso de autogestión. El programa también aspira, desde la ayuda estatal, a reconstruir el entramado social en sujetos excluidos del sistema formal de empleo y para los que intentan dar los primeros pasos en mejorar su economía familiar. Hoy, ingresando en su cuarto año, el Banco Popular lleva otorgados más de 115 mil microcréditos y aglutina a 1400 organizaciones de base dedicadas a su promoción. El total de emprendedores asistidos y capacitados en todo el país alcanza los 80 mil. La meta de la cartera social será terminar el 2011 con 300 mil personas incluidas en el programa, aplicando un modelo de gestión que está siendo adoptado por varios países de América latina.
Ramona Sosa tiene 52 años y pronto debutará como promotora del programa de microcréditos con sus vecinos de un humilde barrio de San Miguel. Trabajaba cosiendo para afuera, pero le costaba mucho obtener el dinero para comprar insumos y hacer despegar su emprendimiento. Hoy, luego de acercarse a Solidarias Amas de Casa (Sacra) –una de las organizaciones civiles de base que promueven el programa–, se dedica a fabricar ropa, manteles y sábanas. Sueña con tener, en breve, su propio local a la calle. Teresa Gallina tiene 59 años y su habilidad para vender bijouterie creció a la par del conocimiento que iba adquiriendo en cada una de las reuniones de capacitación en las que aprendieron a montar un negocio propio. Hoy puede decir que ayuda a sus compañeras a comercializar sus productos porque es una “muy buena vendedora”.
El Banco Popular de la Buena Fe empezó en 2006 como una iniciativa complementaria a la Ley de Microcrédito y a la del Monotributo Social. “La idea era incluir al sujeto expulsado del mercado del trabajo”, dijo a Página/12 el coordinador general del programa, Alberto Gandulfo. Comenzó con un capital inicial de 20 millones de pesos para préstamos y con la participación de 200 organizaciones civiles que ya tenían contacto con las comunidades locales, oficiando de intermediarios.
En tres años de existencia, la experiencia creció hasta alcanzar una inversión de 250 millones de pesos y hasta contar con 1400 organizaciones, en todo el país, que promueven, capacitan y coordinan a los emprendedores. A diferencia del proyecto iniciado hace más de treinta años por el economista indio y ganador del Premio Nobel Muhammad Yunus –que sembró las tierras más carenciadas del mundo con los llamados Bancos de Pobres–, en la Argentina el modelo se articuló desde el Estado.
La cartera social es la que transfiere los subsidios para el armado de los bancos populares utilizando como nexo a las organizaciones civiles que se denominan “bancos regionales”. Estas, a su vez, convierten el dinero en microcréditos y utilizan un remanente para gastos operativos y de capacitación en cada una de las filiales que puedan conformar. Tendrán la misión de acompañar a los emprendedores –en su mayoría mujeres– en el proceso de aprendizaje y en la formulación de sus proyectos verificando su sustentabilidad. La tasa de interés de estos préstamos podrá alcanzar, como máximo, el seis por ciento anual.
“Comenzamos con un préstamo de 500 pesos”, recordaron las mujeres que cada semana se reúnen con su grupo y entregan a la promotora el cupón bancario que certifica el depósito de 21 pesos correspondiente a cada una de las cuotas de su crédito. No se requieren avales para obtener uno, sólo basta tener un oficio, una idea viable o un pequeño negocio que para crecer necesite un impulso económico. Con una buena conducta de pago y un proyecto sustentable accederán a un “recrédito” hasta un tope de 15 mil pesos.
Equipos técnicos de la cartera social trabajan junto a los promotores que coordinan a grupos de cinco emprendedores en cada “banquito”. “El objetivo también es fortalecer las organizaciones de base”, cuenta María Lucila “Pimpi” Colombo, en diálogo con Página/12. “Se crea un vínculo solidario, en el que el grupo es garante por la deuda si una persona no puede pagar una semana, pero a su vez se genera un compromiso que va más allá del pago y tiene que ver con compartir experiencias, logros y problemas”, asegura Colombo, quien impulsó la propuesta como dirigente del sindicato de amas de casa, el cual hoy posee doce bancos regionales que funcionan bajo su órbita. La iniciativa “fue pensada para la mujer”, y agrega que con la puesta en marcha de los microcréditos las participantes “se han sentido dignificadas”.
Informe: Gabriel Morini.
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