Lun 15.03.2010

EL PAíS  › LA PERIODISTA Y LEGISLADORA GABRIELA CERRUTI, AUTORA DE EL PIBE, UNA BIOGRAFíA DEL JEFE DE GOBIERNO PORTEñO

“Macri tiene el desparpajo de los ’90”

Cerruti sostiene que con Macri por primera vez la derecha tiene un candidato que puede llegar a presidente. En su libro asegura que, pese a lo que él declara, el jefe de Gobierno es quien maneja las empresas del grupo.

› Por Alejandra Dandan

En el living de sillones y de muebles blancos, cada domingo, durante tres años, Franco Macri se sentaba a jugar ajedrez durante horas con Mauricio. Se sentaban frente una mesa de vidrio trasparente, y antes del almuerzo el partido solía terminar. Franco llegaba a la mesa diciendo: “¡Este pendeco pelotudo no me va a ganar nunca!”. Una mañana, finalmente, dice Gabriela Cerruti en El pibe, la biografía política de Mauricio Macri, el ahora jefe de Gobierno porteño hizo jaque mate. Su padre miró las piezas, despacio guardó una a una en una caja, dobló el tablero y colocó todo en el estante más alto de un armario al que tuvo que llegar en puntas de pie. Nunca más volvieron a jugar un partido.

La relación entre Franco y Mauricio Macri es uno de los ejes de El pibe, un libro con el que Cerruti describe un retrato de familia en medio de las internas de la burguesía argentina y su relación con el Estado. En las páginas transitan pequeñas imágenes que dan vida a un universo habitado por la desmesura. Diego Maradona que llega a la quinta de Franco Macri contratado sólo para enseñarle a jugar al fútbol a Mauricio. Almuerzos que le organizan “al heredero” para formarlo políticamente en compañía de Arturo Frondizi. Clases sobre la escuela liberal austríaca dictadas por Alvaro Alsogaray. La P2, la relación del grupo con Licio Gelli, el masserismo y la dictadura. El loteo del gobierno de Carlos Menem, el secuestro del que ahora es jefe de Gobierno porteño. Cristiano Ratazzi. Los acuerdos entre Mauricio Macri y Francisco de Narváez, la lógica por la que alguna vez le ofrecieron a Marcelo Tinelli 50 millones de dólares para que sea presidente. Con Mauricio Macri –dice Cerruti– “la derecha argentina, por primera vez, tiene un cuadro nacido y criado que puede ser candidato a presidente”.

Cerruti publicó El jefe, vida y obra de Carlos Menem en 1993, cuando aún dedicaba tiempo completo al periodismo con 25 años. Con el tiempo pasó del periodismo a la función pública, desde 2007 es legisladora de la Ciudad de Buenos Aires. Durante la investigación, mantuvo tres entrevistas con el jefe de Gobierno, además de intercambios de mails. Tuvo dos encuentros con su padre, Franco Macri.

–¿Después de El jefe se encontró escribiendo con una mirada distinta?

–Me encontré más grande, con más lecturas encima y capacidad de ver la historia del país desde otro lugar. Me pareció fabuloso poder cerrar temas que había intuido con El jefe, como el desarrollo de una trama que en Argentina empieza en el 74/75 y colapsa en 2001 que es la restauración de un modelo económico preperonista, en la que el menemismo era una expresión.

–¿Por eso plantea a los Macri como un Estado paralelo?

–Cuando uno cubre política desde el periodismo se dedica a mirar a los políticos. En esas condiciones, la historia y la corrupción se cuentan desde los corruptos y no desde los corruptores. Esta historia te permite ver que muchas veces los políticos, que creen que tienen mucho poder, tienen solamente un poco de fama en el momento que están en el gobierno y manejan determinados hilos. Pero responden a intereses mucho mayores. Con los Macri se ve el poder permanente que duró todos estos años y es el que realmente toma las grandes decisiones económicas y, en muchos casos, políticas del país: y es el poder de los empresarios. La historia del grupo Macri es como Fiat en Italia: las decisiones del Estado muchas veces tienen que ver con lo que necesita la empresa en diferentes momentos.

–El libro retrata distintos gobiernos. Con Menem, por ejemplo, aparece la idea de un control casi total: los hombres de Socma pasan al Estado.

–Ellos tuvieron distintas relaciones con el Estado. Y eso es por las diferentes visiones que tienen del Estado tanto Franco Macri como Mauricio. Franco creía en la patria contratista, es oficialista. Mauricio en la financiera. Franco se hace amigo de los gobiernos, los lleva a comer a la quinta, les pide favores, les regala autos y aviones y saca las mayores contrataciones de la obra pública. Mauricio –me lo contó en una entrevista– se da cuenta a fines de los `80 que los Estados van a colapsar y que había que reconvertir todo en empresa de servicios para quedarse con las privatizaciones. No sólo reconvierte las empresas, sino que se lotea el gobierno de Menem para poner a los hombres de Socma a cargo de las privatizaciones.

–Es curioso porque se lo cuenta con naturalidad.

–Macri tiene el desparpajo de los ’90. Habla de las cosas que el resto de la sociedad ve mal. Como tiene sus propias reglas de juego dentro del grupo económico y en las clases sociales en las que están, naturaliza cosas que son barrabasadas. “Nosotros pusimos a Dromi”, dice. “A los mejores cuadros de Socma, pusimos directores y secretarios y después solamente nos quedamos con la ruta y el correo mientras otro se quedó con tal cosa y tal otra”. Otro ejemplo fue Carlos Grosso. En medio de una crisis económica del gobierno porteño, para que salgan los pagos de Manliba, nombran como secretario de Hacienda al gerente de Manliba.

–¿Lo mismo había sucedido en la relación con López Rega y la dictadura?

–El primer cambio de los Macri empezó a fines del ’60, cuando de una pequeña empresa constructora se asocian con la empresa constructora de la Fiat en Argentina y a partir de ahí con el gobierno de Onganía. La relación con el entonces secretario de Industria y Energía les permitió empezar a quedarse con todas las grandes obras: Atucha, centrales eléctricas e hidroeléctricas, ahora millonarias. A comienzos de los ’70, tenían un rol más bien de lobbistas pero sin hacerle asco a nada. “Los empresarios tienen que ser oficialistas”, decía Franco Macri y se sentaban con López Rega para quedarse con la construcción de un plan de vivienda y le regalaron un mausoleo que quería para Olivos. Todo en medio de una trama de negocios en la que están involucrados con la Logia P2 y con acuerdos con Kadafi en Libia. Si uno ve la manera con la que llevan a cabo los negocios, hicieron el mismo tipo de lobby más tarde con Julio De Vido cuando se dijo que los chinos iban a venir a hacer todo, pero eran todas empresas de Macri.

–¿Por qué El pibe? Usted dice que en 2007 le llamó la atención que los ministros de Mauricio Macri lo llamaran así.

–Me llamaba la atención porque no le decían “el jefe”, como se dice en la política. Pero cuando indagué supe que era porque todos habían sido gerentes de Socma en la época en la que Macri era “el pibe”, a quien Franco estaba formando para darle poder. Era además el lugar en el que lo ponía Franco. Lo ponía a tomar decisiones pero al mismo tiempo se las corregía, por lo cual para los gerentes eso significaba: “No hagamos lo que dice el pibe, porque después viene Franco y da vuelta todo”.

–¿Mauricio Macri aparece construido desde ese doble lugar: heredero y boicoteado por su padre?

–Franco tiene una cosa italiana: desde muy chico lo quiso poner al frente de la empresa, pero cada vez que lo ponía al frente de algo, Mauricio terminaba fracasando. El más estrepitoso fue cuando no consiguió renovar la licencia de la Fiat en Argentina. El padre dice que lo echó de las empresas; él dice que decidió irse a Boca. De todas maneras, la pelea terminó el año pasado de la peor manera: los hijos amenazaron a Franco iniciando un juicio por insania y Franco, antes de que eso avance, les dejó todas las acciones. El dato político es que desde 2007 Mauricio trató de hacer campaña diciendo que todos los problemas y lo cuestionable venía de su padre y que él no tenía nada que ver. La verdad es que el dueño de las empresas es él y sus hermanos, Franco Macri está afuera.

–Podría decirse que argumentó lo mismo en el escándalo por las escuchas ilegales.

–Le echa la responsabilidad al padre. Pero cuando le pregunté si él haría escuchas por su hija, me dijo que sí. Allí hay un entramado con aparatos de seguridad heredados de Alfredo Yabrán, del menemismo, que vienen con ellos a partir del secuestro de Mauricio, que es lo que termina explotando con el Fino Palacios y la Policía Metropolitana.

–El libro plantea un posible hilo conductor entre el secuestro de Macri y los dos secuestros claves de la Fiat en el país: Oberdan Salustro y Lucchino Revelli Beaumont. ¿Cuál es la relación?

–Es una historia con hipótesis que no se pueden cerrar. Tanto el secuestro de Mauricio como el de Florencia no fueron comunes. Con Mauricio, la gente que estuvo presa terminó liberada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos porque se sabe que confesaron bajo tortura. Por lo tanto, no hay autor, como el secuestro de Florencia Macri, que hoy vive con un secuestrador. Como complicado de entender es el de Revelli, un secuestro que es el paso previo a que los Macri se quedan con la Fiat, con una mezcla rara de gente que estaba detenida en la ESMA, con parapoliciales de López Rega, secuestran al gerente en París, con Héctor Villalón, gente vinculada con los militares argentinos y sectores del peronismo vinculados con los Macri. Y de alguna manera, Revelli era la persona que formaba parte de la decisión de la Fiat de dejar a la empresa en manos de Macri.

–¿Sugiere que la propia Fiat o Macri tuvieron que ver con el secuestro?

–Creo que es un secuestro con mano de obra política para dirimir cuestiones internas en la Fiat. Y Macri no estaba ajeno a esto.

–¿Cómo aparece en la trama de negocios Cristiano Ratazzi?

–El levanta una constructora que ahora hace varias cosas de la Ciudad y programa hacer el helipuerto en la reserva.

–¿Por qué es importante la P2?

–La historia de Logia P2 en Argentina es una historia que une los negocios más oscuros del peronismo con el masserismo; no lo veo desde el misterio o como una cosa espiritual. Me interesa marcar que es una red mafiosa a nivel mundial que sirvió de nexo y fue fuente de financiamiento de un sector de la política del país.

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