EL PAíS › OPINIóN
› Por Mario Wainfeld
“La historia vuelve a repetirse
(...) el mismo, el mismo loco afán.”
Enrique Cadícamo, “Por la vuelta”
Si uno quiere ponerse puntilloso puede señalar que, a menudo, la expresión “vuelve a repetirse” es impropia, redundante. Así es cuando un sucedido se reitera, a secas. Para que “vuelva a repetirse” un mismo hecho debe ocurrir, por lo menos, tres veces. Eso sí, el verso del tangazo le cabe al déjà vu pertinaz que propina el Congreso, semana tras semana. Cambian los roles, hay algunas variantes en el juego, pero en el fondo la microhistoria, la era del bloqueo, vuelve a repetirse.
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Sin quórum (part III). El arco de opositores negó quórum en el Senado la semana pasada, ayer clamó por él. El oficialista Frente para la Victoria (FpV) cambió su reclamo de días atrás por la ausencia en el recinto. El Frente del Rechazo se victimizó ayer, sin grandes credenciales: dejó vacías sus bancas una vez contra dos del FpV, la diferencia es cuantitativa, no cualitativa.
El ansia de doblar la apuesta y sobreactuar para los medios que les reprochan su falta de goleo llevó a los senadores opositores a mocionar una medida inédita: descontar el 20 por ciento de la dieta a los colegas que faltaran sin permiso ni justificación a una sesión. Si la medida se concediera con efecto retroactivo, varias estrellas del arco opositor deberían pagar una fortuna: se han valido de ese recurso decenas de veces. Si los efectos se retrotrajeran a antes de 2007, el otrora diputado Mauricio Macri tendría que reintegrar un container de plata.
Las alegaciones republicanas y los dicterios contra el ex presidente Carlos Menem también derivan de un bando al otro. En el ínterin, el arco opositor rediseñó las comisiones para pagarle el rescate de un rey a cambio de su imprescindible presencia.
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Truco y retruco. Senadores y diputados opositores fungen de mártires ante cronistas y movileros que avalan o subrayan su relato sesgado. “La oposición”, empero, carece de legitimidad para erigirse en campeona del debate prolongado, del respeto a las reglas o a los plazos. Cuando consigue el número, cierra la deliberación con la velocidad del rayo, pasando como sobre ascuas sobre detallismos reglamentarios. Juega al borde de la ley, como el memorable Estudiantes de Zubeldía y casi todos los equipos argentinos actuales.
La Comisión Bicameral que analiza los decretos de necesidad y urgencia empezó a sesionar el martes sin tener quórum (contra el reglamento). Cuando el radical Ramón Mestre llegó jadeante, sus pares votaron en segundos, prescindiendo hasta del formalismo de dejarlo hablar. Le ley del número se impuso de prepo, sin maquillaje.
El cronista es poco proclive a indignarse por esas picardías o recursos de la lucha parlamentaria. Sí quisiera quebrar dos lanzas, en un debate maniqueo. La primera, contra aquellos que ven un irreal combate entre un oficialismo despiadado versus una oposición pura y transparente como una doncella de fábula. El partido de truco se juega entre pares, todos hacen bluff, a veces a alguno se le va la mano y marca las cartas.
La segunda lanza es contra el “sistema” instalado, que serrucha el prestigio de la actividad política, un patrimonio común a oficialistas y opositores. En esto, de nuevo, el escriba percibe responsabilidades concurrentes, más allá de las picarescas de cada caso. Algunas pueden ser irresolubles, si no se tiene tomado partido previo. Ayer, por ejemplo, el FpV despotricaba porque sus adversarios violaron tradiciones de décadas y alteraron la agenda, pasando el acuerdo de Mercedes Marcó del Pont como segundo punto. Y sus antagonistas juraron que estaban dispuestos a ganar una votación y perder la siguiente, sin malas artes.
Como en las parejas desquiciadas, ambos tienen motivos para fustigar al otro o para desconfiar, pero poca aptitud para reparar en sus falencias.
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La gula en Tribunales. El FpV se plegó a la moda de judicializar todo, instalada a todo trapo por las bancadas de enfrente. Recurrió ante los Tribunales la composición de la mencionada Bicameral. La legislación exige “equilibrio” en la distribución de sillas, el Grupo “A” lo descompensó de modo brutal para mantener unido su frente interno, después de la retribución a Menem. Cometieron pecado de gula, pues la susodicha comisión es una de las que mejor “soportan” el empate, pues éste no equivale a parálisis. Según la ley 26.122, si un DNU no obtiene dictamen de mayoría en un plazo prefijado (y breve), no se archiva como otros proyectos, sino que pasa al recinto.
Fue pura angurria y prepotencia opositora, mezclada con incapacidad para gestionar su interna. Se empecinaron en quedarse con todo y ganar un puñado de días, objetivos mezquinos por donde se los mire. Le costaron un revés en los tribunales, el territorio que le venía siendo propicio.
El juez Enrique Lavié Pico hizo lugar a la medida cautelar interpuesta, entre otros, por la senadora tucumana Beatriz Rojkes de Alperovich. La mala nueva cayó en Diputados cuando la amalgama opositora se encaminaba a rechazar el DNU que creó el Fondo de Desendeudamiento. El presidente del cuerpo, Eduardo Fellner, llamó a un cuarto intermedio, para leer el fallo y obrar en consecuencia. “Fueron reuniones de todos contra todos”, se permitió bromear un legislador opositor, que sabe no vivir enfadado. La diputada Elisa Carrió argumentaba a favor de seguir adelante con el debate y la anulación, fundada en que la sentencia no tiene efecto retroactivo. Los radicales, los socialistas y el centroizquierda opositor decidieron acatar el fallo para prevenir un eventual conflicto de poderes. Menudearon gritos de la líder de la Coalición Cívica a algunos de sus ex correligionarios que esgrimían razones jurídicas (Ricardo Gil Lavedra) o políticas (Ricardo Alfonsín). Pero primó el criterio más sensato, que fue frizar el tema y continuar con otros, para camuflar la derrota. Todo indica que el tópico será revivido en el ágora mediática y que recrudecerán las rencillas intra opositoras. El imaginario setenta por ciento se fragmenta a cada rato, Adrián Paenza podría imaginar una linda nota sobre ese tema.
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Mal día para Cobos. En el juego cortito de cada día, ayer ganó el oficialismo. La oposición no pudo imponer sus posturas en ninguna Cámara. Y fue cuestionada desde el Poder Judicial. Julio Cobos, acaso, sea el principal derrotado, por haber sido el firmante de la resolución anulada por Lavié Pico. Es un nuevo traspié en un año que le está resultando duro. Hacer equilibrio en este contexto le es más complejo que votar “no positivo” en una noche decisoria. Ahora quedó implicado en una ilegalidad, lo que desluce su pretendido perfil institucionalista. Para colmo de colmos, por un sitio en una comisión...
Más allá de las escaramuzas tácticas quizá vaya siendo hora de que los legisladores, de todas las banderías, repasen el sinsentido de la judicialización a rajatabla. La Corte Suprema, acaso, también debería emitir una señal. El funcionamiento del Congreso clama por un click, pactado: no hay desarmes unilaterales que funcionen. ¿Y si no lo hay? La historia, detalle más o menos, volverá a repetirse.
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