Jue 25.03.2010

EL PAíS  › CFK PROMETIó RECURRIR A LA JUSTICIA INTERNACIONAL SI NO AVANZAN LOS PROCESOS POR APROPIACIóN DE HIJOS DE DESAPARECIDOS

“Los voy a acompañar a otros tribunales”

En el acto oficial por el Día de la Memoria, realizado en la ex ESMA, la Presidenta pidió “dar vuelta la página de la historia con verdad y justicia”. También se comprometió con la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo y criticó la “impunidad del poder mediático”.

› Por Alejandra Dandan

“Confío”, dijo Cristina Fernández de Kirchner. Frente a ella estaba sentada Estela de Carlotto. “Pero también me comprometo frente a usted, señora, a que usted y los familiares de esos jóvenes van a tener justicia.” Era casi el final del acto oficial de conmemoración por los 34 años del golpe de Estado, realizado en la ex Escuela de Mecánica de la Armada. La Presidenta acababa de homenajear a cuatro padres de desaparecidos que acompañaron las primeras rondas de las Madres de Plaza de Mayo en los años de plomo. Marcos Weinstein, uno de los padres, habló de aquel grupo como de la “retaguardia” que custodiaba detrás de escena a la “vanguardia ética” que encarnaban las madres. Pero también habló de la “lentitud” y la “morosidad” de las causas judiciales que no permiten “cerrar” los duelos ni cambiar de página. CFK se ancló en aquel reclamo para asegurar que, si la Justicia no avanza, “como Presidenta” va a recurrir “a otros tribunales internacionales a pedirlo”. No mencionó a Ernestina Herrera de Noble, tampoco al Grupo Clarín, pero aludió a la pelea de las Abuelas por la identidad de los hijos adoptivos de la dueña del multimedio y a ese “poder casi extorsivo sobre políticos, empresarios y jueces” que impide, dijo, conocer la verdad.

A la mañana temprano, los colectivos con los militantes del interior de la provincia de Buenos Aires volvían “popular” el aire señorial de la Avenida del Libertador. A contramano de las mareas de quienes avanzaban a pie para enfrentar, una vez más, con su paso, los fantasmas de ese antiguo centro de exterminio, un veterano corría en dirección contraria, hacia algún otro lugar: en la remera llevaba una pequeña inscripción del Ejército que lo desmarcaba del escenario, lo corría, como a quien no tiene lugar.

En la entrada de la ex ESMA, las banderas de La Cámpora y las rojas y negras de la JP acordonaban el ingreso al Museo de la Memoria. Los nombres de los intendentes del conurbano estampados en otros recortes de telas se clonaban más adelante entre quienes se apretaban en la entrada del Centro Cultural Haroldo Conti, construido en homenaje al escritor desaparecido, inaugurado formalmente ayer, y donde poco más tarde habló la Presidenta.

No había espacio. Los que entraban permanecían de pie, abarrotados, para no quedar del otro lado. Ezequiel, un físico con una beca del Conicet, con su mujer embarazada y su hija, se acercaba diciendo que iba a ocupar el metro cuadrado que le tocaba ocupar, que quería ser contado y “apoyar al gobierno popular que se ve amenazado”.

El acto empezó con el homenaje a los “Padres de la Plaza”, padres de los primeros secuestrados y desaparecidos por la dictadura que estuvieron en el detrás de escena, muchas veces por cuestiones estratégicas, y que acompañaban a las mujeres que reclaman por la aparición de sus hijos.

Al lado de Cristina Fernández se sentó Néstor Kirchner. Luego seguían el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y hacia los costados, el ministro de Justicia, Julio Alak, y el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde. La Presidenta entregó el Premio Azucena Villaflor a la trayectoria en derechos humanos a Julio Morresi, Bruno Palermo y Marcos Weinstein, en representación de aquellos padres. Y también al nieto de Emilio Mignone, nombrado como un “incansable luchador por los derechos humanos”, que perteneció y presidió la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y, en 1979, a partir de la negativa de algunos de sus integrantes a denunciar ante la Justicia los crímenes de la dictadura y condenarlos sin eufemismos, creó el Centro de Estudios Legales y Sociales (ver nota aparte).

En la sala, detrás de las primeras sillas, las vallas dividían el espacio con banderas de agrupaciones de Lomas de Zamora, Pilar, José C. Paz, Malvinas Argentinas, Moreno y Tres de Febrero, con el nombre de Curto sellado en aguatinta. Marcos Weinstein se acercó entonces al atril del escenario. Habló de los padres como de aquella “retaguardia asociada a la vanguardia ética que significaron las Madres de Plaza de Mayo”. Eran, dijo, “un segundo y distante círculo, estábamos en la recova de Hipólito Yrigoyen, el Cabildo, la Catedral, participando y vigilando, por el temor”.

Weinstein, que integró distintas organizaciones de derechos humanos en el país, trazó los momentos más importantes de lucha, desde ese primer flash de esperanza del retorno a la democracia, las leyes de impunidad, hasta 2003, cuando el Gobierno “promovió la nulidad de las leyes de impunidad y permitió la condena para los asesinos de nuestros hijos en trámites judiciales limpios y no en la clandestinidad”. La sala clamó su apoyo.

Detrás de las palabras, como en un plano sin voces, se oían los reclamos que los organismos de derechos humanos continúan haciéndole a la Justicia para que avancen las causas contra los represores. Pero, a días del fallo de Casación que impide otra vez concluir con los análisis de ADN a los hijos adoptivos de la dueña del diario Clarín, aquello tomó otro vigor: la Justicia es “lenta y morosa”, dijo Weinstein.

“Olé olé, olé olá, a donde vayan los iremos a buscar.” La Presidenta se paró. Caminó hasta ese atril convertido por unos minutos en púlpito. “En nombre de todos los argentinos y de la condición humana –dijo– queremos agradecerles a todos los que lucharon en estos años por llegar a la verdad y a la justicia.” Y agregó: “El 24 de marzo solía ser para mí un día de dolor, como de rabia, de bronca como tal vez lo era para muchos argentinos, pero la verdad es que de las Madres, de Estela, Hebe, Ramona, aprendí también el amor por la vida y alegría”.

En el mensaje, la Presidenta no confrontó directamente con nadie. Pero las entrelíneas permitían leer mensajes destinados a los jueces, al Grupo Clarín, pero también a la oposición en el Congreso. Se recordó a sí misma como titular de la Comisión de Asuntos Constitucionales del Senado, desde donde acompañó la nulidad de las leyes de obediencia debida y punto final.

A partir de ese momento, comenzó la segunda parte del discurso. Como de los padres, también habló de la Justicia. “Como Presidenta de la Nación, tal como lo dije en el mensaje a la Asamblea Legislativa, queremos que se aplique finalmente la justicia, con los jueces de la Nación, que se termine este capítulo tan trágico de los argentinos y podamos dar vuelta esa página de la historia con verdad y justicia”. Y convocó a “todos los argentinos, sólo excluyendo a pequeños grupúsculos que se esconden atrás de pretendidas ideologías, a la reflexión y a la construcción de un país democrático, con justicia y castigo para los que delinquieron, con debate y con amor, como lo hicieron las Abuelas de Plaza de Mayo”.

A unos pasos del atril, al lado de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, estaban los pañuelos de las Madres, integrantes de las organizaciones de derechos humanos, hijos, nietos y militantes. “La recuperación de un nieto es una victoria del estado de derecho”, dijo y repitió. Habló de calidad institucional, de un viejo encuentro con el ex mandatario de Francia Jacques Chirac, que le preguntó cómo podía ser que los responsables de las desapariciones de ciudadanos franceses todavía estuvieran libres. Y entonces se dirigió a Carlotto, aludiendo al caso Herrera de Noble. “Sé, Estela, que estás atravesando uno de los momentos más difíciles, vos y la democracia argentina, porque querés saber si los argentinos y la Justicia seremos capaces de atravesar esta verdadera prueba y saber si vivimos en democracia. Saber si realmente, y déjenme apostar a que sí, tantos años de impunidad del poder mediático, déjenme confiar que finalmente va a haber justicia, pese a ese mismo poder casi extorsivo, sobre políticos, empresas y jueces, si realmente vamos a poder sobreponernos y conocer la verdad.” Luego, añadió: “Si eso no sucede, déjenme comprometerme: yo, como Presidenta, voy a acompañarlos a otros tribunales internacionales a pedirlo”. Pero no fue lo único: “No digo las cosas por decirlas –siguió–, tengo confianza en que no vamos a tener que llegar a eso”. Y concluyó: “Los familiares de esos jóvenes, van a tener justicia porque ellos van a tener identidad”.

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