EL PAíS › EL DEBATE SOBRE LOS TEXTOS DEL BICENTENARIO CENSURADOS EN LA CIUDAD
Historiadores y especialistas en educación critican la decisión del ministro de Educación porteño de no publicar los textos elaborados por especialistas de esa cartera en discrepancia con su enfoque teórico.
Pablo Imen *
El ministro de Educación porteño intentó justificar ese 9 de abril la decisión de no imprimir materiales sobre el Bicentenario, en una decisión que la comunidad educativa no dudó en caracterizar como “censura”. Uno de los portavoces de esta crítica fue Eduardo López, secretario general de UTE, a quien Bullrich le contesta acusándolo, a su vez, de ser censor del propio ministerio. Curiosa paradoja.
En primer lugar, los materiales proponían una perspectiva gramsciana para la lectura de la historia que focalizaba las luchas de quienes fueron privados de sus derechos, discriminados, perseguidos, asesinados. La recuperación de esa memoria es valiosa porque permite comprender ese pasado en clave de presente y de futuro: son las asignaturas pendientes para una democracia protagónica y participativa.
El argumento ministerial de que el conocimiento debe ser neutral es ya inaceptable en el mundo de la ciencia. Sólo puede ser defendido por algún sector fundamentalista que se propone impedir la enseñanza de la teoría de le evolución de Darwin.
En segundo lugar, nos parece que argumentar que saca de circulación un material porque implica un solo punto de vista es, en el mejor de los casos, pueril, y en el peor, cínico. ¿Desde dónde podría escribirse un texto sino desde un determinado punto de vista? Otra opción implicaría un eclecticismo incomprensible para el lector: la construcción de teoría suele fundarse en un marco teórico y epistemológico.
Tercero, el ministro Bullrich debe tener presente que las ideas dominantes que circulan en el sistema educativo, en los medios de comunicación, y en su propio partido político, están bien lejos de la perspectiva gramsciana. La ideológica afirmación de que el mercado es superior al Estado, de que Julio Argentino Roca trajo la civilización frente a la barbarie, de que los pobres son incapaces de aprender o de expresarse o de que las mujeres son en el mejor de los casos partenaires de la trama social son parte del peor sentido común y también de la currícula que se enseña dentro del sistema educativo. En otras palabras: incluir en ese mar pedagógico de perspectivas neoclásicas, funcionalistas, posmodernas o conservadoras un punto de vista gramsciano sería, claramente, un paso en la democratización del conocimiento.
Hay en cuarto lugar otras cuestiones como la desvalorización inaceptable de quienes trabajaron para producir este material o el derroche de recursos públicos para una publicación que finalmente no va a ser distribuida.
El ministro es parte de un gobierno que prohibió la palabra pública a los docentes, que redujo las becas escolares, que quitó las jornadas de reflexión, que promovió la elaboración de listas negras de docentes en paro e impulsó demandas judiciales contra estudiantes que tomaron las escuelas porque no encontraron otro modo de ser escuchados.
Es parte de un proyecto político autoritario y represivo que promueve la formación de escuadrones paramilitares para apalear a indigentes (UCEP) y ahora propone cárcel para pobres mientras apaña a una “nueva policía” cuya cúpula está procesada y detenida por delitos inadmisibles en una fuerza de seguridad.
Bullrich termina su artículo acusando a Eduardo López de censor porque censura la acción de Bullrich. Un galimatías de palabras que parece confirmar la sabiduría popular: cree el ladrón que todos son de su condición.
* Secretario de Investigaciones del CCC Floreal Gorini.
Fabio Wasserman *
Como es sabido, el licenciado Esteban Bullrich, ministro de Educación del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, prohibió la distribución en las escuelas del material sobre doscientos años de historia argentina que durante más de un año elaboraron especialistas de la Dirección de Currícula y Enseñanza cuya publicación había sido anunciada oficialmente a fines del año pasado. Sus mayores cuestionamientos se dirigieron a la propuesta para el nivel medio realizada por reconocidas especialistas en historia y ciencias sociales, cuya principal particularidad está dada por presentar con gran rigor la historia de sectores que suelen omitirse en los relatos más trillados como los pueblos originarios, los africanos y sus descendientes, las mujeres y los trabajadores.
Discutir los sofismas, eufemismos y argumentos pueriles presentados por Bullrich para justificar su decisión no tiene mayor sentido. Ni siquiera podría decirse que caen por su propio peso, ya que carecen de algo que pueda ser así identificado. Sin embargo, hay una cuestión a la que quisiera referirme y que surge de un curioso escrito publicado en su página web personal donde colgó una parte de los textos procurando mostrar en vano que no se trata de un acto de censura. Para Bullrich, el problema del material es que ofrece una única interpretación del pasado basada en la obra de Antonio Gramsci (afirmación que me hace suponer que su lectura o la que hicieron sus asesores, no logró superar la introducción). Ahora bien, al plantear la necesidad de ofrecer otros enfoques el ministro tergiversa el sentido del material, pues éste está concebido explícitamente como un complemento para trabajar en el aula en función de los proyectos y los requerimientos de los docentes y de las escuelas. Además no nos dice cuáles serían esas otras interpretaciones que enriquecerían el conocimiento de los alumnos, por lo que sólo se permitió impedir que llegara a las aulas la que a él le disgusta.
Aparte de repudiar a este evidente acto de censura, quisiera referirme al proyecto que sin duda va a merecer una mejor suerte pues tiene virtudes pedagógicas e historiográficas dignas de destacar. En primer lugar por la notable cantidad y diversidad de fuentes que proporciona a sus lectores, particularmente el cuadernillo con textos extraídos de la prensa. En segundo lugar, por su gran nivel gráfico y material que lo distingue de la pobreza de muchos recursos con los que los docentes muchas veces se ven obligados a trabajar. En tercer lugar, por las actividades que propone para aprovechar el material. En cuarto lugar, porque está muy bien escrito. En efecto, la obra está constituida por textos que, con claridad, precisión y elegancia, presentan información y argumentos que permiten ser trabajados y elaborados y no meramente reproducidos. En quinto lugar, porque los diversos materiales (textos, imágenes, líneas de tiempo, gráficos) están articulados entre sí, diferenciándose notablemente de algunos manuales recientes que acumulan fragmentos de conocimiento sin preocuparse por su sentido general. Finalmente, lo más importante y lo que más parece haber afectado al ingeniero Bullrich es que, al igual que su jefe, supone que existe algo así como una neutralidad valorativa: porque la obra propone un enfoque. Y en esto reside buena parte de su atractivo y riqueza, pues les brinda a alumnos y docentes un punto de vista sólido y riguroso que, además de las virtudes señaladas, se nutre de la más calificada producción académica a nivel local e internacional y no como parece creer el ministro de la mera opinión de sus autoras.
* Instituto Ravignani (UBA-Conicet).
Gabriel Di Meglio *
Los materiales didácticos sobre el Bicentenario (“Memorias de un país”) que fueron censurados por el Ministerio de Educación del gobierno de la ciudad constituyen un aporte importante para la educación media en la ciudad de Buenos Aires, y no solamente en ella. Por lo tanto, es necesario que se permita su utilización en las escuelas.
En primer lugar, porque los materiales son claramente producto de un esfuerzo importante, cuyo resultado es un relato sobre la historia del país y la ciudad que brinda distintas herramientas de trabajo para los docentes. El uso de diferentes tipos de documentos de época es particularmente relevante, dado que brinda historicidad a los procesos históricos analizados. Esto no es una redundancia: la lectura de textos creados en una época determinada contribuye a eludir el peligro de entender el pasado exclusivamente a partir de las formas y los problemas del presente.
En segundo término, el material es útil por su actualización. La interacción entre los aportes del mundo académico, que muchas veces quedan encerrados en los espacios de ese mundo, y la enseñanza escolar no siempre es fluida. En esta oportunidad hay un intento muy claro de volcar en la escuela media contenidos y discusiones provenientes de los avances de la producción historiográfica reciente. Eso tiene una doble ventaja: estar “al día” con las novedades, y sobre todo buscar en textos producidos en esta época una mejor comunicación con sus potenciales lectores, puesto que ellos pueden ser mejor interpelados por un discurso contemporáneo que por otros surgidos en tiempos más lejanos. El énfasis puesto en los aportes de los últimos años se refleja también en los temas elegidos por el recorte del proyecto, que sólo pueden proponerse porque existen investigaciones que los sostienen.
El tercer punto a destacar es la pertinencia de ese recorte. No sólo porque refleja los avances de la producción historiográfica en los últimos años, sino también porque es imprescindible para la enseñanza. Aunque se ha ido moderando con el tiempo, el énfasis en la actuación de algunos grandes hombres pertenecientes a las clases altas sigue siendo central en muchas narraciones que buscan explicar el pasado. Ello es claramente una tergiversación de la Historia, dado que si bien es cierto que la acción individual es importante, hoy sabemos muy bien que usarla como única explicación es algo totalmente errado. Incorporar al relato central de nuestro devenir histórico a los descendientes de africanos, a los indígenas, a las mujeres y a los trabajadores no es simplemente un buen gesto integrador; es, a la vez, fundamental, porque sin las acciones de estos colectivos es imposible comprender la historia argentina.
La censura a lo realizado por la Dirección de Currícula y Enseñanza es repudiable por la naturaleza de la acción gubernamental, la torpeza y el despilfarro de recursos. También lo es porque priva a la educación de material actualizado y provechoso en un año fundamental para el abordaje y el trabajo sobre determinados temas históricos.
Todavía hay tiempo para que esos materiales lleguen a todas las escuelas de la ciudad de Buenos Aires.
* Historiador, UBA-Conicet.
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