EL PAíS › OPINIóN
› Por Mempo Giardinelli
Hace poco más de un mes, el 26 de marzo pasado, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires anunció un reconocimiento a la fundación que presido en el Chaco. Nuestra institución había sido recomendada de forma unánime como merecedora de una de las 200 Medallas del Bicentenario por su tarea de difusión, promoción y defensa del libro y la lectura, y eso significó, sin dudas, un inmenso honor para nosotros.
Se nos anunció también la entrega de dicha Medalla durante la Feria del Libro y aumentó nuestro compromiso la enumeración de notorias personalidades igualmente honradas como Quino, María Elena Walsh, Osvaldo Bayer, Hermenegildo Sábat, Clorindo Testa, Julio Bocca y Carmen Argibay, entre muchas otras.
Obviamente, pensamos que el homenaje nos lo hacía el pueblo porteño. Por eso respondimos que el “reconocimiento nos parece honroso y lo aceptaremos con mucho gusto”.
Sin embargo, un par de semanas después recibimos la información de que “las Medallas del Bicentenario a escritores y editores” serían entregadas el 27 de abril a las 20 (o sea ayer) en la Sala Roberto Arlt de la Feria del Libro. Se anunciaban “15 medallas a escritores, editores y personalidades que realizan un aporte a la difusión y promoción del libro, la lectura y la cultura. Las medallas serán entregadas por el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el Ing. Mauricio Macri, o, en su defecto, por el ministro de Cultura de la Ciudad...”.
Este anuncio nos llevó a tomar otra decisión: sin ánimo de ofender a ningún habitante de la ciudad de Buenos Aires, de inmediato renunciamos a recibir la Medalla Bicentenario.
Esta decisión se basó en varias razones, que expusimos ante las autoridades de la Ciudad y preferimos no hacer públicas hasta ahora: por un lado, la sospecha de estar ante una posible jugada política, pero sobre todo no quisimos que el señor Macri, a quien no apreciamos ni respetamos personal ni políticamente, nos entregara nada. No quisimos que homenajeara a nuestra modestísima institución una persona que desde el comienzo de su gestión achicó presupuestos y reparticiones de educación y de cultura. No quisimos recibir esta medalla de un mandatario que puso a un troglodita en el Ministerio de Educación; que designó a ex policías de espantosa trayectoria al frente de la naciente Policía Metropolitana; que ordenó la compra de pistolas-picanas y al que la Justicia investiga por haber ordenado escuchas telefónicas.
No quisimos el homenaje de un jefe de Gobierno que hace de la mentira política un estilo tan fuerte como fuerte es su frivolidad. Un político, además, que como diputado nacional fue menos que mediocre porque casi no apareció por el Congreso aunque seguramente cobró todos sus sueldos puntualmente. Un intendente que es duro para perseguir a 1500 trapitos que se ganan la vida cuidando coches, pero es muy blando para combatir a los que lucran con la prostitución; que persigue con más saña a los pobres que a los explotadores de mano de obra esclava de los que hay tantos en su ciudad. Y que encima practica la censura ideológica en los textos educativos sobre el Bicentenario y en los que se recuperan 200 años de historia destacando “la resistencia de los esclavos, las asociaciones de inmigrantes, la ley de residencia de extranjeros de 1902, las mujeres y los derechos políticos, los golpes militares, la Noche de los Bastones Largos, las asociaciones de derechos humanos, la libertad de expresión y finaliza con el tema de los pueblos originarios y el retorno a la democracia de 1983” como bien definió la UTE-Ctera.
Seguramente mi mano no vale gran cosa, pero es la mía y está limpia. Durante más de diez años de menemato, y aunque recibimos innumerables invitaciones y propuestas de aquel gobierno, en la intimidad de mi familia y de la Fundación juramos que ese hombre no estrecharía nuestra diestra. Y no lo hizo.
Del mismo modo, no quisimos ahora darle la mano a este señor en la Feria del Libro. Y por prudencia preferimos esperar a que pasara la fecha para hacer pública esta renuncia.
Que nos disculpe el pueblo de la querida ciudad de Buenos Aires, pero su máxima autoridad no nos gusta. No vemos diferencia alguna, por lo menos en lo ideológico, entre el señor Menem y el señor Mauricio Macri.
Fue por eso que, no sin dolor, renunciamos a recibir esta Medalla del Bicentenario.
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