› Por Horacio Verbitsky
La política migratoria de puertas abiertas recupera la que promovieron Sarmiento y Alberdi en la segunda mitad del siglo XIX, pero ahora sin los condicionamientos raciales que no faltaron en el romanticismo y el positivismo. Un reconocimiento a esta nueva actitud de la Argentina hacia sus vecinos fue la elección de Kirchner como primer secretario general de la UNASUR. Recluido en Calafate con la presidente, Kirchner dedica el fin de semana a meditar sobre su nuevo rol. La presunta incompatibilidad con su mandato legislativo podría serle reclamada por la Unasur, pero no por el Congreso, donde muchos legisladores tienen otras actividades. Todos los presidentes sudamericanos le dijeron que decidiera con libertad qué hará y que el tratado que menciona la exclusividad es apenas una guía, susceptible de enmiendas. Sin embargo Kirchner piensa solicitar licencia en la Cámara de Diputados para dedicarle la mayor energía a su nuevo cargo. No contempla renunciar, ya que su mandato legislativo es de cuatro años y el de la Unasur de dos. De este modo el oficialismo perdería una banca en la Cámara de Diputados, ya que las licencias no dan lugar a reemplazo. Su preocupación pasa por dotar al bloque regional de instituciones que perduren más allá de las coyunturas políticas y que consoliden los procesos de cambio (como en Paraguay y Haití) y prestigien al bloque, tanto en el campo económicosocial (el Banco del Sur, por ejemplo) como en el de los derechos y garantías (observatorios de derechos humanos y de medios de comunicación). Imagina entes plurales, con participación de organismos de la sociedad civil, según un modelo distinto al de la OEA. “No puede ser de gerentes sin pueblos”, dice. Tampoco descarta incorporar como piso algunos estándares de derechos elaborados en el más de medio siglo transcurrido desde la sanción de la Convención Americana de Derechos Humanos. Ninguna de las versiones publicadas en los últimos días refleja su posición. Aún no ha pensado en equipos y la única persona con quien habló del tema fue el senador Daniel Filmus, quien grabó una serie de entrevistas con los presidentes de la región. La cumbre de Los Cardales asimiló sin contratiempos la incorporación de dos nuevos presidentes, el uruguayo José Mujica y el chileno Sebastián Piñera, quienes tuvieron diálogos francos con sus colegas. El histriónico presidente venezolano dialogó con ambos. A Mujica, el teniente coronel Hugo Chávez le dijo “yo soy militar y tu guerrillero”. El oriental le contestó sin hesitar: “Y no arrepentido”. Dirigiéndose a Chávez, Piñera dijo que no era de derecha. “Ya van a ver que soy conservador en lo institucional, pero innovador en lo político, económico y social”, algo que tendrá que demostrar. En cualquier caso, no planteó nada que entrara en conflicto con los demás. Kirchner viajará a España para el encuentro con la Unión Europea, pero ya no como consorte presidencial sino en nombre de Unasur. La firmeza del bloque regional abortó la peregrina idea europea de invitar al gobierno de Honduras, que la Unasur no reconoce. Lo único que Kirchner ya ha decidido es instalar sus oficinas en el petit hôtel de Pellegrini y Arenales donde funcionó el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas cuando existía la denominada “justicia militar”. Todo un signo de los tiempos.
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