Mar 11.05.2010

EL PAíS  › RAFAEL BIELSA HABLA SOBRE EL COMERCIO ARGENTINO CON VENEZUELA DURANTE SU GESTIóN COMO CANCILLER

“Nunca me enteré de problemas con empresas”

El ex canciller asegura que nunca se denunciaron coimas ni inconvenientes con empresas intermediarias. Que lo único que reveló el ex embajador Sadous fue un faltante de dinero de parte de Venezuela, que enseguida se repuso.

› Por Raúl Kollmann

“Decir que mientras yo fui canciller hubo una diplomacia paralela es una estupidez, una exteriorización de ignorancia y un acto de mala intención”, asegura el ex canciller Rafael Bielsa. “En el tiempo en que me desempeñé como canciller nunca me enteré de que hubiera problemas con una empresa trader o un sistema de trading o que se le estaba cobrando una coima a alguna empresa argentina. Tampoco el embajador (Eduardo) Sadous me dijo nada, ni siquiera en un cable interno de la Cancillería que yo haya visto.” Bielsa se apasiona, se indigna, contesta con detalle, da precisiones sobre fechas, reuniones. En diálogo con Página/12 responde puntualmente sobre el caso del comercio argentino-venezolano cuando él ocupaba el Ministerio de Relaciones Exteriores.

–Se habla mucho de que el ministro Julio De Vido y, en general, el Ministerio de Planificación, hacían una diplomacia paralela en Venezuela.

–Lo de la “diplomacia paralela” es una expresión mal usada y mal intencionada. Le doy el siguiente ejemplo: durante el primer canje de la deuda, los funcionarios del Ministerio de Economía viajaron decenas de veces a Japón o a Italia y dialogaban con bonistas y con autoridades de los ministerios de Economía de esos países. ¿Tenía que intervenir la Cancillería en eso? De ninguna manera, era un tema muy específico, muy técnico, que manejaban desde Economía. Y nosotros muchísimas veces les dimos una mano. Yo personalmente intervine varias veces, hablando con autoridades económicas en diversos países, previa consulta con nuestro ministro. Le hago la pregunta: ¿los viajes de la gente de Roberto Lavagna por el canje eran “diplomacia paralela”? No, para nada. Eran actividades de administración coordinadas. Respecto del Ministerio de Planificación, Julio De Vido y Claudio Uberti, pasaba algo muy parecido.

–¿Ellos viajaban seguido a Venezuela?

–El drama que teníamos en ese momento era el de la energía. Tenía toda la lógica que ellos viajaran decenas de veces. El ministro y quienes el ministro designara. Y, además, había otros temas de por medio. Por ejemplo, se había acordado a fines de 2004 que Venezuela les diera trabajo a los astilleros Domecq García, que estaba en la órbita de la Armada. Era lógico que otras dependencias hicieran viajes y arreglaran esos temas. “Diplomacia paralela” es otra cosa y le digo que todos los países serios la utilizan. Yo mismo la usé. Por ejemplo, hablé con Gabriel García Márquez para que conversara con Fidel Castro y lográramos el permiso para que la neurocirujana Hilda Molina viniera a la Argentina. Hay personas que están en condiciones de tender un puente y las cancillerías recurren a esas personas. Le doy otro ejemplo: Franco Macri y las autoridades chinas. Por supuesto que él tiene gran llegada a importantísimos niveles de Beijing. Estaría perfecto recurrir a él para lograr un acercamiento en algún tema. Durante meses y meses, José Pampuro, siendo ministro de Defensa, viajaba a Chile porque existe un acuerdo de vínculo y monitoreo entre los ministerios de Defensa de Argentina y Chile. ¿Los viajes de De Vido eran “diplomacia paralela”? No, una cosa es la coordinación administrativa, insisto, y otra es la “diplomacia paralela”. Usar esta expresión fuera del contexto es una estupidez, una exteriorización de ignorancia y un acto de mala intención.

–En este caso, lo que se decía era que Planificación hacía diplomacia paralela para cobrar una coima en las exportaciones argentinas de maquinaria.

–En el tiempo en que me desempeñé como canciller nunca me enteré de que hubiera problemas con una empresa trader o un sistema de trading o que se le estaba cobrando una coima a alguna empresa argentina. Tampoco el embajador Eduardo Sadous me dijo nada, ni siquiera en un cable interno de la Cancillería que yo haya visto. Y es razonable pensar que si puso de manifiesto lo del fideicomiso, habría hecho lo propio con eventuales sobornos o incentivos ilegales, ¿no? Después de Sadous estuvo Nilda Garré como embajadora en Venezuela y tampoco hubo nada jamás. Y mi confianza en su honestidad es absoluta, total.

–Justamente, respecto del fideicomiso se han dicho muchas cosas. ¿Qué fue lo que pasó en realidad?

–La realidad es que necesitábamos fuel oil porque teníamos problemas materiales. La matriz energética argentina estaba pensada para crecer al uno o dos por ciento y nosotros íbamos hacia el siete, el ocho o el nueve. Necesitábamos energía urgentemente. En lo técnico, porque las centrales termoeléctricas podían funcionar con fuel oil y Venezuela lo tenía. No era de la mejor calidad. Era grueso, contenía azufre, que a su vez se transforma en óxido de azufre y en hollines ácidos, cosa que no sucede con el gas, pero nos ayudaba a salir de la situación. Todo esto ocurrió a los pocos meses de haber asumido, en enero de 2004.

–¿Y cómo aparece la cuestión del fideicomiso?

–Veíamos nuestra situación como la de quien alquila. En la cabeza está que el que paga un alquiler permite que ese alquiler se le evapore; siempre es mejor pagar una cuota sobre el precio total de la propiedad. Nosotros teníamos este cuadro: comprábamos fuel oil y el dinero se nos iba. Por eso el Gobierno le buscó la vuelta y la idea de utilizar un fideicomiso la tuvo Martín Redrado. El fideicomiso es un contrato por el cual una persona destina ciertos bienes a un fin determinado, encomendando la realización de ese fin a una institución fiduciaria. Entonces, lo que se acordó fue que nosotros comprábamos el fuel oil, pero con ese dinero ellos nos compraban productos industriales. Todo como resultado de un proceso en el que las cosas al comienzo eran más elementales. Aclaro que Hugo Chávez tuvo una actitud muy generosa al principio: envió dos o tres barcos sin tener nada documentado, sin haber arreglado siquiera cómo le íbamos a pagar.

–¿Quién manejaba ese fideicomiso?

–Hay que hacer una precisión: en ese fideicomiso no había ningún funcionario argentino que pudiera liberar un solo dólar, hasta donde recuerdo. Nosotros éramos fideicomitentes. El fiduciario era Venezuela y por lo tanto el derecho a mover el dinero lo tenían ellos. No-sotros sólo girábamos el dinero del fuel oil al banco elegido y, como contrapartida, íbamos proponiéndoles listas con los bienes que ellos podían comprarnos.

–¿Dónde surgió el problema?

–El 26 de enero de 2005, el embajador Eduardo Sadous envió a Cancillería un cable confidencial señalado como de alta importancia. Manifestaba allí que los venezolanos habían usado parte del dinero y, aunque no lo explicaba del todo, decía que se estaba haciendo una operación cambiaria: vendían en el mercado negro los dólares que no-sotros remesábamos, con los bolívares obtenidos recompraban los dólares en el mercado oficial y se quedaban con la diferencia. Noso-tros evaluamos con el entonces presidente Néstor Kirchner ese cable y resolvimos hacer pública la cuestión. Yo le mandé una carta oficial al embajador de Venezuela en Argentina señalándole que se habían sacado 90 millones de dólares de la cuenta fiduciaria creada por el convenio. Fue con mi firma y se entregó al embajador Freddy Balzán, ex ministro de la Oficina de Comunicación e Información del gobierno de Hugo Chávez, una persona importante por entonces. Venezuela contestó con otra carta, también oficial, en la que dijeron que efectivamente hicieron retiros de dinero, los usaron para otras necesidades, pero que entendían que podían hacerlo, siempre y cuando el dinero fuera repuesto en el momento oportuno. Cuando las cartas se cruzaron, el dinero ya estaba otra vez en la cuenta. Yo me pregunto: ¿qué denuncia iba a hacer en Argentina? Ningún argentino estaba involucrado en ningún delito, y si eventualmente había un delito no se había cometido en Argentina. ¿Qué otra cosa se podría haber hecho? Insisto, ni un dólar de lo que pagamos por el fuel oil se perdió. No se concretó ninguna maniobra ilegal de ningún tipo. Y, lo fundamental, logramos una exportación extraordinaria de maquinaria agrícola. Como dicen los propios industriales: la más importante de toda la historia.

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