EL PAíS › OPINION
El escenario ideal que imagina Macri. Los escollos que debe sortear. Los tribunales, la Legislatura, los imprevistos. Lealtades en duda, diputados en tránsito. El peronismo federal, en campaña y sin liderazgos. La Capital, un horizonte abierto. Un vistazo sobre toros del pasado y vacas del presente.
› Por Mario Wainfeld
Pongamos en palabras, viajando por un ratito al futuro, el escenario soñado por Mauricio Macri a partir de su última movida.
Es 22 de diciembre, ha comenzado el verano, el calor azota y hay presagios opositores de un colapso energético producido, esta vez, por el uso de acondicionadores de aire. Pero la noticia del día es otra: el jefe de Gobierno ha conseguido zafar del juicio político. Diecinueve votos por el “no”, contra 24 por el “sí” bastaron para impedir que la Sala Acusadora llegara a los 30 necesarios para hacer lugar al enjuiciamiento. Hubo dos abstenciones. Aunque los diputados de la Coalición Cívica, de Proyecto Sur y de la izquierda fueron feroces fiscales, Clarín titula “La Legislatura rechazó el juicio político K”. La Nación trata a Macri como si fuera Charles de Gaulle entrando en la París liberada de los nazis. Las encuestas comprueban que una mayoría rotunda piensa que Macri es el principal antagonista de los Kirchner. El peronismo federal, que le jugó alguna mala pasada en el segundo semestre, terminó apoyando a “Mauricio”. Las conversaciones informales decantan en un ofrecimiento concreto, el líder de PRO debe participar en la interna del justicialismo disidente. Varios gobernadores lo apoyan, fantaseando con integrar la fórmula presidencial. En conferencia de prensa, Macri resalta el funcionamiento republicano y, como al desgaire anuncia que su pareja, Juliana Awada, está embarazada. Tomarán apenas dos semanas de vacaciones, para celebrar y descansar. Luego volverá a la Ciudad, a gestionar. “No hay nada que celebrar, vamos a seguir trabajando por la gente” es el guión que escribió Jaime Durán Barba, Macri lo recita.
Ese es el horizonte imaginado y sería poco serio aseverar que es imposible, quizá todas las constelaciones se alineen. Pero, como decía el empirista Tu Sam, puede fallar.
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Comodoro Py: Uno de los supuestos implícitos de la decisión macrista es que la Legislatura eclipsará a los tribunales que juzgan a Macri. La causa penal se enredará en cien laberintos. Dejada a un lado la compadrada de pedir “juicio oral” ya, los letrados del jefe de Gobierno persistirán en chicanear y demorar, el juego que mejor saben y más les gusta. A despecho de esas maniobras, puede acontecer que el expediente se mueva, que produzca novedades, que la situación procesal de Macri (de por sí grave) empeore.
Una de las dificultades que afrontan las operaciones pensadas “en laboratorio” es que la realidad fluye, que jamás queda estática. En cualquier comarca, ni qué hablar en la Argentina.
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La fuerza propia y la lealtad: La Legislatura es otro terreno minado. Los operadores de PRO confían en contener a toda su tropa, sin recaer en la entropía que se llevó puesto a Aníbal Ibarra. Su posición comparativa es mejor: cuenta con un bloque importante, incentivado por la perspectiva de pujar por la Ciudad y por la Nación. Pero también tiene fisuras: muchos diputados son noveles, unos cuantos provienen de contingentes ex aliados de Macri, que ya no lo son.
El kirchnerismo podría tratar de incidir en ese grupo heterogéneo, también vulnerable a la seducción de compañeros peronistas federales, siempre propensos a pescar en río revuelto. En la previa, cuando “Mauricio” estaba más fuerte, Francisco de Narváez le cooptó al diputado Daniel Amoroso, quien (como su apellido lo sugiere) es una persona muy sensible.
Una señal preocupó al oficialismo porteño. En la crucial sesión del martes no pusieron el cuerpo todos los diputados. El mismísimo presidente del bloque, Cristian Ritondo, fatigaba Disneylandia. El celular rojo del joven dirigente fogueado en Mataderos vibró más de una vez, no escuchó palabras cordiales. Ritondo verbalizó en privado y en público su adhesión. Dijo que él había aprendido la lealtad militando en el peronismo. Su mensaje aspiró a ser un bálsamo aunque, si se toma al pie de la letra (y se evoca la saga del peronismo porteño en los últimos 27 años), Macri tendría sobrados motivos para preocuparse.
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Los otros también existen: La oposición está fragmentada en la Legislatura, he ahí una de las claves del voluntarismo macrista. Pero hay varias fuerzas estimuladas para enfrentarlo. La diputada Elisa Carrió brega desde hace añares por ser la dirigente más antagónica con el kirchnerismo. Macri va por ese cetro, “Lilita” se empeñará en conservarlo. Por ahora, ni siquiera está sellada la apertura del juicio político. El macrismo debe rasguñar algunos apoyos en feudo ajeno. El cálculo del cronista es que podría conseguirlos, pero hoy y aquí esos votos prestados no están.
Sea que haya comisión investigadora, sea que se abra el juicio político, se escenificará un debate posicional: los macristas tratarán de mostrarse como víctimas y adversarios principales del kirchnerismo, la Coalición Cívica se esmerará en probar que son similares.
En cualquier instancia que se abra, hay escollos (cuya magnitud se develará andando el tiempo) para el optimismo macrista. La oposición, si hace funcionar su potencial condición mayoritaria, cuenta con recursos para manejar los tiempos. Acaso el trámite no termine con el año, la postergación de la sesión hasta el 12 de agosto fue un anuncio. La brega por el número de diputados por cada sector de la Comisión Investigadora de la Sala Acusadora será el segundo paso, si el juicio progresa. Deben componerla trece diputados. Al macrismo le corresponde el 40 por ciento, en términos matemáticos 5,2 legisladores. Estipular si son 5 o 6 será una primera escaramuza política, que ninguna calculadora puede dirimir. La presidencia debería recaer sobre la mayoría contrera, pero eso también será objeto de controversia. Todo insume tiempo.
Una vez en acción, la pesquisa parlamentaria es una caja de Pandora, que el macrismo cree tener domesticada. Sin embargo, sobran hilos sueltos o imprevisibles. De éstos no hablará el cronista, por definición. Sobre aquéllos una pregunta, apenas como botón de muestra. ¿Qué hará Mariano Narodowski ante un interrogatorio impiadoso transmitido por tevé? El ex ministro de Educación se fue herido, habló poco ante el micrófono y despotricó de lo lindo off the record. Se cree manoseado por el macrismo y luego arrojado a los tiburones. Conserva, magullada, una reputación académica y social a defender. ¿Se plegará a las pueriles explicaciones del macrismo, conservará una lealtad política a ultranza o, si el lector es despiadado, una solidaridad mafiosa? ¿O preferirá sincerar, despegarse? Humm.
El macrismo ha desvirtuado, merced a la fantasía, el contenido del expediente judicial. Si el transcurso del tiempo, que alivia el secreto sumarial, facilita que la causa se conozca en detalle, su posición flaqueará.
Y, sobre todo, se habilita un escenario de preguntas y respuestas, de políticos ávidos de hacer pisar el palito a los dirigentes macristas. Dista mucho de ser pan comido.
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El Agora: Cualquier gobierno, en cualquier latitud, tiene pichones de Goebbels que creen que la opinión pública es una variante de los perros de Pavlov, de comportamiento forzado ante determinados estímulos. El devenir democrático gusta desmentir tales ambiciones. Lo gurúes que entornan a Macri intuyen un camino llano, la realidad de su distrito habla de mayor complejidad. Con dos años y medio de rodaje, PRO no es la fuerza invencible que arrasó en las elecciones de 2007. La diputada Gabriela Michetti ganó entonces y sigue primera en los sondeos que se manejan en Jefatura de Gobierno y en la Casa Rosada. Pero flaquea en segunda vuelta, donde crecen las chances del diputado Fernando Solanas. Pino deberá, más adelante, resolver un dilema: lanzarse en la Capital, donde tiene perspectivas de ganar, o consagrarse a la candidatura nacional, con posibilidades más inciertas. En Proyecto Sur cunde el voluntarismo para las presidenciales. Es un apotegma de esta columna y de su autor, no dar por certero ningún presagio, pero su percepción es diferente.
Otros datos, más tangibles, acechan al macrismo. En su momento convocó a un espectro ciudadano amplísimo. A medida que gobernó fue perdiendo apoyos o puede haberlos perdido. Los médicos de los hospitales desguazados donde faltan insumos básicos, los maestros y empleados públicos maltratados seguramente integraron, en proporción armoniosa, el sesenta por ciento que catapultó al ex presidente de Boca. La colectividad judía otro tanto. Los jueces representados en la Asociación de Magistrados (que emitió un severo comunicado cuestionando las declaraciones de Macri sobre los camaristas), también. Son votantes y referencias simbólicas que están, cuanto menos, en tránsito. Inferir que su fidelidad está amarrada, que es inmune a meses de exposición en el banquillo de los acusados... too much.
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Más caciques que tribus: Una cifra de la ambición de Macri es el apoyo del peronismo federal. El Frente para la Victoria (FpV), el radicalismo, Proyecto Sur y los compañeros disidentes dejan poco espacio para una quinta fuerza. Un PJ alternativo unido habilita un horizonte de elección en tercios, polarizado por los partidos tradicionales, mucho más PROpicio. En ese punto, las condiciones actuales condicen con el escenario soñado por el jefe de Gobierno. Carlos Reutemann ha mermado en predicamento y en presunción de voto, merced a su exasperante pasividad. El resto de los presidenciables compite en paridad a la baja, sin mover el amperímetro. Eduardo Duhalde se postula como king’s maker, factor de unidad, padrino de la diáspora peronista sin que ningún par le reconozca ese sitial. El diputado Felipe Solá lo gastó esta semana, en una entrevista televisiva: se entretuvo diciendo que al ex presidente no lo apoya ni su tía. También menoscabó a Lole, a quien dijo considerar como ministro de Agricultura, si él llega a la Rosada.
“Felipe” y los gobernadores Alberto Rodríguez Saá y Mario Das Neves empapelaron y pintaron la Capital, otras ciudades grandes y sus terruños poniendo en vidriera su postulación presidencial. Esas acciones no dinamizan la opinión pública, acaso ni lo intentan. Fungen como un gesto hacia la dirigencia justicialista, generando además fuentes de trabajo para la industria gráfica y los consultores. Ninguno convence o conduce al conjunto ni emerge como autoridad o referente.
La lógica instrumental compele al peronismo federal a unificar personería, pero resulta arduo. La oportunidad para Macri, un candidato más potente, sigue latente aunque tiene sus bemoles postular un foráneo para separar al electorado peronista del kirchnerismo.
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Clima del Bicentenario: Las encuestas en danza trabajan con escenarios hipotéticos, distantes para cualquier ciudadano que se consulte. Esta salvedad sustancial no obsta a que en Olivos y la Rosada se diseñen y consulten con fervor. Los sondeos muestran a los Kirchner primando en ascenso. Son datos relativizables pero concordantes, aún entre especialistas que no trabajan para el FpV. La imagen de la Presidenta repunta aún sobre la de Néstor Kirchner, sin que esto se traslade a la intención de voto, que mantienen pareja.
Un tono optimista estimula a funcionarios y legisladores del oficialismo. El clima en las calles, en los restaurantes, en lugares públicos es diametralmente diverso, se entusiasman, al de hace dos años o uno. La buena onda de los festejos del Bicentenario, aventuran, se prolonga en la vida cotidiana.
En la misteriosa Buenos Aires, la presencia legislativa del kirchnerismo es endeble. Para colmo, ni siquiera puede dar por sentada la fidelidad de todos sus legisladores. Esta parte de la historia dará que hablar, en meses venideros.
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¿Adelante radicales? El cronista confiesa no entender la táctica radical en la Ciudad Autónoma, si es que existe. Los boinas blancas están ajenos a una ciudad que fue bastión de su partido, que pavimentó el camino de Fernando de la Rúa a la presidencia. Acólitos del diputado Ricardo Alfonsín imaginan un futuro acuerdo con Carrió, yendo a su zaga en ese distrito, a cambio de conseguir un apoyo (¿un renunciamiento?) a nivel nacional. Da la impresión de ser una hipótesis inviable, contradictoria con el perfil irredento de la líder de los cívicos.
Nada tienen de casual el reto que le propinó Lilita a “Ricardito” y la decisión de éste de asistir a un acto junto a la Presidenta. Ambos afinan sus respectivos perfiles. Alfonsín ensaya un modo peculiar de diferenciarse del kirchnerismo que es evitar su actitud tendencialmente confrontativa y binaria. Carrió, los peronistas disidentes y Macri prefieren ser antagónicos y excluyentes. El estilo de Alfonsín, hasta ahora, lo preserva de la imagen negativa (es, lejos, el que menos tiene entre los presidenciables de primer nivel), aunque hasta hoy Julio Cobos y los Kirchner lo superan en intención de voto.
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Cleto y Amélie: Ya que del vicepresidente hablamos, hace dos años tocaba su cenit, mientras toda la Exposición Rural giraba en torno. Un toro de tremendos atributos, llamado “Cleto”, patentizaba la pleitesía de las corporaciones agropecuarias.
En esta exposición la primera res que entró se llamó Amélie, evocando a la refinada y fantasiosa francesita de una película menor pero simpática. La transición de la política a la asociación libre (la vaca Amélie es entrada en carnes, con ubres portentosas y está preñada) alude a una caída del predicamento de Cobos, que llama la atención.
Como Reutemann, Cobos parecía, ejem, tener la vaca atada hace un año. Sus perspectivas, sin desaparecer, mermaron. Las peripecias de un mundo y una sociedad vertiginosos, sus errores, la aparición de competidores, la superación de la crisis económica de 2009, las lluvias que reemplazaron a la sequía, los aciertos del Gobierno pueden ser explicaciones parciales o acumulables.
El devenir político no es arbitrario pero tampoco manejable al antojo desde un comando mediático, aunque se cuente (como Cobos, como Reutemann, como Macri) con la anuencia y el apoyo militante de las grandes empresas periodísticas.
Esa es una de las tesis tentativas de esta nota, que renuncia al vaticinio aunque alerta: no basta cantar falta envido y truco (como lo hizo Macri) para tener ganada la partida.
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