EL PAíS › OPINION
› Por Martín Granovsky
Antes de recibir la noticia de que había muerto en el Río de la Plata su asesor Daniel Ferrere, el presidente uruguayo Pepe Mujica pasó el día relajado.
“Yo nunca vi otro presidente que se sacara fotos un día cualquiera en una pizzería del centro”, comentaba ayer por la tarde el senador del Frente Amplio, Alberto Couriel, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado.
El relato sobre Mujica y la pizza vino a cuento de otra observación. “Desde que Mujica salió de sus 14 años de cárcel hace lo mismo”, dijo Couriel. Y explicó: “Pone su sello y lucha por su proyecto, que en este caso es el programa del Frente Amplio, pero no se pelea con los demás. Por eso pudo darles un lugar en los organismos públicos a los partidos de oposición, sobre todo el Blanco y el Colorado, y por eso acaba de conseguir un apoyo inmediato para el acuerdo con la Argentina sobre el monitoreo del río Uruguay, que también los principales medios apoyaron”.
El miércoles, tras la reunión entre Pepe Mujica y Cristina Kirchner, los cancilleres Luis Almagro y Héctor Timerman difundieron el acuerdo que contiene un párrafo clave: “Conformar en el plazo de 30 (treinta) días en el seno de la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU), un Comité Científico integrado por dos científicos uruguayos y dos científicos argentinos a elección de cada país. La función de este Comité Científico será la de monitorear el río Uruguay y todos los establecimientos industriales, agrícolas y centros urbanos que vuelcan sus efluentes al río Uruguay y sus áreas de influencia”.
Es decir: monitorear Botnia sí, pero no sólo Botnia. Y controlar las dos costas para que el Uruguay siga siendo “un cielo azul que viaja”, como escribió Aníbal Sampayo en su canción “Río de los pájaros”, aquella que empezaba diciendo “el Uruguay no es un río”.
No solamente Pepe. También Cristina Kirchner dijo estar feliz por el acuerdo. Es obvio que queda un problema a resolver: cómo termina de digerir la nueva situación el pueblo de Gualeguaychú, que como quedó demostrado en su votación sobre el levantamiento del corte es un pueblo tan participativo como heterogéneo.
Sin embargo, Uruguay y la Argentina ya construyeron un marco institucional distinto. Por lo pronto, la relación entre los presidentes es excelente, y lo mismo entre los dos cancilleres, que estrenaron cargo casi en simultáneo. En Uruguay no impera la bronca antiargentina. De este lado del río no hay bronca antiuruguaya. Hasta la elección de Diego Forlán como mejor jugador del Mundial de Su-dáfrica, y el dibujito japonés que mereció él y no Lionel Messi despertaron aquí más envidia que recelo. En lugar de nacionalizarse, el conflicto por la pastera encontró coordenadas razonables. Y ya se sabe qué sucede en esos casos: un conflicto que parecía escalar sin límites encuentra su cauce y va desechando los peores índices de irracionalidad.
“El acuerdo significa nada más y nada menos que la construcción de un sistema transparente”, dijo Couriel.
Consultado Mario Féliz, de la Universidad Nacional de La Plata, subrayó que esa transparencia será útil para medir efluentes industriales en las dos costas, dragar canales cuando sea necesario con fines de navegación y con objetivos ecológicos, y analizar el nivel de filtrado de los desechos cloacales.
“El proceso recién comienza, pero es un proceso positivo”, dijo Féliz. Recordó que en Europa la limpieza del Rin llevó y lleva décadas, porque se trata no sólo de comenzar, sino de mantener los nuevos niveles de calidad del agua que se van obteniendo.
Si los ecologistas más activos de Gualeguaychú querían iniciar un proceso serio, tras el último acuerdo deben darse por satisfechos: lo consiguieron. Una demanda que comenzó por dos pasteras logró la relocalización de una (la española Ence), el control de la otra (la UPM o ex Botnia) y la construcción de una gran lupa que se posará sobre el ambiente en todo el curso del río que comparten los dos países. En el camino, algunas novedades pueden ser aprovechadas por negociadores astutos. Finlandia, sede de la casa matriz de UPM, no puede ostentar hoy la soberbia de hace tres años. Desde abril cayeron un 42 por ciento las acciones de su empresa-estandarte en el mundo, Nokia, por la combinación de la crisis y de su propio fracaso en el mercado de los smartphones.
Sampayo era un simple poeta. Pero a veces los poetas tienen razón: quizás el Uruguay sea bastante más que un río.
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