EL PAíS › JUAN MANUEL ABAL MEDINA, VICEJEFE DE GABINETE NACIONAL Y ASESOR DEL EX PRESIDENTE KIRCHNER
Abal Medina integró junto a Kirchner el reducido equipo de la Unasur que negoció una tregua al conflicto entre Colombia y Venezuela, y destacó el trabajo realizado. Criticó a la oposición porque promete lo que sabe que no podría cumplir.
› Por Nicolás Lantos
Juan Manuel Abal Medina tiene el extraño privilegio de ser uno de los hombres de mayor confianza de Néstor Kirchner. Por algo, el santacruceño lo quiso como asesor cuando asumió su banca en la Cámara baja y luego ya como secretario general de la Unasur, mientras Abal Medina mantenía al mismo tiempo su despacho en la Casa Rosada, donde cumple el rol de vicejefe de Gabinete. En esa oficina recibió a Página/12 a pocas horas de regresar de Santa Marta, adonde formó parte del equipo que logró desarticular el conflicto entre Colombia y Venezuela, y habló del futuro del bloque regional, de los desafíos del Gobierno y de los planes del kirchnerismo para 2011.
–Sí, el equipo de Unasur es muy chiquito. Néstor, Rafael Follonier y yo, con un buen equipo técnico atrás, muy eficiente, y nada más. Unasur hoy por hoy es eso y está bien que así sea, porque la idea de Néstor desde el principio fue no armar una burocracia nueva. Lo que en general ocurre con estos organismos es que antes de hacer nada ya crean su propia burocracia, cargos, cosas por el estilo. Acá estamos todos ad honorem, nadie cobra un peso. Pensemos que la Unasur todavía no termina de existir formalmente, hasta que el tratado constitutivo no sea aprobado por los nueve países.
–Es totalmente lo contrario a la leyenda negra que intentaron crearle. Lo contrario a un político formal, malo, que reta. Es un tipo muy llano, obviamente muy convencido de lo que dice y que discute con muchos argumentos. Poder acompañar a un actor de la transformación de la realidad para mí es un placer absoluto. Estar con él, charlar, ver cómo se mueve en esos ámbitos me encanta como militante, como ciudadano y como académico.
–Esa fue una crítica tonta. Lo que no le gustaba ni le gusta ahora son las relaciones internacionales entendidas como canapés y protocolo. Pero a él siempre le encantó la política latinoamericana, como presidente jugó fuerte bancando a Evo Morales cuando tenía quilombo, trabajando para cambiar la relación histórica con Brasil, de la competencia a la cooperación. Le interesa muchísimo la política internacional en el buen sentido, de construcción de consensos sobre ideas. Esta gestión que realizó es central. Argentina viene de una historia en relaciones exteriores simbolizada por las relaciones carnales, que terminó en una guerra en el Golfo Pérsico sin que se supiera para qué y terminó vendiéndole armas a Ecuador contra un aliado histórico, o sea, el desastre absoluto de lo que significó ese modelo. La contracara de un lugar que tiene la Argentina en el mundo hoy, de jugar fuerte por los ideales y, en este caso, mostrando cómo una crisis regional se puede resolver desde la región. Creo que ahí demostró la potencialidad que tiene como dirigente y la capacidad que tiene en el plano internacional para solucionar una crisis que era sumamente compleja.
–Néstor, desde el momento en que fue designado, siempre dijo que la región se tiene que construir priorizando las coincidencias en las políticas específicas y entendiendo que no es una construcción de opciones ideológicas. En ningún punto eso podía ser una traba para lograr consensos y acuerdos. Yo creo que a veces nosotros en la Argentina tendemos a confundirnos en este plano, porque pensamos que lo que se entiende como los partidos conservadores o de derecha en el mundo son iguales al desastre que tenemos acá. Y uno ve con cierta envidia que no es lo mismo la derecha de verdad, seria, nacional, que uno encuentra en Chile o en Colombia, con las enormes diferencias que tenemos, que los mamarrachos de la política local. Son absolutamente distintos. Los ves a todos pensando en el país, en cómo su país progresa. En la región, la pluralidad de visiones es algo que suma y enriquece.
–Lo central es construir la confianza para que todos los países sientan que todo esto es real. Pensar cuestiones concretas, vinculadas a la integración energética, a la conectividad, construir puentes y caminos, que los títulos universitarios valgan de un país a otro, que los aportes jubilatorios que hace un ciudadano que trabaja en un país le valgan en otro, hay que trabajar en cuestiones que le muestren a la gente la importancia de esto y que permitan, a la vez, que de este trabajo en común se beneficien todos los países. Superar esas barreras físicas, ideológicas y económicas para trabajar en una región que tiene una enorme potencialidad, pero que sigue siendo la más desigual del mundo, lo cual nos muestra todo lo que falta por construir.
–Lo que vamos a hacer es garantizar la gobernabilidad y garantizar un rumbo que fue el votado por los argentinos en las últimas elecciones presidenciales. Esa es nuestra tarea y vamos a hacer lo que corresponda para lograrlo. Es una situación compleja, en la que lo que sería la mayoría parlamentaria, la primera minoría, está sitiada por sectores que piensan absolutamente en contra y se juntan sólo para frenar. Lo que se ha construido es algo muy extraño, una verdadera máquina de impedir. Creo que la oposición ha tomado el camino de lo que Giovanni Sartori llama “la sobreoferta electoral”: prometer cosas que ellos mismos saben que nunca van a cumplir, saben que es una chantada, pero lo hacen buscando un posicionamiento muy de corto plazo. Uno debería pensar que acercándose al proceso electoral en algún punto van a decir “si queremos convencer a la gente de que vamos a gobernar, no podemos seguir diciendo estas boludeces”. Porque si vos querés mostrarte como alternativa de gobierno tenés que poder defender un proyecto.
–Las corporaciones. La oposición política argentina no existe como tal. Te lo demuestra en los hechos: van corriendo a la Sociedad Rural para ver qué quieren con las retenciones, van corriendo hasta la casa de Magnetto para que les diga qué hacer con las cosas. Lamentablemente no hay una oposición sólida, fuerte, con argumentos, que discuta lo que vos hacés. Tenés simplemente grupos de individuos que corren detrás de las corporaciones, con lo cual la pelea política es más descarnada.
–En términos de juego político concreto no sé. En términos de país complica y mucho, porque tenés actores que terminan actuando contra sus propios intereses simplemente para joderte, porque con eso creen que van a ganar algún rédito.
–Es difícil saberlo, porque estas lógicas corporativas son muy entreveradas. Pero uno puede notar algo: primero cuando Clarín decía algo hablaba en términos de “la gente”, después, cuando le empezó a ir un poco mal, en términos del “periodismo independiente”, después era “Clarín”, ahora ya es Magnetto. Ahora se muestra él como un actor político que convoca a la oposición, que convoca a los empresarios amigos. Lo que yo le diría es que se presente a elecciones. Si está tan seguro de que estamos en una guerra, en democracia la única guerra que se tolera es a través de los votos.
–Este movimiento que se ve hoy en el peronismo de la provincia de Buenos Aires refleja una enorme vitalidad, que es obviamente positiva. Si vos tenés cada vez más sectores sociales, sindicales, los jóvenes que están recuperando su interés en la política, es algo espectacular. Sobre todo si lo contrastás con lo que ves del otro lado: la foto del museo de la vieja política, con Barrionuevo, el Momo Venegas, Romero, Solá y Duhalde. Es algo poderoso e interesante.
–No es el momento de pensar en eso, pero tenemos como posibles candidatos a un ex presidente que sacó al país del infierno y a una Presidenta que está haciendo una gestión espectacular. Creo que es una ventaja importante para cualquiera.
–Una mala experiencia no debería llevar a cerrarnos, creo que hay que ser cada vez más innovadores y novedosos a la hora de convocar esa pluralidad que hoy expresa el kirchnerismo. También es cierto que el que se quema con leche... vos sabés. Pero yo creo que debemos profundizar ese camino.
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