Sáb 11.01.2003

EL PAíS  › PARTIERON LOS CARTONEROS Y ASAMBLEISTAS CON COMIDA Y JUGUETES

La ayuda viaja en tren a Tucumán

La delegación de cartoneros y asambleístas partió anoche a Tucumán con más de mil kilos de comida y juguetes para repartir.

Eran las nueve y media de la noche y después del alboroto todo estaba en orden. En el primer vagón viajaban siete cartoneros y cinco asambleistas. En el último, una tonelada y media de alimentos, ropa y juguetes para los chicos de Tucumán. “Yo que no tengo, junto cosas para llevar a la gente que tampoco tiene”, relató Norma Flores, delegada cartonera que junto con otras cuatro mujeres se encargó durante un mes de organizar esta misión de ayuda al jardín de infantes Conejito Feliz.
El ya clásico canto de las asambleas “que se vayan todos” acompañaba las idas y venidas de los que partían a Tucumán y los que los querían despedir. Las asambleas de Palermo Viejo, Colegiales y Coghlan mostraban orgullosas sus pancartas luego de semanas de trabajo junto a los cartoneros.
Lidia del Rosario Quintero tiene 46 años y es tucumana. Es una de las delegadas cartoneras que más trabajó este mes. “Un día me llegó una carta de la directora del jardín pidiendo que le alcancemos alimentos y ropa”, relata. Desde hace tres años que Lidia es cartonera, y después se convirtió en delegada. Ahora su trabajo consiste en comprar los abonos del tren blanco, en el que viajan los cartoneros a un precio menor, para que nadie se quede afuera. Cuando se decidió empezar con esta misión de ayuda les dijo a sus compañeras que había que empezar a juntar arroz, azúcar y ropa para los chicos y todos se sumaron.
Después de 24 horas de viaje en tren en clase turista, los doce enviados llegarán a San Miguel de Tucumán, a la casa de Norma Flores en la Villa 9 de Julio. “Yo tengo familia allá y no sé cómo vamos a hacer para que entren todos”, se ríe. Norma también es de José León Suárez, tiene 36 años y desde hace ocho que junta cartón. De sus cinco hijos, los mellizos Jorge y Silvana de once años son los dos mayores y viven con su hermana en Tucumán porque acá “no alcanza para todos”. Los dos más chicos se quedan con Luis, el marido, y la nena del medio se va con ella para Tucumán. “Este es un trabajo cansador, salimos a las cinco de la tarde y llegamos recién a la una a casa”, cuenta. Hoy Norma también está cansada, “pero contenta”, aclara.
Por las dudas que no haya suficientes camas en lo de Norma, Andrés Pérez Esquivel, de la asamblea de Palermo Viejo, se lleva su bolsa de dormir. “Esto es una expresión más del trabajo conjunto que llevamos a cabo desde hace varios meses, como la lucha por la vacunación de los cartoneros y la apertura de la estación Carranza”. Andrés es el nieto del premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, tiene 18 años y está por comenzar el Ciclo Básico Común para estudiar Sociología. “Nuestra consigna es que todos somos cartoneros y hoy todos somos tucumanos”, asegura.
En un momento, las caras de alegría abandonaron el semblante. Es que los viajantes no tenían asegurados los asientos y parecía que iban a estar parados hasta Rosario. El calor y la luz tenue de los largos vagones, que cambiaba de pronto por los reflectores de las cámaras de televisión, aumentaban los malos ánimos. Por suerte y por presión, los cartoneros y asambleístas consiguieron distribuirse en varios de los vagones.
Carlos Sosa es de la asamblea de Colegiales y es dueño de una parrilla en Cramer al 800 en donde se juntaron varias cajas de juguetes para llevar. “Al negocio vino mucha gente linda que se acuerda de los pobres. Estoy contento porque logramos lo que queríamos”, cuenta entusiasmado. “Que se vaya Sosa”, le cantaban sus co-asambleístas que fueron a despedirlo.
En el hall central de la estación Mitre de Retiro los familiares y vecinos se quejaban porque no los dejaban pasar a despedirse, y se habían trasladado especialmente para festejar junto al tren blanco el logro de su objetivo. Desde el otro lado del molinete, los turistas, la mayoría jóvenes mochileros que se iban de aventura, se sumaban al clásico cántico del “que se vayan todos”. Pero esta vez, a Tucumán.
El tren blanco debía partir a las nueve, pero por problemas de tráfico, salió casi a las diez. Pero la tardanza no era problema para los excitadosviajantes que se seguían despidiendo una y otra vez. “Habíamos juntado mil kilos, pero mucha gente que se enteró por el diario y la radio vino a la estación a traer muchas cosas más”, cuenta Rosa Quintero, otra de las cartoneras tucumanas con cámara de fotos en mano.
Los doce enviados van a estar cinco días en San Miguel. Van a entregar lo recolectado en Buenos Aires durante un mes de trabajo. “Las provisiones vinieron de todos lados, de los chicos de la UBA, de los cartoneros mismos de mi barrio y de los asambleístas”, dice Lidia. Ayer la ropa, la comida y los juguetes viajaban bien seguros envueltos en cajas, de cartón, por supuesto.
Informe: Gimena Fuertes.

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