EL PAíS › COMO PIENSAN LOS ESTUDIANTES QUE JAQUEAN AL GOBIERNO PORTEÑO CON LAS TOMAS
No descreen de la política, pero piensan que el conflicto se soluciona “con movilización”. Se reivindican como “hijos de la crisis de 2001” y encuentran que “el gobierno de Macri es incompatible con la educación pública”. La relación con los padres, el rol de la juventud y de sus maestros.
› Por Carlos Rodríguez
Los estudiantes secundarios que hoy toman escuelas y plantean exigencias al gobierno porteño en materia de infraestructura edilicia, además de becas y viandas para los alumnos de menores recursos, se consideran “hijos de la crisis de 2001”, cuando la debacle económica hizo caer al gobierno de Fernando de la Rúa y el “que se vayan todos” ganó las calles. Aunque hoy algunos de ellos militan en corrientes políticas cercanas al kirchnerismo o a los partidos de la oposición parlamentaria nacional o porteña, de todos modos reivindican “formas de lucha como las tomas o los piquetes” porque guardan un sentimiento de “desconfianza hacia las políticas tradicionales”. Al mismo tiempo, están convencidos –a pesar de sus diferencias– de que las soluciones “no van a venir de las cúpulas sino de la movilización y la lucha”. Por eso, los militantes de las principales agrupaciones que sostienen hoy el conflicto en los claustros repudian la postura de los políticos o sectores de la prensa que cuestionan la politización de los secundarios. “Todos reivindicamos la participación política”, dentro o fuera de los partidos, y “la lucha permanente en defensa de nuestros derechos y de la educación pública”.
Aunque no todos plantean las posiciones más duras, como por ejemplo la que propicia “echar al gobierno de Macri”, sin embargo coinciden en que de no encontrar respuestas satisfactorias a sus reclamos en la reunión del lunes con el ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich, “el martes vuelven las tomas a los colegios porque nuestras demandas son justas e imprescindibles” (ver aparte). Los que dialogaron con Página/12 fueron Juan Oromí, de la corriente estudiantil Lobo Suelto; Alejandro Furman y Matías Botana, del Frente Estudiantil en Lucha (FEL), y Florencia Sacarelo, de la juventud del MST-Nueva Izquierda.
“En los secundarios hay un activismo muy importante que empezó en 2005, cuando se hizo un ‘estudiantazo’ contra el gobierno de (Aníbal) Ibarra. Eso fue lo que hizo revivir al activismo secundario”, recuerda Juan Oromí, egresado del Nicolás Avellaneda y ahora universitario, que sigue militando en la agrupación Lobo Suelto, que surgió de la fusión de otras dos agrupaciones, Escoria, que fue conducción del Centro de Estudiantes del Nacional de Buenos Aires, y Equis, que reunía a estudiantes de escuelas privadas. Lobo Suelto es una agrupación “de la izquierda independiente”, que agrupa a los que no militan en ningún partido.
Alfredo Furman es militante del Frente de Estudiantes en Lucha (FEL), una escisión –“por izquierda”, aclaran sus dirigentes– del Partido Obrero, y consejero estudiantil del colegio Carlos Pellegrini. “A mediados de 2009 fuimos expulsados del PO y muchos de nosotros estuvimos al frente de lo que fue el gran ‘estudiantazo’ del año 2005.” En estos momentos se están constituyendo “como agrupación política más en general, luego de haber participado durante los años 2007 y 2008 en una campaña por la democratización en los colegios preuniversitarios”.
“Desde el comienzo, nosotros venimos hablando de la necesidad de hacer política en los secundarios, al contrario de los que hoy nos critican por asumir posiciones políticas”, destacó Furman. El estudiante consideró que “la política del gobierno de (Mauricio) Macri es totalmente incompatible con la defensa de la educación pública por la que nosotros venimos luchando”. El FEL es el grupo que levanta las consignas más duras. Una de sus consignas principales es la que habla de “la necesidad de echar al gobierno de Macri”. También denuncian “a los sectores de la Legislatura que son cómplices del macrismo porque votan las mismas políticas”.
Florencia Sacarelo es presidenta del Centro de Estudiantes del Normal 5 de Barracas, y desde hace dos años es militante del MST. “El conflicto actual es muy fuerte. En nuestro colegio llevamos más de once días de toma. Lo que advertimos es que hay un gran compromiso por parte de todos los alumnos, que tienen muy claro que lo que pasa es responsabilidad absoluta de las políticas del actual gobierno porteño. Todos tenemos conciencia de que se trata de un problema político, al que hay que darle respuestas políticas.”
Sacarelo subrayó que, al menos en su colegio, “es muy buena la relación que mantenemos con los docentes y con los directivos del colegio, de manera que nunca hemos tenido oposición por parte de ellos, porque comprenden que lo que pedimos es razonable y necesario”. Para Florencia, los problemas más graves “son los edilicios” y, en el caso del Normal 5, una escuela que tiene cien años, “desde hace dos años no hubo ningún tipo de mantenimiento. Desde que asumió Macri, nadie del Ministerio de Educación se acercó a la escuela para ver en qué condiciones está”.
Oromí afirmó que los agrupaciones que se nuclean en la corriente que representa son “hijos de 2001, en el sentido de que incorporamos, como juventud, un montón de métodos de lucha que aún siguen vigentes, como el piquete. Hoy, hasta la Federación Agraria hace piquetes (se ríe). Nosotros somos los jóvenes que heredamos la desconfianza en la política, sobre todo en los partidos políticos tradicionales, y que no creemos que el cambio pueda venir desde las cúpulas”.
El dirigente de Lobo Suelto puntualizó que la participación en temas políticos “se acrecentó en la coyuntura actual, cuando se advierte una situación de mayor politización de la sociedad a partir del discurso de polarización, entre el Gobierno y el campo, entre el Gobierno y Clarín. Lo que nosotros tratamos de demostrar es que la juventud no es sólo la que fuma porros y toma alcohol en la plaza, sino que la juventud está creando, se está organizando, con sus particularidades, con su creatividad y con sus innovaciones. Ahora se hizo visible”.
Furman puntualizó que la mayor politización de los jóvenes provoca “rechazo en la dirigencia política o en los medios de difusión, y eso se advierte no sólo en la palabra, sino que va acompañada por los hechos. Hay un ataque cotidiano y constante a la juventud. Nosotros participamos, por ejemplo, en el apoyo a la familia de Luciano Arruga (el chico desaparecido luego de ser detenido por la policía en Lomas del Mirador), porque vemos que en el barrio donde vive la familia hay muchos jóvenes que sufren en forma cotidiana el amedrentamiento de la policía, el gatillo fácil. La juventud sufre también a partir del negocio de las drogas, que involucra a la policía y a otros agentes del Estado que se llenan los bolsillos”.
“No sólo nos pronunciamos contra el gobierno de Macri que viene destruyendo sistemáticamente la educación, la salud y la vivienda digna, sino que también nos pronunciamos contra el gobierno nacional y contra las diferentes variantes de oposición patronal. Ninguno quiere que salgan jóvenes con pensamiento crítico que puedan transformar la realidad.”
Los estudiantes también se refieren a la relación cotidiana, sobre todo a partir del actual conflicto, con los profesores. “Siempre depende del profesor, no todos son iguales –aclaró Oromí–, pero si algo nos han demostrado todos los procesos de lucha desde que yo milito, es que los docentes sufren el mismo deterioro de la educación pública que sufrimos nosotros. El problema es que, a veces, la organización docente tiene trabas que nosotros no tenemos. Son miles los docentes que salen con nosotros a la calle y que están de acuerdo con nuestros reclamos.”
Para Oromí, “lo que está sucediendo ahora es que la educación en la Ciudad de Buenos Aires sufre un deterioro tal que ya no se aguanta más. Esto hace que salten a protestar los docentes, que también salten los padres, que tienen muy presente la necesidad de que haya un colegio y de una educación mejor para sus hijos. Creo que lo que estamos haciendo no-sotros es en cierto sentido un ejemplo tanto para los docentes, que tal vez no se pudieron organizar, y para los padres, que tal vez perdieron la confianza por pertenecer a una generación que fue derrotada”.
Furman coincidió en que “la mayoría de los docentes dice que está de acuerdo con los reclamos. Sólo tenemos algunos debates en torno de las medidas, de la forma que tiene la protesta. Algunos dicen que las tomas no son la mejor forma, pero nosotros defendemos las tomas porque la práctica nos demostró que es una de las únicas fórmulas que tenemos para encontrar una respuesta. Desde hace mucho venimos pidiendo una reunión con el ministro de Educación, pero tuvimos que tomar 28 colegios para que nos den esa posibilidad”.
Los estudiantes recordaron que el problema actual no pasa sólo por las condiciones edilicias de las escuelas, sino también por las becas y por las viandas para los estudiantes de menores recursos. “En el tema de las becas –dijo Oromí–, lo más bochornoso que puede pasar es que no se están pagando, a pesar de la ley que se aprobó después de una lucha muy importante que tuvimos en 2008. A pesar de que se votó un proyecto que en los papeles era más progresivo, las becas están llegando en agosto o en septiembre o ni siquiera llegan.”
Otro de los problemas con las becas es que “no se ajustan según el índice de inflación. ¿Cómo le vas a dar un subsidio a un estudiante para que pueda estudiar, si ese subsidio se licua por la inflación? Eso es algo que no tiene sentido. Por eso tenemos, en la Ciudad de Buenos Aires, un índice de deserción escolar que es escandaloso”.
Florencia Sacarelo también expuso el problema de las becas: “Nosotros tenemos compañeros a los que les dicen que ya tienen la plata depositada, pero cuando van al banco, la plata no está. El año se está terminando y ellos no tienen el dinero que necesitan ahora”. Respecto del problema edilicio, Oromí, con la aprobación de los otros chicos, opinó que hay que crear “una comisión de seguimiento integrada por estudiantes, padres y docentes que pueda controlar qué se hace con las obras”.
Para justificar el pedido, recordó que en el colegio Nicolás Avellaneda “desde el año pasado tenemos una obra parada, en medio del patio, que nos corta los baños de la planta baja y las aulas de música, de idioma y la salida de emergencia. Esa obra fue presupuestada tres veces durante el gobierno de Macri y jamás se hizo. Nosotros tenemos que tener la posibilidad de controlar la ejecución de las obras”.
Por esas razones, Oromí confirmó, en respuesta a las críticas, que “es evidente que nuestro reclamo es político, porque acá el problema pasa por la falta de voluntad política del gobierno para resolver este problema”. Furman agregó que es “un problema de voluntad política de Macri y también un problema derivado de los intereses que defiende el macrismo”. Agregó que “es obvio que hay un interés que está en contra de los estudiantes, que son los futuros trabajadores, y que está a favor de los intereses de los empresarios y los sectores capitalistas”.
Los tres dirigentes estudiantiles coincidieron, sobre el final de la charla, en la “urgente necesidad” de que el gobierno porteño “les dé a los estudiantes una respuesta urgente y una solución inmediata” a los problemas planteados. “La cuestión de los plazos es muy importante. A nosotros nos han mentido muchas veces, nos han pateado la pelota para adelante muchas veces. Tenemos que arrancarle un compromiso público a comenzar de inmediato las obras más urgentes.” Sacarelo mostró una cierta desconfianza sobre los resultados de la reunión del lunes. “Hasta ahora hubo muchas promesas incumplidas, muchos planes de obras que no se cumplieron y eso genera desconfianza.”
Los tres sostuvieron que, de ahora en más, para el movimiento estudiantil, lo importante es “lograr los objetivos por los cuales se han movilizado nuestros compañeros, porque todo el esfuerzo que venimos realizando no puede haber sido en vano”, dijo la presidenta del Normal 5 de Barracas. “Para nosotros, el movimiento estudiantil se construye sobre la base de conquistas. Nosotros tenemos que arrancarle estas conquistas, para fortalecer al movimiento estudiantil”, opinó Juan Oromí. Por último, Alejandro Furman recalcó que “hasta ahora lo que nos han dicho es que las obras se van a acelerar, pero al mismo tiempo hablan de entre seis meses y un año. Es muchísimo tiempo y a la vez, el final del plazo coincide con el futuro período de campaña electoral. La educación no se negocia y no queremos que esto forme parte de una campaña política”.
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