EL PAíS › OPINIóN
El raro optimismo opositor frente al Presupuesto. El pago con reservas, previsto en la ley, rememora un debate de verano. Cataclismos que no fueron. Marcó del Pont, del escarnio a los resultados. El furor opositor y los cambios de escenario. Datos de una sociedad plural y vivaz.
› Por Mario Wainfeld
El ministro de Economía, Amado Boudou, presentó el presupuesto 2011 en el Congreso, conforme las rutinas institucionales. La oposición, según estipulan las reglas no escritas de la competencia política, puso el grito en el cielo, mayormente sin profundizar detalles. El juego de roles es clásico, se exacerba y simplifica en la coyuntura.
En general son contados los senadores y diputados que pueden (saben) “leer” en detalle la “ley de leyes”, barroca de por sí, plena de tecnicismos, reservada a economistas. Siempre son un puñado los que pueden argüir con saber propio y cierta autoridad. El tratamiento se completa con funcionarios avezados de provincias que (por mandato de sus gobernadores) se internan en los aspectos referidos a sus intereses territoriales. A veces eso determina apoyos inesperados o negociaciones parciales que derivan en ellos. De plata se trata, de intereses tangibles y no sólo de la maniquea alternativa entre oficialismo y oposición. En general, quizá no en las fragorosas jornadas de la primavera de 2010, que ya alborea.
Suena difícil que el Presupuesto sea aprobado en Diputados, la cámara de origen según la Constitución: la supremacía opositora seguramente derivará en una situación indeseable: la prórroga fáctica del diseñado para 2010. Para el oficialismo no sería mala noticia porque le daría aún más libertad de manejo que la aprobación con rectificaciones del proyecto defendido por Boudou.
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Viento de cola, con consenso: El ejecutivo prevé un crecimiento del PBI del 4,3 por ciento, cálculo parco comparado con las estimaciones de los (pocos) consultores creíbles, entre los que resalta Miguel Bein. Para el Grupo A la previsión se queda corta: han virado, sin asumirlo ni dar razones, del pesimismo apocalíptico sobre el futuro a un cálculo seguramente más afinado. No es, jamás podría ser según su manual de estilo, el reconocimiento de que el “modelo” rumbea pasablemente bien. Es apenas un eje nuevo para meter en la compactadora del antagonismo permanente.
Presumir que el próximo será un año con estabilidad, dólar firme y perspectiva de crecimiento sostenido, aún pagando vencimientos de deuda externa con reservas del Banco Central, debería ser (en buena lid) la admisión de que muchas profecías del Grupo A quedaron desairadas.
El Ejecutivo, en efecto, endereza su praxis del pasado verano: incluye en la ley la autorización para disponer las reservas hasta 7504 millones de dólares destinados al Fondo del desendeudamiento argentino (Fondea). Su creación, con un decreto de necesidad y urgencia (DNU), vino en yunta con el escandalete que provocó el banquero central Hernán Martín Pérez Redrado, quien devino por un ratito en un paladín de la república. La tormentosa polémica pasó, Redrado volvió a la sociedad civil, sus acciones públicas bajaron. Por entonces, el hombre, sus allegados y algún pope del Peronismo Federal fantasearon con hacerlo un presidenciable. Hoy, su máxima cotización es que el gobernador Mario Das Neves dice que, si fuera presidente, lo llevaría como ministro de Economía. Es como si hubiera derivado de ser anhelado por el Barcelona a integrar el banco de suplentes de El Porvenir, dicho esto con el mayor respeto por las perspectivas del mandatario chubutense y del digno club de casaca negra y blanca.
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La desprolija instrumentación del Fondea sirvió de aliciente para que los senadores “A” vapulearan a la sucesora de Redrado, Mercedes Marcó del Pont. El acuerdo para que completara el mandato del ya entrado en años golden boy fue una de las tantas escaramuzas bullangueras del Congreso y la primera derrota opositora en toda la línea. Se inauguró una costumbre en la Cámara alta: estridencia en las conversaciones, final de bandera verde.
El mandato de Marcó del Pont vence el próximo jueves 23. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner no ha confirmado aún si la mantiene en su sitial y, en tal caso, si opta por hacerlo “en comisión” hasta diciembre de 2011 (cese de su propio mandato) o si envía un nuevo pliego para designarla por siete años, previo acuerdo senatorial. Todo indica que Marcó del Pont, a despecho de movidas de piso internas y externas padecidas, contará con la confianza de la Presidenta.
En cuanto al eventual destino del pliego, el porotómetro del Senado siempre arroja guarismos cerrados, contiendas llenas de suspenso. Admitida esa tendencia, Miguel Pichetto, titular del bloque del Frente para la Victoria (FpV), confía en reeditar la victoria del verano. El esquema general ha cambiado poco, en general a favor de la banquera central.
Es prematuro, pues, anticiparse. Pero, si Marcó del Pont volviera a sentarse frente a los senadores que la destrataron, la citaron con un par de horas de antelación y luego rehusaron hacerle preguntas, las bancadas opositoras deberían guardarse bien de rememorar qué le dijeron. Los cataclismos bíblicos que se oyeron carecieron de corroboración empírica, por decirlo con delicadeza. El devenir económico-político los refutó, en fila india. La deuda se pagó, sin desfondar las reservas que, en rigor, treparon a una nueva cifra record. La reapertura del canje, que terminó saliendo en una contingencia bastante complicada, tuvo un grado de aceptación elevado. Los bonos argentinos gozan de buena salud, en un contexto bursátil mundial deprimido. Los embargos de bienes argentinos en el extranjero, otra predicción que se replica año tras año, siguen en veremos.
El Central termina el año manteniendo estable y relativamente elevada la cotización del dólar. También remesará una importante partida al Tesoro nacional. La mayor parte aún no ha sido cursada, porque la recaudación impositiva superó las previsiones y sobró para cubrir los gastos corrientes. El Central no cubre agujeros negros del erario, robustece su caja para las erogaciones de fin de año.
De nuevo, a la hora de las efectividades conducentes, la narrativa opositora naufragó. Y ganó terreno, en buena lid, la lógica de considerar al Banco Central como parte de la estructura del Estado y no como una entelequia autónoma cuyos fondos son intangibles. Esos fondos se consiguen de igual manera que los que cosecha la AFIP, con el esfuerzo (distribuido de modo inequitativo) de todos los argentinos. Dejar su manejo en manos de un emergente de la city o una suerte de ombudsman de la economía es una pésima opción que, felizmente, se dejó de lado.
Si se observan con más detalle, los dólares que acumuló el Banco Central provienen en su casi totalidad del sector externo. La Argentina sigue siendo poco tentadora para los fondos especulativos. Como dilemas para el futuro del “modelo” queda el paulatino rezago de la cotización del dólar que lima la “paridad competitiva”. El oficialismo se distrae de ese problema, la oposición “A” carece de discurso económico consistente. O de discurso económico, tout court.
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La operación urgente del ex presidente Néstor Kirchner turbó el fin de semana pasada e hizo perder la chaveta a referentes opositores, medios y periodistas. Las reglas de cortesía y los límites al rencor fueron traspasados en discursos que, de modo chocante, sinceraban el deseo de dar por ultimado a Kirchner. El ansia se entreveró con certificados de defunción extendidos a su fuerza política. El FpV, alegan sus detractores, está terminado y la dolencia cardiovascular del ahora diputado sería un síntoma más de esa decadencia, amén de una consecuencia directa de su crispación y desmesura.
El cronista no califica para controvertir diagnósticos médicos. Sí cree tener derecho a señalar que se han transgredido límites del respeto, de principios humanitarios básicos y del mensaje democrático. Se replicó el torpe accionar del cardenal Jorge Bergoglio cuando meses atrás envió a un sacerdote, sin diálogo con la familia, a darle la unción de los enfermos al ex presidente.
El descontrol opositor es inescindible del cambio de circunstancias políticas. El oficialismo, hoy día, prima en las encuestas ante una oposición desvaída. Si las elecciones fueran hoy, saldría puntero en la primera vuelta y, casi seguro, conservaría la primera minoría en ambas cámaras del Congreso. No es, aún si mediara derrota en el ballottage, una fuerza desdeñable que se encuentra de salida. Ese escenario, obviamente transitorio y modificable, es negado y odiado, lo que detona reacciones cuestionables.
En la semana que termina hoy, tuvo entrada parlamentaria el proyecto de participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas. Estudiantes, padres y docentes, la comunidad educativa tan mentada, produjo una movilización masiva y pacífica. El jueves próximo la Central de Trabajadores Argentinos tendrá una elección interna reñida entre quienes integran su núcleo fundador. Será la primera de su historia, en esos términos. Es, entre otras cosas, un síntoma de la convulsión que produjo el kirchnerismo en colectivos progresistas preexistentes, al hacer efectivas algunas de sus banderas, soslayando otras y siendo (de ordinario) poco hospitalario con aliados y compañeros de ruta. En cualquier caso, si se preservan las reglas básicas será una contienda ejemplar. También subrayará una injusta, ilegal y acaso inconstitucional deuda del Gobierno, el reconocimiento legal de la central alternativa.
Con altibajos, el cuadro general es el de una sociedad civil activa, pluralista, dinámica y hasta jacobina. Democrática e intemperante, para nada ideal pero sí muy distante de la que pintan quienes se arrogan, entre otros, el monopolio de la verdad.
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