EL PAíS › LAS TOMAS DE ESCUELAS Y LA REACCIóN DE LAS AUTORIDADES PORTEñAS SIGUEN ALIMENTANDO LA POLéMICA
Mañana, los estudiantes porteños decidirán en asamblea cómo continuar el plan de lucha. Diez colegios siguen ocupados. El jueves se movilizarán frente a la cartera educativa local. Dos padres del Acosta analizan las palabras del ministro Bullrich.
Claudia Cesaroni *
En 2008, primer año de la gestión de Mauricio Macri al frente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se produjeron tomas de colegios secundarios porque no se repartían en tiempo y forma las becas estudiantiles previstas en un programa oficial. Entonces, como ahora, el Colegio Normal Mariano Acosta comenzó la protesta, que luego se extendió y alcanzó a más de una decena de colegios, involucrando a miles de chicos y chicas. La mayoría no necesitaba las becas, pero se solidarizaba con quienes sí las usaban para cosas básicas como viajar, comprar apuntes y quizá darse algún gusto.
En esa ocasión, el entonces ministro de Educación Mariano Narodowski, mintió una y otra vez: sobre la cantidad de becas que se otorgaban, sobre los requisitos necesarios para obtenerlas y sobre la cantidad de dinero del que se disponía. Los estudiantes, organizados y acompañados por padres, madres y docentes, desnudaron las falacias gubernamentales. No sólo eso: se sentaron a pensar, y prepararon un proyecto de ley para resolver los problemas que nadie mejor que ellos conocían. Lo presentaron a la Legislatura, y el proyecto fue aprobado. Lo hicieron adolescentes de 16, 17 y 18 años, mientras luchaban por los derechos de sus compañeros y compañeras menos favorecidos por la suerte, la pertenencia a un sector social o el apellido. Poco se analizó y se agradeció esta enorme lección que esos jóvenes nos dieron a todos los adultos. El gobierno de Macri, en vez de felicitarlos, amenazó con sancionarlos. En 2008, por luchar solidariamente. Ahora, vuelve a amenazar con sanciones porque se niegan a ir a escuelas donde los techos no rompen cabezas sólo porque tienen el buen gusto de caerse los domingos; o las mamposterías (no “reposterías”, como dice el señor jefe de Gobierno) se desploman en el preciso instante en que todos los ángeles guardianes de los niños y niñas del Mariano Acosta están activos, y evitan que pasen por el patio, gracias a lo que nos evitamos tragedias que luego el jefe de Gobierno lamentaría vía Twitter.
En 2008, en medio de las tomas, se sancionó el decreto 998/08, que castiga hasta con la expulsión lo que llama “conductas inadmisibles”, entre las que están (disimuladas) las tomas: por ejemplo, es inadmisible “quedarse fuera de hora” sin autorización. Ergo: tomar el colegio.
En 2010, el incumplimiento de la obligación de mantener en condiciones dignas los edificios donde van a recibir educación nuestros hijos e hijas, pretende resolverse por la vía del castigo a quienes luchan con las armas legítimas de la protesta.
Los chicos y chicas ya hicieron y hacen mucho: son solidarios; se meten en problemas por ayudar a sus compañeros y compañeras; pierden tiempo en intentar que cabezas fascistas entiendan cómo se puede amar la literatura o las ciencias, el fútbol y la fiesta, y al mismo tiempo luchar por una sociedad más justa; soportan con paciencia a Narodowskis, Posses y Bullrichs diciendo mentiras, amenazando y acusando.
Es responsabilidad de los adultos no dejarlos solos, a la hora en que se intente castigarlos por tanta insolencia.
* Autora de La vida como castigo, Editorial Norma.
Eduardo López *
El ministro de Educación de la Ciudad, Esteban Bullrich, respondió categóricamente que No ante la pregunta del conductor del programa Duro de Domar referida a si mandaría a su hijo al Colegio Mariano Acosta.
Un No contundente, tajante, definitivo.
Un No que trasunta una visión desesperanzada del destino de la escuela pública.
Un No con proyección de futuro.
En su expresión, el ministro de Educación sentenció: digo No a la escuela pública.
Las palabras son meras pálidas sombras de las cosas que representan y en ese diminuto adverbio el ministro describió con claridad el espacio que tiene asignado en su proyecto de gestión para la educación pública.
Se refería al Mariano Acosta. No sólo una mampostería con escudo identificatorio de Colegio en la entrada, sino a un símbolo de la escuela pública. Una escuela de maestros fundada en 1874 y que ocupa el actual edificio desde 1889.
Una escuela que fue habitada, transitada y querida por Manuel Sadovsky, Felipe Boero, Elías Cárpena, Jorge Romero Brest, Pablo Pizzurno.
Ese edificio, patrimonio público del pensamiento, acunó en sus pasillos y pupitres el espíritu creativo de Enrique Santos Discépolo, Jorge Maestro, Oscar Masotta.
Forjó cosmovisiones disímiles en un marco de amplitud ideológica que albergaron a Marcelo Torcuato de Alvear, Américo Ghioldi, Norberto Laporta, Juan José Sebrelli.
Perduró en la nostalgia eterna de Julio Cortázar dibujada en el cuento “La escuela de noche”.
Y permanece aún en los reconocimientos de hoy. Este mismo año el Mariano Acosta obtuvo una distinción en un certamen de “Idioma Extranjero”, donde resultó ganadora entre 15 escuelas, todas privadas, a excepción del Colegio Nacional de Buenos Aires que, ocupó el segundo lugar.
La negativa expresada por el ministro trasciende la esfera temporal del presente. Desconoce el pasado y asigna un futuro de frustración. He allí, en ese No, sintetizado su proyecto de desprestigio asignado a la escuela pública. Proyecto que se expresa en el presupuesto educativo de la ciudad, uno de los más bajos del país.
Los docentes, en cambio, reivindicamos el pasado y el presente del Mariano Acosta y de cada escuela pública de esta ciudad. Esa convicción es la que nos lleva a ejercer el compromiso de luchar para favorecer y mejorar el futuro de nuestra educación.
Nosotros peleamos por más escuela pública y desde ese enfoque le decimos Sí.
Ese Sí nos viene de lejos. Es un Sí repleto de voces como la de Leopoldo Marechal, quien también tuvo cobijo como alumno y maestro en el Mariano Acosta y quien pensaba y escribía: “Creo que actualmente hay dos Argentinas: una en defunción (...) y una Argentina como en Navidad y crecimiento, que lucha por su destino, y que padecemos orgullosamente los que la amamos como a una hija. El porvenir de esa criatura depende de nosotros y muy particularmente de las nuevas generaciones”.
Por esas nuevas generaciones sentenciamos enfáticamente nuestra defensa de la educación como derecho social y a la educación pública le decimos Sí.
* Secretario general de la Unión de Trabajadores de la Educación. Ex alumno y padre de una estudiante del Mariano Acosta.
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