EL PAíS › DECLARó RAFAEL IANOVER, EX VICEPRESIDENTE DE PAPEL PRENSA
El ex testaferro de David Graiver aseguró que no se enteró de lo que firmó por miedo a que le pasara algo a él o a su familia. “Todos sabían que detrás del tema estaba el gobierno de facto”, señaló ante el juez Arnaldo Corazza y los fiscales.
“El temor y el terror que vivía en ese tiempo no me permitieron leer el convenio que iba a firmar”, confesó ayer Rafael Ianover, ex vicepresidente de Papel Prensa, en referencia al traspaso de sus acciones a directivos de los diarios Clarín, La Nación y La Razón en noviembre de 1976. Citado por el juez platense Arnaldo Corazza, responsable de investigar delitos de lesa humanidad en el circuito Camps y ahora también “el desapoderamiento ilegítimo de Papel Prensa SA” denunciado por la Secretaría de Derechos Humanos, Ianover recordó que “era voz corriente en ese momento que había detenidos desaparecidos y quería protegerme, a mí y a mi familia”. Por esa razón firmó el convenio de compraventa sin conocer el importe y no se animó a pedir copia, aseguró.
El ex testaferro de David Graiver, dueño de Papel Prensa fallecido en un extraño accidente aéreo en agosto de 1976, declaró durante cuatro horas ante el juez, los fiscales Marcelo Molina, Carlos Dulau Dumm y Hernán Schapiro, los abogados de La Nación, Clarín y de la Secretaría de Derechos Humanos. Ianover contó que el 2 de noviembre de 1976 fue convocado a oficinas del diario La Nación para vender sus acciones. No recordó si lo citaron directivos o abogados de los diarios. Creyó recordar que fue “el tío de mi señora, Enrique Brodsky”, quien “nos dijo que había que vender”. Fue con su esposa. Los recibió Patricio Peralta Ramos, de La Razón. Luego “pasó por allí (Bartolomé) Mitre”, de La Nación. “Después” supo que en oficinas contiguas estaban Lidia Papaleo, Isidoro Graiver y los padres de los Graiver.
“Quiero confesar que el temor y el terror que vivía en ese tiempo no me permitieron leer el convenio que iba a firmar”, confesó Ianover. Aseguró que “desconocía el importe” de la venta y que no recibió copia del convenio ni se animó a pedirla. “Se limitó a firmar” el traspaso de acciones a la firma Fapel. “Hace poco me enteré de las condiciones”, dijo. Le llamó la atención “que la firma podía transferir (acciones) a otros compradores” y la falta de constancia sobre “la solvencia de la firma compradora”.
Una sola condición le planteó a Peralta Ramos: que firmaría el convenio si le garantizaba que no iba a ser detenido, ya que “circulaba (el rumor) de que lo iban a detener” por “temas vinculados a los Graiver”.
–¿Por qué confiaba en la autoridad de Peralta Ramos? –preguntó un fiscal.
–Como no había cometido ningún delito no me iba a ir del país. Quería evitar que me detuvieran, por eso confié en la palabra de Peralta Ramos de que nada me iba a suceder. Aunque quizás haya sido un error, confío en la palabra de la gente –respondió.
–¿Quién estaba presente cuando firmó?
–Sólo Patricio Peralta Ramos, nadie más, ni funcionarios ni escribanos.
Ianover recordó que Graiver pensaba vender Papel Prensa cuando la planta se pusiera en marcha y precisó que “una clase de acciones estaba destinada a ser comprada por los diarios, pero ningún diario quiso suscribir acciones de esa firma”. Clarín, La Nación y La Razón se unieron en Fapel “porque querían construir otra planta que proveyera ese insumo”. “Luego, a partir del problema que se presentó con la familia Graiver (en referencia a la muerte de David) Fapel accedió a la compra.”
Tras la reunión del 2 de noviembre “siguió actuando como vicepresidente hasta la asamblea de enero de 1977, donde se aprobó la transferencia de las acciones”. Cuando le reformularon la pregunta sobre la confianza en el socio de La Razón, agregó que “todos sabían que detrás del tema estaba el gobierno de facto” y “pensé que Peralta Ramos podía evitar que me secuestraran”. Dos meses después comprobó que se había equivocado. “En enero, una fuerza de tareas invadió mi casa y tuvieron por rehenes a mis hijos y empleada. A las cuatro de la mañana se fueron. Me hicieron firmar un papel de que no faltaba nada, aunque al otro día descubrimos que faltaban cosas. No volví a ver a esas personas”, relató. Admitió que el 18 de enero estuvo presente en otra asamblea de accionistas, pero no recordó qué se discutió.
Fue secuestrado el 12 de abril de 1977. Lo llevaron a una comisaría en Banfield o Lomas de Zamora, le sacaron el documento, le ataron las manos y lo vendaron. Luego de siete días sin ver el sol lo llevaron a declarar ante un oficial. Se encontró entonces con “veinte personas relacionadas con el grupo Graiver”, a quienes “sacaban para torturarlas”. Los interrogatorios apuntaban a saber quién lo había nombrado vicepresidente de Papel Prensa, quién había nombrado (presidente) a (Pedro) Martínez Segovia (primo de Martínez de Hoz), le hicieron escuchar un discurso de Mario Firmenich y le preguntaron si lo conocía.
La siguiente escala fue en el Departamento de Policía. “De vez en cuando lo llevaban a Isidoro Graiver, a Timerman y a otros, a otra seccional, para torturarlos.” Pasaron las semanas sin saber cuál sería su destino, hasta que en agosto de 1977 lo convocaron a un denominado “Consejo de Guerra Especial 2”, integrado por “militares de las tres fuerzas que volvieron a interrogarlo”. El tribunal administrativo le comunicó que habían resuelto liberarlo, pero estuvo otro año en cautiverio, hasta el 20 de agosto de 1978. “No sé si fue porque era vicepresidente de Papel Prensa, porque la fábrica se puso en marcha en julio de 1978 o porque era judío”, dijo.
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