EL PAíS
› OPINION
Dormir con el enemigo
› Por Diego Fischerman
Los noticieros europeos muestran imágenes de la Plaza de Mayo. Se habla de la crisis. El tono general, sin embargo, no es de piedad sino de enojo. Los argentinos no son víctimas de la pobreza, dicen. No están así a causa de un bloqueo inhumano de los imperios ni como castigo por haberse enfrentado al capitalismo sino por haberse gastado la plata en vivir más allá de sus posibilidades. Por el champagne en la mesa cotidiana y por haber acumulado más teléfonos celulares que habitantes. La interpretación concuerda con lo dicho por Alain Touraine, en el reportaje publicado por este diario el 21 de enero: fue la abundancia argentina lo que impidió que se creara una “cultura del trabajo”. Como toda falsedad, es casi cierta.