Dom 03.10.2010

EL PAíS

El arte en los juicios orales

La agrupación HIJOS convocó a dibujantes, caricaturistas y estudiantes de arte a presenciar las audiencias de los juicios orales por los crímenes de la dictadura. Las imágenes realizadas audiencia tras audiencia son un intento de documentar algo que la mayor parte de los Tribunales Orales Federales prohibió documentar, al vedar el ingreso de fotógrafos.

Producción: Alejandra Dandan.

El testimonio de Verónica Castelli, por Esteban Cánepa

Verónica Castelli es hija de María Teresa Trotta y Roberto Castelli, detenidos-de-saparecidos de El Vesubio. Verónica declaró el 31 de mayo y ante el Tribunal Oral Federal Nº 4 y mostró el libro de cuentos que le hizo su madre durante el secuestro. María Teresa estaba embarazada cuando la secuestraron, tuvo a su hija en cautiverio, con lo que Verónica recuperó a su hermana recién el 25 de julio de 2008. Ese día, mirando a los ojos a Pedro Durán Saénz, jefe del centro clandestino en 1977, le pidió por los cuerpos de sus padres: “Me gustaría que Durán Saénz y sus secuaces me lo dijeran, porque yo necesitaría saber dónde están los restos de mi padre”.

Testimonio de Juana Sapire, por Federico Geller

Juana Sapire es la viuda de Raymundo Gleyzer. Declaró en la audiencia del 30 de agosto con la remera de “Yo me pongo la camiseta por los Juicios”. Dijo que los militares se llevaron todo de la casa de Raymundo, menos sus películas porque eran “muy incultos”. Leyó en la audiencia una carta del hijo de ambos e increpó cuanto pudo a los represores: “Si vivieron como basura van a morir como basura”.

El Vesuvio, por Ximena Iñesta

El Vesubio estaba ubicado a unos doscientos metros de Camino de Cintura y la Riccheri, en un predio ocupado por tres casas y una pileta. La casa uno era el casino de oficiales, en 1977 lugar de descanso del jefe del centro Pedro Durán Sáenz. La casa dos o enfermería era el centro de tortura y la casa tres, el alojamiento con las “cuchas” para los detenidosdesaparecidos. Ximena dibujó el centro clandestino durante la declaración indagatoria de Zeoliti. Con la mano izquierda, escribió las respuestas que el represor dio a los integrantes del Tribunal.

Declaración Zeoliti, por Ximena Iñesta

La declaración indagatoria de Roberto Zeoliti disparó varias retratos de Ximena Iñesta, de 23 años. Este se titula “No, no me acuerdo”, una frase que el acusado repitió hasta el absurdo.

Testimonio de Josefina Gandolfi, por Leonardo Vallejo

Josefina Gandolfi de Salgado declaró el 14 de mayo en la causa ESMA. Tiene 83 años. Un grupo de tareas secuestró a su hijo José María el 12 de marzo de 1977 cerca de su casa en Lanús. Josefina contó en la audiencia que mientras estaba secuestrado él la llamó y le dijo que estaba en Coordinación Federal. El 2 del junio de 1977 su nombre apareció en los diarios entre los muertos en un supuesto enfrentamiento. Josefina recuperó el cuerpo el 27 de julio de 1977.

El testimonio de Esteban Soler, por Esteban Cánepa

Estaban Soler declaró el 31 de mayo por el centro clandestino de El Vesubio, donde estuvieron secuestrados sus padres, Graciela Moreno y Juan Marcelo Soler Ginard, hoy desaparecidos. Ante el Tribunal, mostró las cartas que sus padres le mandaron durante el cautiverio y el muñeco que le mandaron para la Navidad de 1977. “Una tarde nos tiramos con mi abuela a dormir la siesta –dijo– y en forma de cuento me contó que a mis papás se los habían llevado.” Hasta ese momento, Esteban estaba convencido de que ambos estaban de viaje. Mientras hablaba, el represor Pedro Durán Sáenz, encargado del campo en 1977, estaba allí, quitándose las pelusas del saco, la escena disparadora de la ilustración de Cánepa.

La indagatoria de El Sapo, por Iván Gamazo

Roberto Zeoliti era agente del servicio penitenciario, guardián del centro clandestino El Vesubio. Era El Sapo o Saporiti adentro del campo. “Yo era un simple cabo, no podía revertir la situación”, insistió una y otra vez para justificarse a lo largo de su declaración indagatoria del 10 de mayo. “Estoy detenido hace cuatro años por haber cumplido órdenes, por haber hecho el trabajo. Eso es lo que a uno lo indigna.” Y además reconoció: “Por supuesto que había torturas para sacar información”.

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