EL PAíS › OPINIóN
› Por Leonardo Sbaraglia *
Hay muchas tristezas argentinas, que me han tocado vivir en España. En 2001, cuando el país se desplomó, estaba en Madrid, ya trabajando allí. Intentando alejarme de una Argentina que poco me gustaba hace años.
Seguía por España cuando K asumió como presidente. No viví durante el peronismo de Perón, lo estudié bastante y bastante creo entenderlo ahora. Se ha dicho de todo al respecto, por derecha y por izquierda. Y extrañamente, K, en ese cóctel, tenía algo muy parecido a un presidente humano.
El primer presidente que recuerdo bien (después de la pesadilla videla, viola, galtieri, no se merecen mayúsculas) fue Alfonsín, que era radical. Empecé a aprender lo que era la democracia y también lo viví de cerca: mientras trabajaba en La Noche de los Lápices, supe lo difícil que le fue negociar con el poder de los militares y los grupos económicos que los seguían manejando. Por eso, los extraordinarios logros del Juicio a las Juntas se vieron opacados por la ley de Punto Final; como parte de esa negociación. menem, o méndez, terminó de asentar esa absurda “reconciliación nacional” con balza al frente y los supuestos militares “buenísimos”. Torturadores y todo el engranaje feroz, los perros de caza de la dictadura estaban caminando entre nosotros, con la ley, que ahora, otra vez, los amparaba.
méndez siguió. Negociando con lo peor del sistema, el que deja afuera a casi todos. Lo veíamos aparecer exitista, canchero y triunfador... eso que más me de-sagrada de nuestra argentina identidad. El país se vendió casi todo, a bajo precio y con altas propinas para sus vendedores. “Primer Mundo” sostenido con veneno y mentiras millonarias.
Con la continuación de De la Rúa, el país colapsó a fines de 2001, cuando a la Argentina le bajaron las acciones para seguir vendiéndola barata. En 2003, después de varios presidentes en pocos años, K compitió con menem y fue declarado presidente de los argentinos. Era el peronismo DE MENDEZ, neoliberal, contra algo que no sabíamos bien qué era.
Pero K se parecía a algo más cercano a uno. Porque en su primer discurso como presidente, en Argentina lloraban de emoción y yo en España también lloraba de alegría, por esas palabras tan humanas que se hicieron carne política en los años que siguieron.
Todavía estaba el cuadro con la foto de videla en la puta esma. K lo quitó de ahí. Museo de la Memoria, lo bautizaron. Sonriente: cuando alguien ríe en esas circunstancias, parece que no tiene miedo... y ya no había miedo. El pingüino le hacía frente al León. Y no sólo fue un símbolo necesario, un gesto histórico. Sino que también fue para nosotros, los que nos habíamos mal educado en la dictadura, lo concreto de empezar a saber más. Porque su política de derechos humanos fue perfecta.
Y nosotros seguíamos aprendiendo, de los 30 mil muertos, con los que no pudimos hablar. K parecía entonces como uno de esos 30 mil. Parecía que no tenía miedo. Después de eso rajó a la policía, que todavía era cómplice de la tortura, derogó las leyes de punto final y obediencia debida. Y ahí se ganó el respeto de millones, como dijo Mempo Giardinelli en estas páginas.
La recuperación económica, ocho por ciento anual. El campo, las exportaciones, el turismo. Los científicos emigrados empezaron a volver, porque se empezó a invertir en investigación. En educación. En cultura. Repartiendo por primera vez en años las riquezas desde arriba hacia los de abajo, y así la inclusión de otros millones y así el mejor momento económico argentino en décadas, reflejado incluso en el pago histórico de parte importante de la deuda externa.
Y eso es más humano. Quien diga lo contrario es porque simplemente tiene otros negocios. Negocios que les parecen más importantes que un mundo más humano y que se reflejan en lo que está ocurriendo en el sistema económico actual, lleno de desigualdad.
La noticia me encontró en España, otra vez. Murió Néstor K, me dijeron. Y volví a llorar, pero ahora con una tristeza nueva. Tristeza que va más allá de lo que tenemos justo al lado, por razones históricas familiares. Era una tristeza de lo que uno forma parte con otros. Una tristeza con ganas de luchar. Por seguir apostando a un país posible y a cosas positivas, que uno va a seguir apoyando porque son buenas para todos.
Llegué a Buenos Aires, amaneciendo con los millones de personas despidiendo sus restos.
La mayoría son jóvenes.
Fuerza, Cristina. Y fuerza a esos millones.
* Actor.
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