EL PAíS › OPINION
Sin presupuesto, un bajón. Las consecuencias, un escenario abierto. Papelones opositores, llamadas que no fueron. Una piña y la impotencia. Perplejidad radical. El oficialismo, las encuestas, la sensación térmica. Nueva narrativa opositora. El Gobierno, sujeto a sus resultados.
› Por Mario Wainfeld
Muhammad Alí tenía, entre variadas virtudes boxísticas y personales, la de pegar cuando retrocedía. El autodenominado “Grupo A” termina el año parodiando malamente a Alí: pega sin punch y retrocede en desorden. El mamporro de la diputada Graciela Camaño tiene un potencial simbólico: refleja qué lejos quedó “la oposición” de imponer su agenda en el Congreso, de debilitar al oficialismo, de cooptar sus cuadros, de seducir a la opinión pública.
La piña distó de ser lo peor que sucedió el miércoles. Más graves fueron las patéticas “denuncias” multiplicadas por la cadena privada de medios y la negativa a tratar el Presupuesto. El Grupo “A” borró con el codo y el puño sus promesas de productividad legislativa y su compromiso de dar quórum. Terminó enredado en sus propias cuitas.
La diputada cívica Elisa Carrió consiguió su objetivo, que incluía enlodar a sus supuestos compañeros de ruta y envolverlos en su discurso. Los “condujo”, en términos peronistas, a su escenario favorito. Logró gran repercusión periodística, que en estos tiempos viene siendo inversamente proporcional a la evolución de su intención de voto.
Los radicales, que son la segunda fuerza en el Congreso y en las encuestas, se dejaron zarandear por “Lilita” a quien aborrecen pero no se atreven a enfrentar, acaso por no disponer de cuadros tan potentes y convencidos. Iban a dar quórum, se retractaron, después ofrecieron volver al recinto, a condición de modificar el dictamen del oficialismo. De modo implícito, aceptaron cuán chanta (y seguramente inconstitucional) era mocionar un dictamen alternativo, aunque carecieron de la grandeza para sincerarlo. Sus internas afloraron al rojo vivo, debatiendo incluso las reglas pactadas para designar autoridades de bloque.
Ceder ante presiones, privilegiar el internismo son flojas credenciales para aspirar al Ejecutivo. El final de Fernando de la Rúa –corralito, estado de sitio y masacre de ciudadanos jamás vista en un gobierno democrático– no se debió a que ese presidente fuera (por naturaleza) confiscador, violento o sádico. Su causa profunda fue la impotencia para hacerse cargo de la conflictividad social, la coyuntura económica y consolidar el poder político.
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Un Guinness para los episcopales:La diputada Cynthia Hotton (monobloque del cobismo evangélico episcopal) dio lástima con una denuncia para el Guinness. “Ni murió, ni fue guerrero”, desacreditaba el tango “Chorra”, que se cita sólo como licencia poética. Hotton ni fue llamada ni fue seducida o presionada. Nada probó y su versión, enclenque, terminó con un rechazo de la Comisión de Asuntos Constitucionales, con los votos del GEN de Margarita Stolbizer y del socialismo, que serán “A” pero tienen un límite al impudor.
La pobreza franciscana de la sesión fue sacudida por el piñazo de Camaño. Se trata de una legisladora con experiencia, autodidacta, bien preparada, que estudia los temas a su cargo. Compararla con Hotton o con la tenue radical Elsa Alvarez sería una injusticia. Se sacó, se le fue la mano, cometió un exabrupto violento. No hay por qué demonizarla ni exigir para ella más sanciones que la que merece, que es la pérdida de la presidencia de la comisión. Ocurre que es un ámbito especialmente formal y republicano, que impone un aura de respeto y tolerancia, distantes del descontrol de Camaño. Quizá el juicio del cronista sería más piadoso si se tratara de otra comisión, digamos la de Deportes.
Sus compañeros peronistas del Grupo “A” la defendieron, aludiendo que se desempeña con imparcialidad. El aserto sería adecuado si Camaño hubiera sacudido, ecuánime, a un diputado “A”. O, mejor, a dos, ya que reclaman condición mayoritaria en la Cámara. A la luz de la pegada que mostró Camaño, suena difícil que haya voluntarios para exponerse a esa prueba.
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Replay 2010: La “reconducción” del Presupuesto del 2010 dejará al Ejecutivo con amplia disponibilidad de recursos remanentes, ya que el kirchnerismo ha sido una etapa de crecimiento constante y acumulación de dinero inédito en las arcas estatales. Surgirán dificultades prácticas, seguramente. Es imaginable que habrá incursiones opositoras para judicializar y trabar.
En líneas generales, en la Casa Rosada se da por hecho que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner podrá gestionar. Y es dable suponer que la Corte Suprema, que declama un alto compromiso con la gobernabilidad, desalentará aventuras destituyentes o paralizantes.
En cualquier caso, el producido es un bajón donde hay responsabilidades concurrentes de oficialismo y oposición, aunque es ésta la que carga con la parte del león de las culpas, en la lectura del cronista. Las retractaciones radicales son indicativas en ese sentido.
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Wallander en las pampas: El decano de la Facultad de Sociales de Estocolmo comidió al inspector Kurt Wallander a viajar a la Argentina. El argumento formal, que comunicó a su ex protegido (el politólogo sueco que hace su tesis de posgrado sobre la Argentina), es corroborar si es exacto que fue una federal la que golpeó a un kirchnerista y no al revés. “La crispación y la violencia están del otro lado, profesor. Lea los diarios”, reprendió al politólogo.
Pero, en verdad, Wallander quiere escrutar las rendiciones de cuentas de nuestro cientista social. Están en rojo, por varios desbordes de gastos personales, incluidas apuestas fastuosas a manos de Boca contra River, que debió erogar en medio de burlas. Claro que el mayor rubro de gastos consiste en presentes a su más que amiga, la pelirroja progre quien ahora es cristinista fervorosa y le exige matrimonio antes de los comicios del 2011.
El politólogo piensa cómo entretener al implacable Wallander y contener a la pelirroja. El inspector, entre tanto, corrobora que los bifes de chorizo están caros pero son insuperables.
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Los números: Los sondeos encargados por el macrismo y el Peronismo Federal concuerdan con los que dispone la Casa Rosada. Por primera vez desde el conflicto por las retenciones móviles, el kirchnerismo ganaría en primera vuelta, si las elecciones fueran ahora. La súbita desaparición de Néstor Kirchner aceleró una tendencia que ya venía sedimentando. La anticipaban, antes del 27 de octubre, los guarismos de imagen e intención de voto. También datos cualitativos o de sensación térmica como los festejos del Bicentenario y la mística movilizadora del oficialismo, con buen arraigo en sectores juveniles.
La pérdida de un líder de tamaña magnitud dista de ser irrelevante o sencilla de reemplazar. El oficialismo deberá reacondicionarse, algunos protagonistas asumir funciones que la hiperquinesis de Kirchner concentraba. Es un desafío tremendo, que encuentra incentivos en el apoyo popular masivo, tanto como en las bonanzas política y económica.
La oposición, confundida y fragmentada, ha discontinuado (en la coyuntura) sus tradicionales agorerías. Muchas, pronunciadas cuando se vaticinaba una ofensiva implacable del Grupo “A”, fueron refutadas por los hechos. La stangflation, el default, el vaciamiento del Banco Central, el fracaso de la reapertura del canje de deuda, la entropía del kirchnerismo, entre tantas. El discurso de la oposición (incluida su vanguardia mediática) vira hacia el escándalo y hacia un par de tópicos nuevos, que justifican un vistazo.
El primero es la infalibilidad atribuida a Kirchner por sus adversarios, después de su fallecimiento. No es un reconocimiento tardío, que podría hacerse sin resignar banderas ni críticas y sería meritorio. Es un rebusque para sugerir impotencia de la Presidenta, un panorama de anomia y descontrol. La novela del Presupuesto se pretendió cifrar en la ausencia de Kirchner, dando por hecho que, en otro caso, se hubiera aprobado. Esa lectura desmiente la aritmética parlamentaria y la narrativa “contrera” de contados meses atrás. Por ejemplo, cuando la blitzkrieg “A” sobre las comisiones o cuando la aprobación de la ley del 82 por ciento móvil, sin agotar la nómina.
La apología de Kirchner, lo señaló con sensatez el secretario legal y técnico Carlos Zannini, es contracara de un menoscabo de las potencialidades de la Presidenta, quien está expuesta a la ciclópea tarea de gobernar y ordenar un armado electoral pero a la que nadie, dendeveras, atisba como derrotada en ambos menesteres.
El segundo argumento es, en rigor, un espantajo. Se trata de sugerir la inminencia de choques tremendos entre la derecha y la izquierda peronistas, como en los remotos ‘70. Algunos intérpretes asociaron la anécdota de Camaño versus Kunkel con esa saga. El anacronismo y la falsedad son chocantes. Se vive en otro país y, más allá de la retórica encendida por la repolitización, han transcurrido muchos años de paz social, remachada con crecimiento inédito.
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Resultados propios: Las peripecias de la semana han inducido al cronista a los recuerdos e imágenes deportivas, vaya una más. Tal como dicen los jugadores de un equipo que va puntero, el oficialismo depende de sus propios desempeños. Sostener el rumbo, la gobernabilidad, el crecimiento y rectificar carencias o rémoras del “modelo”, por así decir. En la mirada de este escriba, una política antiinflacionaria más definida y correcciones en la Asignación Universal por Hijo (AUH) revistan entre las más acuciantes.
La inflación es alta y controlada, no se espiraliza como siempre destaca el afilado economista Miguel Bein. Pero su nivel es elevado y damnifica más a sectores de ingresos bajos o irregulares. Mantenerla en cauce exige herramientas novedosas, en ese sentido rumbea la resurrección del Consejo para el Diálogo Económico y Social sugerido por la presidenta. La erosión del Indec no causa el fenómeno inflacionario pero dificulta su diagnóstico y el sinceramiento de un debate necesario.
La AUH, la más formidable ampliación de derechos sociales de las últimas décadas, necesita ajuste en sus condicionalidades que “dejan afuera” a ciudadanos bajitos que deberían estar incluidos. Hace meses que su base de beneficiarios se mantiene estática y hay restricciones indebidas que desdibujan la pretensión universal del derecho.
Falta menos de un año para las elecciones, lo que en Argentina es una enormidad. Y ganar en primera vuelta es difícil. Si lo sabrán los presidentes Sebastián Piñera, Dilma Rousseff o José Mujica. El sistema constitucional argentino es menos exigente que en sus países aunque el 45 por ciento es también una marca altísima.
Como fuera, el oficialismo domina la escena y depende de sus resultados. En materia económica hay quien dice que le debe todo al viento de cola. Exceso de desdén: haya un mix entre ese dato y el accionar oficial.
En política también sopla viento de cola, que se logró a pulso.
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