Dom 21.11.2010

EL PAíS

Recepción y preparativos

› Por Emilio Ruchansky

Desde San Pedro

Los carteles que bordean la avenida Mansilla, camino a la Vuelta de Obligado, están armados con papeles para envolver facturas, cartones o chapas. Cuelgan de los postes, de los alambrados, de las tranqueras. Expresan los hechos políticos que La Kultural, un movimiento político, joven y local, rescatan del kirchnerismo: expresión popular sin represión, matrimonio igualitario, inclusión de los pueblos originarios, tres millones de netbooks, ley de medios, unión latinoamericana, volver a(l) militar (la “ele” la agregó alguno de los tantos vecinos de derecha), asignación universal por hijo, juicio a los genocidas, nacionalización de las AFJP, chau FMI, presupuesto educativo, disminución de la pobreza, nacionalización de Aerolíneas Argentinas. Los colgaron el día anterior al acto, informa un integrante de la Kultural, “como para prepararle el clima a la Presidenta”.

A 25 cuadras del río Paraná, un puesto de la Policía Bonaerense divide autos de micros bajo un cielo de nubes deshechas y un sol estremecedor. Es la única forma de mantener la doble circulación de autos antes de que se angoste la calle. Por eso, los miles de personas que se dirigen al acto por el Día de la Soberanía Nacional deben caminar para llegar, menos los ancianos, los periodistas e invitados de Ceremonial y Culto, que van en combis. A los costados, muchos dejan las banderas, otros acampan o descansan bajo los árboles y el barullo de loros y cotorras. También hay feria. Venden las infaltables naranjas, gorros, sombreros, cuadros, ropa y hasta almohadas.

Vuelta de Obligado es un caserío humilde con quintas y corrales, con algunos autos viejos y destartalados bajo los árboles, donde la caña se hizo plaga. En un jardín que es un “Sitio Histórico” está sentada María Luján, una señora mayor de Ramallo que sonríe cuando el cronista le pregunta por el acto: “Yo no sabía que venía la Presidenta, iba a ir a Luján y me suspendieron el viaje, así que me vine para acá con amigos. Yo la apoyo a ella, no me sobra nada pero tampoco me falta. Llegamos, comimos y caminamos. Usted me ve mayor, pero los que somos del campo no le tenemos miedo al sol”.

María Luján, que no da su apellido porque es muy “conocido”, viste blusa rosa, pantalón de algodón azul, mocasines y zapatos marrones. Cuenta que se jubiló luego de trabajar 34 años de enfermera. Pudo hacerlo, señala, gracias a la moratoria que abrió el Gobierno. Ella, que también es viuda como la Presidenta, le recomienda “seguir adelante porque todos quieren estar en su lugar”. La ve fuerte, agrega, y enseguida se identifica: “Yo también trabajé toda mi vida. Si me hubiera quedado en casa, cuando murió mi marido me venía abajo. Por eso creo que ella va a salir adelante”.

¿Cómo le cayó que la Presidenta derogue el 82 por ciento móvil? “Está bien. No hay plata y si nos dan plata sería peor, vamos a terminar manteniendo a nuestros nietos”, responde categórica. Dice que le alcanza con que le den medicamentos. Cuando puede, viene a los actos del Día de la Soberanía Nacional en Vuelta de Obligado, que según ella, crecieron en convocatoria en los últimos años.

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