Sáb 25.01.2003

EL PAíS  › EL DISCURSO DE LULA HIZO DELIRAR A UNA MULTITUD

Como en los viejos tiempos

El presidente de Brasil prodigó su magia ante más de cien mil personas que se negaban a dejarlo terminar. Sus palabras, sus promesas, sus recuerdos, sus compromisos a futuro, lo que irá a decir a Davos. Sus críticas al neoliberalismo, a Menem y a Collor de Mello.

› Por Eduardo Tagliaferro

Desde Porto Alegre

“Nosotros no podemos aceptar lo que está aconteciendo en el mundo. No podemos aceptar el bloqueo en Cuba. No podemos aceptar que haya países marginados durante siglos. No podemos aceptar que Brasil, teniendo el tamaño que tiene, tenga los mayores índices de pobreza y de miseria. Yo no puedo dejar de venir acá y decirles: ‘gente, valió la pena’. Y valdrá mucho más la pena cuando la gente pueda venir aquí el último día de mi gobierno y con los datos en la mano, comprobar que nosotros hicimos en 4 años más de lo que otros no hicieron en decenas de años en este país”, dijo para luego intentar por cuarta o quinta vez a lo largo de su discurso despedirse de su público. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, el compañero para sus íntimos, Lula para la multitud, cumplió largamente con las expectativas que había despertado en los asistentes al III Foro Social Mundial. Su enfático y vehemente discurso fue seguido por más de 100 mil personas que, sin dejar de agitar sus banderas, dialogaban con él y mostraban su enamoramiento con el líder del PT.
La presencia de Lula en Porto Alegre revolucionó a una ciudad conmovida por la masiva presencia de concurrentes al Foro Social. Casi todos querían decirle algo o simplemente verlo. Tal era la ansiedad del público que cuando aún el locutor no había terminado de presentarlo y ya atronaba con su clásico “olé, olé, olá, Lula, Lula”, el presidente de Brasil dio un paso al frente tomado de la mano de su esposa Marisa y comenzó a saludar con sus dos brazos en alto. Sin corbata, con un traje negro y camisa celeste, arrancó pidiéndole a los que se encontraban adelante de todo que por 5 minutos bajaran sus banderas para que todos pudieran verlo. “Yo sé lo que importa una bandera para los militantes, pero son cinco minutos nada más”, arrancó. Una vez que todos pudieron verlo, sus primeras palabras fueron para reivindicar al Foro Social Mundial. Lo definió como el “mayor evento organizado por la sociedad civil en el mundo”. Aseguró también que el encuentro del Foro Económico Mundial de Davos, sobre el que dijo que “no conserva ya la fuerza que tenía antes” de Porto Alegre, nunca había discutido la importancia de impulsar políticas sociales y ahora sí discutiría sobre el tema.
Su pintura sobre la desigualdad entre los países pobres y los países ricos tuvo también un espacio para la crítica a los que reiteradamente Lula definió como los “cuatro bambinos de oro del neoliberalismo”. Luego de afirmar que parte de la desigualdad era responsabilidad de los países ricos, añadió que otra parte era “responsabilidad de las elites locales”. Enfatizando cada una de sus palabras redondeó su idea señalando que “Fernando Collor de Mello en Brasil, Carlos Menem en Argentina, Carlos Salinas de Gortari en México y Alberto Fujimori en Perú, habían organizado verdaderas robaderas en sus países”. Así fue que le recomendó a los países centrales que no lavaran el dinero de quienes se habían robado todo. A esa altura la mayoría de las banderas latinoamericanas ondeaban por todo el anfiteatro natural. Casi todas ellas tenían adosadas en el centro la estrella roja del PT.
A Lula no se le escapaba que hablaba para un público heterogéneo. Por eso al comenzar le dijo a todos aquellos que no entendieran su portugués, que lo miraran a los ojos. “Rusos, chinos, indios, mírenme a los ojos que van a entender.”
Uno de los puntos que Lula no podía obviar y que por cierto explicó en detalle fue su concurrencia al encuentro de Davos. “Por qué me invitan a mí, un tornero mecánico a Davos. Me invitan por ustedes. Me invitan por que soy presidente de un país que es la octava economía del mundo, que tiene 45 millones de personas que no reciben las calorías necesarias por día.” Claro que la explicación no dejaba de lado que “en Davos muchaspersonas no gustan de mí. Pero no sucede muchas veces que un presidente sea un tornero metalúrgico”. Incluso fue un poco más allá y aventuró lo que dirá en el encuentro que suele reunir a lo más granado del establishment económico y financiero mundial. “Diré en Davos que no es posible continuar con un orden económico en el que algunos comen hasta 5 veces por día y otros pasan 5 días sin comer. Diré que tiene que haber países menos pobres, que el mundo no está precisando de guerras. El mundo está precisando de paz”. Fue en ese momento en el que los cánticos reclamando paz sonaron con mayor fuerza y no casualmente la bandera que sobresalió por las cabezas de la multitud fue la bandera palestina.
Tuvo tiempo también para decirles a los participantes al Foro Social que nunca les iba a fallar. Claro antes había señalado que tenía cuatro años “para una reforma tranquila, cautelosa e inteligente”. En ese momento el público con los dedos de sus manos y con sus cánticos decía “ocho, ocho, ocho”, dando por descontado la continuidad de Lula en un nuevo período presidencial.
El nordestino forjado en el sindicato metalúrgico de San Pablo confesó que siempre se preguntaba si, estando en la Presidencia, él podría cumplir sus propias reivindicaciones. La principal de ellas era concretar su sueño. “Mi sueño es cumplir con la reforma agraria. Mi sueño es contar con una escuela pública eficiente. Con una universidad que no sea un privilegio para tan sólo el 8 por ciento de la población sino un derecho para todos. Sueño con que no muera nadie frente a ningún hospital público por falta de atención médica. Sueño con una sociedad más justa, más libre e igualitaria en la que la riqueza se distribuya con mayor equidad.” Hubo tiempo para más pruebas de amor entre Lula y su público. A pesar de que en varios pasajes intentó despedirse de su público éste lo siguió alentando para que continúe hablando. “Hasta la victoria, si Dios quiere”, les dijo cuando detrás del escenario surgió el grupo bahiano Ile Aye que con sus tambores y tamboriles interpretó una cálida versión del himno nacional. Casi todo su gabinete lo rodeó y al ritmo de la danza, se pudo ver a los ministros Olivio Dutra, José Dirceu, Tarso Genro, Miguel Rossetto, Benedita da Silva y Emilia Fernández cantando el símbolo nacional. Lula partió raudo con una comitiva de motos que tuvo que sortear el efusivo saludo de su pueblo. Lo espera el frío suizo de Davos. En Porto Alegre, Lula dejó su magia y renovó la esperanza entre sus seguidores y muchos de los participantes del Foro Social. El miedo parece una historia muy antigua.

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