EL PAíS
› OPINION
LA INTERNA DEL PERONISMO Y SU LOGICA DIVISION
El justicialismo tripartito o la política como parodia
Los neolemas y la división del PJ, un atractivo para cientistas sociales. Las mediciones de Duhalde y el supuesto crecimiento de Kirchner. Se bajó Chiche y sigue el casting por el vicepresidente. Los postulantes, sus pros y sus contras. Qué quiere Duhalde para después de mayo. El acuerdo con el FMI según la evaluación de Economía. El decretazo de las tarifas. Y algunas disquisiciones sobre qué es la política.
› Por Mario Wainfeld
El politólogo sueco que realiza su tesis de postgrado sobre la Argentina está levitando. ¡El peronismo se ha dividido en tres y va por los dos primeros puestos en las próximas elecciones nacionales! Una hazaña –se excita nuestro amigo– que le sería esquiva a Saddam Hussein y que Stalin no hubiera podido concretar en Georgia en sus tiempos de hegemonía. Y todo merced a los neolemas, un sistema electoral único en el mundo (tan único que regirá “por esta única vez”). “El peronismo, profesor –escribe al decano de su facultad y padrino de su tesis– es el hecho maldito de la politología burguesa”.
El decano no comparte su euforia. Está podrido de las demoras del docente, tanto como de sus desplantes: dos veces lo tildó de “gorila”: cuando le reclamó rendición de gastos y cuando le pidió que explicara qué quiere decir, aunque sea en español, “neolemas”.
Para colmo, el profesor se le rió del otro lado del teléfono a carcajadas durante cinco minutos cuando le pidió que le relatara en detalle la discusión ideológica mantenida entre 700 compañeros de un movimiento de masas, en una ciudad emblemática del conurbano bonaerense. “Usted no entiende nada, profesor”, redondeó después.
El mérito de la sinceridad
Una virtud tuvo el cónclave peronista de Lanús, fue la de sincerar la división en el justicialismo. Y, como yapa, dejar en claro dónde pisa fuerte cada uno de los dos taitas: Carlos Menem tiene un bastión en la Justicia de la servilleta y Eduardo Duhalde en los farragosos y monótonos resortes de la burocracia partidaria. Cualquier parecido con la política de masas o aun con la búsqueda de consensos en una sociedad mass-mediática es pura imaginación.
El menemismo –sector en cuya vanguardia debe incluirse (por mérito en acción) a María Romilda Servini de Cubría– pegó fuerte y encontró al rival con la guardia baja. Los operadores oficiales punteaban el padrón de congresales y ni pista tenían de la decisión de la jueza electoral. Una sentencia que en lo concerniente a los neolemas está más cerca de carecer de fundamentos que de estar mal fundamentada.
Cuando Servini los calzó de cross, los duhaldistas exudaban optimismo, apenas matizado por algunas dudas. Los sondeos de opinión que el Presidente consulta con fruición convergían en subrayar un respingo de Néstor Kirchner en cuestión de días. Así ocurría con las encuestadoras de su confianza (que crispan los nervios a los consultores más calificados que las emparientan con el curanderismo), hasta las del sociólogo Julio Aurelio. Aurelio refirió al Presidente y a un puñado de ministros que el gobernador patagónico pasó en pocos días a comandar la intención de voto para presidente. Su explicación del abrupto crecimiento es que vino a cubrir “una vacancia” de liderazgo, algo así como una necesidad del electorado. Aurelio también especuló con que muchos ciudadanos, que tal vez estaban ya dispuestos a votar al patagónico en segunda vuelta, ahora pensarían adelantar esa decisión, sobre todo para cruzarlo a Menem.
Duhalde lucía convencido y sereno, aseguran dos ministros testigos del informe. Uno de ellos se permite dudar un poquito. “¿A usted le parece que por sacarse una foto en San Vicente junto a Arcuri y Quindimil, alguien puede subir 5 puntos en intención de voto?” indaga. A Página/12 no le parece y a él tampoco, pero antes de la hora del té del jueves el hombre estaba en minoría.
Y eso que la Primera Dama renunció a ser candidata a vice, dejando a Kirchner casi, casi sin la única compañera de fórmula que podría adicionarle algún valor agregado.
Buscando un dos
“Hasta hace unos días el vice era Daniel (Scioli), pero ahora va a ser candidato a jefe de Gobierno en Capital”, relata un ministro del ala política, y recorre cómo quedó el casting, tras haberse apeado Hilda “Chiche” Duhalde y el secretario de Turismo.
u Podría ser un intendente del conurbano, puja que parece circunscripta a Alberto Balestrini y Julio Alak. El favorito de Kirchner es el matancero, quien fue el primer dirigente bonaerense que le facilitó “entrar” en el distrito. Ventajas de estos candidatos: patentizar la alianza con el duhaldismo. Desventaja: su escaso conocimiento público.
u Podría ser algún ministro del gabinete nacional, tan bonaerense como los intendentes y, seguramente, con más conocimiento público. En la carrera están inscriptos Juan José Alvarez, Alfredo Atanasof y Aníbal Fernández. Y en segunda línea, para esto, Ginés González García y Roberto Lavagna. Cualquiera de ellos implicaría una fuerte identificación con el gobierno, algo que cuesta creer que sea a favor. Y es improbable que agreguen “votos propios” al candidato presidencial.
u Algunos duhaldistas piensan que, dado que los bonaerenses no suman, sería mejor transgredir las fronteras del conurbano y optar por un gobernador. El que más pinta es Eduardo Fellner. “Sería demostrar cierta grandeza –explica otro ministro–, demostraría que se apuesta por dirigentes nuevos.” El mandatario jujeño tal vez podría cubrir una “zona errónea” de Kirchner, un hombre que proviene de un Sur muy remoto con relación al NOA, que sigue siendo peronista y en el que Menem y Juan Carlos Romero tallan fuerte. En un ataque de creatividad, el interlocutor de Página/12 se entusiasma y discurre que hasta se podría jugar con la gracia de tener al gobernador de la provincia más austral y la más boreal.
Es patente que ninguno de estos precandidatos tiene las potencialidades que sí encarna Chiche, quien al bajarse desagió un poquito a Kirchner. La pregunta de por qué lo hizo desata interpretaciones variadas. El propio Duhalde, cuentan cerca de Alfredo Atanasof, explica que quiere evitar “el síndrome Chacho Alvarez”, un vice de perfil propio que pueda eclipsar al presidente. Tal vez así sea, aunque uno de sus operadores políticos más fieles malicia que hay algo más. “Si usted fuera Duhalde y estuviera jugado a fondo con Kirchner, ¿haría renunciar a Chiche?” Página/12 no haría eso. Pero tampoco le termina de parecer que Duhalde no esté jugando a fondo. Como al decano de la universidad de Estocolmo, el peronismo a veces le complica las entendederas.
Lo que sí es innegable es que la primera prioridad para Duhalde es su provincia, a cuyo segundo puesto en la boleta Chiche no renunció. “Al Presidente lo primero que le importa es allá”, dice un ministro en el primer piso de la Rosada y señala hacia el sur, hacia el puente Pueyrredón, por caso. Según ese relato, más que verosímil, Duhalde aspira a mantener la provincia (en la cual a Felipe Solá sólo le queda el mandato 2003-2007, porque ya está buscando la reelección), el control aceitado del PJ y un frondoso bloque de diputados, con suerte cincuenta, con el cual controlar al gobierno. “Todos los actuales ministros serán candidatos a legisladores nacionales”, profetiza uno de ellos. Un dato que corrobora ese anhelo aconteció en estos días: el pedido presidencial a Juanjo Alvarez para que encabezara la lista de unidad de diputados de Capital (una movida que se frustró por no contener al kirchnerismo ni a todo el duhaldismo), que fue acompañado por la certeza para el ministro de Justicia que si no aceptaba, estaría entre los tres primeros lugares de la lista de candidatos a diputados nacionales por Buenos Aires.
Un tablero cenagoso
“El que es un genio es el Adolfo. Los otros dos se pelean, pagando algunos costos, y él consiguió lo que quería sin siquiera participar.” Elpolitólogo sueco trata de mantenerse prescindente, pero el estilo desenfadado del ex gobernador de San Luis lo atrae como (dicen) atraen las morochas a los más rubios. Lo real es que, si no hay candidato oficial del PJ, para Rodríguez Saá es pura ganancia.
¿Habrá (como quiere Menem) una fórmula con el sello del PJ? ¿O primará la decisión duhaldista de los neolemas? La respuesta no solo excede la ciencia primermundista del politólogo sueco. Es hoy, por hoy, inaccesible para cualquier argentino medio.
La decisión de Servini (quien también resolvió la primaria radical, eso en una semana de feria, ¡y hay quien dice que los jueces no laburan!) y el consiguiente desafío del duhaldismo apelándola abren un escenario pleno de incertidumbre acerca de;
u Si se mantendrá la fecha de las elecciones.
u Si Menem se quedará con el sello del PJ por vía judicial (la Cámara electoral suele voltear los fallos de Servini, pero la Corte suele voltear todo lo que incomoda a Menem).
u Si lo hará la coalición Duhalde-Kirchner por vía de una cláusula que reservó, in extremis, esa facultad a una Comisión de Acción política tan capciosa como Eduardo Camaño manejando el debate (y ya es decir).
O sea: pura incógnita y una nueva instancia en la que la falta de liderazgo dentro del peronismo y su sempiterna aptitud por exportar sus cuitas al conjunto de las instituciones lastiman el magro remanente de credibilidad que aún tiene la democracia nativa.
Y eso que el Fondo Monetario Internacional exige que el cambio de gobierno se haga nomás en mayo.
Economía de gestos
El acuerdo corto con el FMI fue vivido en Economía como un triunfo, moderado, como gusta definirse a sí mismo Roberto Lavagna. “El Gobierno ha salido fortalecido y ahora habrá que ver si la Corte se anima a poner en crisis al sistema político y económico” se ufanaban en la Rosada.
Lavagna asegura que cuenta los días hábiles que faltan para que termine su mandato (“sesenta y siete”, tabula) y que lo suyo es garantizar una transición ordenada. Cerca del ministro se ufanan de estar no en el mejor de los mundos posibles, pero sí en el mejor de los momentos de su gestión.
“Duhalde le confesó a Lavagna ‘qué alivio que es tener este problema’, hablando de la baja de cotización del dólar”, se alegra alguien que conoce bien al titular de Hacienda. Sus allegados también viven como un triunfo haberse cargado a dos presidentes del Banco Central y haber conseguido a Alfonso Prat Gay. “Sin él, estas últimas semanas hubieran sido una pesadilla”, analiza Lavagna, quien no se cansa de comparar las aptitudes técnicas del actual titular del Central, ninguneando a su precursor.
El ministro transcurriría mejor los 67 días hábiles que le quedan si consiguiera aumentar las tarifas. A su ver, el impacto de los aumentos sería bajo y el congelamiento empieza a parecerse a una insensatez. Pero el hombre intuye que la Justicia habrá de voltear el consiguiente decreto, que mal que le pese al oficialismo es insostenible desde el punto de vista legal. “En todos los países del mundo los precios regulados los fija el Ejecutivo y no entes asamblearios o el Poder Judicial”, se enfada Lavagna, pero, político al fin (el único responsable de Hacienda que hizo economía política en la última década) se apresta a pilotear lo que le queda sin que las tarifas muten.
La política existe,
en otros lados
Daba vergüenza y algo parecido a la fatiga presenciar el Congreso del PJ. Oradores que sólo se escuchaban a sí mismos y que hablaban pensando en el diario de mañana y no en el afiliado, el independiente, “la gente” o cualquier ser vivo ajeno a la corporación política. La vaciedad de losdiscursos sólo superada por su ampulosidad, autorreferencia y soberbia. Una de las desdichas mayores de la Argentina es que su decadencia social, política y económica no fue producida por dirigentes “nacidos” de derecha como Margareth Thatcher o aventureros como Fernando Collor de Mello o Alberto Fujimori. Ocurrió cuando nos gobernaron partidos de tradición y retórica nacional y popular, lo que hace aún más incomprensible lo que ocurre, más difícil la alternancia y más esquizofrénica la verba de los representantes del pueblo.
Mucha gente del común pensará: eso es la política, alquimia de verso, corrupción, alienación. Y sin embargo, la crónica de acá y de allá muestra que la política es también otra cosa.
u Fue política la construcción de Lula Presidente y es política (retórica noble, contacto seductor con las masas, compromisos del gobernante, diálogo) la presencia del presidente de Brasil en el Foro de Porto Alegre. Y lo es el mismo Foro: debate, diversidad, felicidad por integrar una multitud.
u Es la política la que viene construyendo hace 40 años casi clavados la unidad europea de la mano de la alianza francoalemana. Algo que trajo paz, prosperidad, economía integrada. moneda única. Y que hoy marca, así no sea más que eso, un reproche y un intento de limite al salvajismo fenicio del presidente Bush hijo.
u En términos más módicos, aún hacen política Elisa Carrió y Ricardo López Murphy. Dos candidatos que definen un perfil, caminan el territorio, buscan consenso y apoyos. Tratan de sumar y de comunicar. Obviamente se puede discrepar con sus posturas, pero al menos cumplen con las reglas del arte.
En los dos partidos que en algún momento fueron la esperanza y la bandera de las masas populares, la política es pura manipulación, violación de las reglas, falta de decoro hasta para hacer una interna. Y así estamos.